El periodismo independiente cubano ante el incierto futuro de Twitter
No se sabe qué pasará con Twitter pero es fácil predecir qué ocurrirá con los miles de usuarios cubanos si se corta su aleteo: estaremos más amordazados. (EFE)
Los vientos de la incertidumbre soplan sobre Twitter: despidos masivos, un intento de cobrar por la verificación de cuentas y las declaraciones incendiarias de su nuevo dueño, Elon Musk, han alimentado las dudas sobre el futuro de esta red social. En Cuba también crecen los cuestionamientos a una herramienta que resulta vital para el activismo y el periodismo independiente.
La crisis que atraviesa el pájaro azul llega en un momento muy sensible para la Isla. Quedan pocos días para que entre en vigor un nuevo Código Penal que restringirá aún más la libertad de expresión y el ejercicio de la prensa. Para cuando ese nuevo cuerpo legal esté vigente, la necesidad de denunciar los excesos represivos se multiplicará y los 280 caracteres de Twitter son el canal principal para que esos reclamos lleguen al mayor número de organismos internacionales, medios informativos y asociaciones que velan por los derechos humanos.
En la medida en que la red social parezca que está a punto de convertirse en cosa del pasado, el alcance de esas denuncias mermará y la visibilidad de los actores de la sociedad civil de la Isla también disminuirá. Además, la inseguridad que rodea a la compañía de San Francisco envalentona al régimen cubano que en los últimos meses ha sufrido varias derrotas virtuales con la cancelación de cuentas oficialistas que difundían propaganda ideológica y ataques contra la disidencia.
Twitter siempre ha sido una espina clavada para el castrismo que vio desde un inicio la amenaza que representaba una tecnología que ofrecía a los ciudadanos la capacidad de publicar con inmediatez, incluso sin necesidad de tener internet, como se usó ampliamente en la Isla a través de los mensajes de solo texto de la telefonía móvil. Después de un tiempo de reticencias contra esta red social, el oficialismo terminó por abrir en ella sus cuentas institucionales y de dirigentes partidistas, pero nunca ha podido esconder su desagrado hacia la herramienta. Siempre le ha tenido ojeriza a este inquieto pájaro.
Ahora, los voceros del régimen se apresuran para desplumar al ave herida y alardean de que ellos siempre previeron su caída en desgracia. La inestabilidad que se ha apoderado de este servicio de microblogging les suena como música en sus autoritarios oídos y ya fantasean con el cierre de la empresa y el fin del altavoz que ésta ha representado para la oposición y los medios independientes cubanos. Incapaces de imponer su narrativa en la red, aguardan con ansias que las voces de los ciudadanos cubanos dejen de escucharse.
Twitter tiene una gran responsabilidad con quienes habitamos en esta Isla. Para nosotros mantenernos «gorjeando» sobre nuestra realidad no es cuestión de tendencias, divertimentos, conversaciones pueriles ni ganas de matar el aburrimiento. Un tuit puede marcar la diferencia entre estar de un lado o de otro de los barrotes de una cárcel, es capaz de detener un acto represivo o de revelar las prácticas coercitivas de la policía política. En nuestro caso no es un canal para mostrar la taza de café mañanera o los pies tomando el sol frente a una piscina, sino una capa importantísima del escudo protector que tanto necesitamos.
No se sabe qué pasará con Twitter pero es fácil predecir qué ocurrirá con los miles de usuarios cubanos de esa red si se corta su aleteo: estaremos más amordazados y rodeados de mayores peligros.