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Elizabeth Fuentes: Maduro fue a Quito a almorzar riquísimo

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Riquísimo almorzó ayer el presidente Nicolás Maduro.  Luego de brindar con un Trapiche Extra Brut, le fue servida una Cazuela  de langostinos al estilo de Cojimíes con viruta de plátano, brocheta de mango y piña  con vinagreta de limón curtido en sal y juliana de hierbabuena, todo exquisitamente maridado con  un exclusivo vino blanco Dos Hemisferios  Enigma, de Ecuador.  Las  Chuletitas de cordero andino al grill, con salsa de uvillas y cebollitas confitadas al ron añejo, los gnochis de maiz tierno y jardinera de verduras, lo acompañó con el vino tinto Dos Hemisferios Travesía, “bebidas para un paladar fino que sabe de maridajes”, según notaba el menú oficial. Y finalizó todo con un postre delicioso: crepes de babaco frito (una fruta local) en crema de chocolate, bananas salteadas con mantequilla y helado de canela.

Más o menos a esa hora, Evelyn Atencio, una muchacha humilde, habitante de Petare, estaba armando un zafarrancho frente a un Bicentenario porque estaba desde las seis de la mañana haciendo cola por una bolsa de leche para su hija “Y mira la hora que es y no me han vendido nada”. Furiosa, gritaba frente a las cámaras:  “¡No hay presidente, tenemos un  títere como
presidente, que salga a la calle! Me vine a buscar una bolsa de leche para el alimento de mi hija y mira la hora que es y no me han vendido nada!…” (mientras a su lado otra mujer sugería  que lo expulsaran de Miraflores.)

Dos escenas en dos tiempos que habrían hecho la delicia de un buen filme del Román Chalbaud – el Presidente degustando sus chuleticas de cordero en la casa de gobierno de Ecuador, Evelyn llorando por la leche para su hija en pleno sol-, película que el gobierno de Carlos Andrés Pérez le habría financiado sin exigirle  juramento ideológico alguno al maniqueista de Chalbaud. Aunque, visto los resultados, la escena del presidente almorzando como un rey se ha podido evitar porque sus asistencia a esta nueva cumbre pareciera que solo sirvió para eso, para que almorzara rico. Porque ninguno de los 20 acuerdos señaló ni por asomo la necesidad de ayudar a Venezuela en su emergencia económica – aunque luego todos esos acuerdos se queden en la inopia, en el tintero-,  y la presencia de Maduro pasó esta vez por debajo de la mesa, como suele ocurrir con el pariente pobre invitado a la gran  fiesta familiar, al que todo el mundo saluda con cierta pena pero al cabo rato le dan la espalda y lo dejan solo, sin siquiera tener con quién bailar.

“Caradura”, lo calificó ayer la columnista ecuatoriana Rosalía  Arteaga Serrano en el diario La Hora: “Las altisonantes palabras de Maduro demuestran la desesperación de quien sabe que pasó su hora, de  quien comete abusos contra su propio pueblo y no tiene capacidad moral para imponerle modelos al continente”, porque ayer mismo  toda la prensa ecuatoriana  exhibía en sus titulares que “Venezuela es el país más corrupto del mundo”, información que más de uno conocía y obvia imaginar que ante semejante ranking, su labor de pedigüeño fue doblemente rechazada.

La cumbre desechó  reemplazar a la OEA -uno de los sueños de Hugo Chávez-, pero  sí quedó entre los acuerdos, como un campanazo de eso que llaman justicia poética, la decisión de  enviar a Haití una comisión de los cancilleres de Ecuador, Uruguay, Venezuela y Bahamas “para informarse sobre el terreno antes de decidir si manda una misión de ayuda en la búsqueda de una salida a la crisis política en ese país”, algo que ya hizo la OEA y que, en cualquier momento, podría ocurrir en Venezuela si las cosas siguen como siguen.

Cualquiera diría que  ir o no ir a la Cumbre no habría hecho la diferencia en la vida de Evelyn Atencio en su búsqueda desesperada de leche para su hija. Pero no deja de lucir como un acto irresponsable, irrespetuoso e inmoral, frente a un país que se muere de hambre mientras su presidente, amigos, ministros y comitiva se dan la gran vida y aprenden las bondades de los nuevos vinos ecuatorianos, empresas que el socialista de Rafael Correa ha protegido y
ayuda a mercadear entre sus amigos presidentes.

“Él no se fue con las manos vacías: a su arribo a Quito recibió como obsequio un cuadro del Libertador Simón Bolívar”, publicó en una pequeña foto leyenda el diario Expreso. Seguramente, para cerrar con broche de oro su mala suerte, el Bolívar regalado no se debe parecer en nada al  Bolívar “amulatado”, recientemente expulsado de la Asamblea Nacional, otro gasto tan ridículo como ir hasta la mitad del mundo  para regresar con nada más
que el estómago lleno.

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