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Gobierno Petro pierde su rol de bisagra entre Washington y Maduro

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La bisagra que buscaba hacer el gobierno de Gustavo Petro entre Nicolás Maduro y Joe Biden está rota.

En medio de la agenda de Petro en Europa de la semana pasada se reunió con representantes del chavismo y la oposición venezolana. Pero no estuvo solo. La entrada de otros actores refleja la puja entre sus homólogos latinoamericanos por mediar, y la pérdida de confianza en los actores de que Colombia pueda ser un mediador efectivo.

En la reunión en Bélgica participaron Petro, los presidentes de Francia, Emmanuel Macron; Petro por Colombia; de Argentina, Alberto Fernández, y de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva. Petro fue el único que no hizo pronunciamiento público al terminar.

Esto contrasta con la importancia que el gobierno le había dado al tema antes. La agenda para destrabar la mesa de negociación entre el régimen de Nicolás Maduro y la Plataforma Unitaria en México —que reúne a algunos de los partidos que le hacen oposición al chavismo— fue uno de los primeros objetivos de política exterior que se puso el gobierno de Petro.

El intento colombiano para que el régimen vuelva a la mesa ha sido un juego a tres bandas de Petro, que incluye un canal de comunicación entre los estadounidenses, la oposición y el régimen. Pero el cambio de liderazgo dentro del gobierno –del embajador en Washington, Luis Gilberto Murillo al canciller, Álvaro Leyva– ha generado desorden en la iniciativa y pérdida de confianza en las partes.

Y Venezuela está cada vez más cerrado a la banda. El régimen de Maduro se levantó de la negociación en México en diciembre del año pasado ante la negativa de Estados Unidos de retirarle sanciones económicas. Y en las pasadas semanas ha inhabilitado a políticos opositores, como María Corina Machado.

Las dudas de Estados Unidos sobre Colombia

La primera gran jugada dentro del plan confidencial del gobierno Petro para destrabar los diálogos entre el oficialismo y la oposición venezolana era organizar la conferencia de Bogotá para conformar un grupo de países, liderados por Colombia, que hicieran un nuevo acompañamiento efectivo de la comunidad internacional.

Desde una semana antes de la conferencia, el liderazgo que había asumido el embajador colombiano en Washington, Luis Gilberto Murillo, pasó a manos del canciller Álvaro Leyva. Este cambio de organizador generó tensión entre los dos funcionarios y, sobre todo, desorden en la organización del evento. Según supo la Silla, Murillo y la exjefa de despacho de Presidencia, Laura Sarabia, organizaron un documento con todos los detalles y objetivos de la cumbre, pero el canciller no lo usó.

Bajo el rótulo de “confidencial”, el documento que le dio origen a la conferencia detallaba como parte de la agenda planeada que al final saliera un “comunicado público o declaración conjunta con los resultados y los próximos pasos”. Pero la conferencia terminó con una solitaria declaración del canciller Leyva, y desacuerdos entre los invitados internacionales y lo planteado por Colombia.

“Desde entonces, la Cancillería asumió ese tema, pero el gobierno en general también ha perdido interés en ese proceso”, le dijo a La Silla una fuente diplomática enterada, que pide la reserva de su nombre para poder dar más detalles. “Petro y Leyva ya se dieron cuenta de que el tema es mucho más complicado de lo que pensaban y hay frustración porque no han podido sacarlo adelante”, agrega.

El canciller Leyva ha sido enfático con los estadounidenses sobre la necesidad de relajar las sanciones al régimen de Maduro, y por eso perdió la imagen de país neutral que tenía Colombia en ese proceso.

“Estados Unidos dejó de ver a Leyva como un interlocutor válido”, dice la fuente diplomática. Esa es una sensación que comparten en la oposición venezolana. “Colombia no puede jugar ningún papel en los diálogos porque no es objetivo, está totalmente parcializado”, le dijo a La Silla un político venezolano que pide no publicar su nombre para hablar de la delicada situación de los diálogos.

Otra pérdida importante para el liderazgo de Colombia fue la salida de Laura Sarabia de la jefatura de despacho de Presidencia. Según le contó a La Silla una fuente que ha trabajado en este proceso, el presidente no ha renovado ese cargo. “Estamos esperando que el presidente dé línea sobre ese tema, pero con la cantidad de problemas que ha tenido dentro del gobierno no ha podido pensar en eso”, dice la fuente.

El actor central en este proceso es el gobierno de Estados Unidos, que es el mayor responsable de las sanciones contra el gobierno de Maduro, que el oficialismo venezolano exige reducir para volver a la mesa de diálogo con la oposición. “Estados Unidos tenía allí unas expectativas del rol de Colombia y se dieron cuenta de que Colombia no va a ser capaz de cumplirlas”, dice la fuente diplomática.

Explica que, por esa razón, Estados Unidos ha buscado otras alternativas para acercarse a Venezuela. Uno de estos acercamientos fue en Catar. Como documentó El País de España en junio, la familia real de ese país árabe, encabezada por Al Thani, empezó a llenar los vacíos que dejó Colombia, porque el tema ha quedado como un proceso secundario en la agenda de política exterior del gobierno Petro.

“Hay un desgaste con el tema de Venezuela y como no se ve movimiento del otro lado de la frontera, Leyva no tiene cómo moverse de este”, dice la fuente diplomática.

Según le dijo una fuente de Cancillería, que pide la reserva de su nombre para dar detalles, si hay preocupación por el rol de Colombia en Estados Unidos, “no es lo que nos han dicho”. “En Bogotá, el día de la conferencia, lo que dijeron fue que no querían un estado de sanciones perpetuas con Venezuela”, agrega.

La puja por destrabar el proceso venezolano

La victoria de Lula en Brasil, inicialmente, parecía la alineación de los astros para que Petro avanzara en su agenda de política exterior y se convirtiera en un líder latinoamericano en temas como la unidad regional y la crisis climática.

Sin embargo, la figura de Lula ha eclipsado a Petro en los dos aspectos. Por un lado, en la COP 27 en EgiptoLula se llevó toda la atención en la preservación de la Amazoníay el cambio de deuda por acción climática, ambos cercanos al corazón de Petro. Por el lado de la unidad regional, a diferencia de la conferencia de Bogotá, Lula logró montar a los 11 países suramericanos en una declaración conjunta después de la cumbre que organizó en Brasilia en mayo.

“Para el liderazgo no basta con que uno quiera ser líder, se lo tienen que reconocer los demás”, dice la fuente de Cancillería, “Brasil pretende actuar más como líder mundial, pero también asume liderazgos en la región”.

Desde la cumbre de Brasilia, Lula entró en el proceso político venezolano. Esto a pesar de generar profunda desconfianza entre sus invitados y la oposición venezolana por recibir a Maduro con una alfombra roja y decir que la situación económica de Venezuela es resultado de una narrativa sobre el tema.

“Fue una ilusión de Colombia meterse en un proceso de negociación en donde no tiene ninguna credibilidad. A Lula le pasó lo mismo con la reunión de Brasilia, los dos (Petro y Lula) se han encargado de destruir su credibilidad”, dice el político venezolano.

La reunión del martes pasado le hace seguimiento a otra que sostuvieron los presidentes de Francia, Colombia, Argentina y las dos partes venezolanas en el Foro de la Paz en París en noviembre del año pasado.

“Producto de esa reunión, se hizo una nueva reunión en México de las dos partes, que concluyó con un acuerdo que, como no se ha ejecutado, paralizó el proceso”, le explicó a la Silla una fuente enterada del proceso. “Hay muchas partes tratando de mediar, pero en todos los procesos Colombia es uno de los invitados”, agrega la fuente.

Pero, como Lula entró a participar en el proceso venezolano, llegó a la reunión en Bélgica. “Hay una competencia por intervenir en el proceso venezolano, ahora entró Lula, pero todos piensan que la presencia de Colombia es necesaria”, dice la fuente involucrada en el tema desde Cancillería. “No es un asunto de liderazgo o no, sino de realidad política y geográfica. Detrás de bambalinas, Colombia ha jugado un papel importante aproximando posiciones del gobierno de Maduro, la oposición en Venezuela y el gobierno de Estados Unidos”, agrega.

A pesar del acompañamiento internacional y de tener una región con alguna cercanía ideológica, el régimen de Maduro aún no ha dado señales de volver a la mesa de negociación en México. “El acompañamiento internacional es necesario y todos estamos de acuerdo que debe tener un rol positivo, pero al final del día son los actores en Venezuela quienes tienen el deber de destrancar el juego político para que el país pueda moverse a la transición democrática que necesita”, dice Carolina Jiménez, presidenta de la Oficina de Washington para América Latina (Wola).

Maduro tampoco ha dado señales de cumplir con las garantías que pide la comunidad internacional para que la oposición venezolana pueda competir en una elección presidencial, que debería ser en 2024. En las últimas semanas, incluso, el régimen se ha cerrado más de cara a las elecciones: la Contraloría de ese país inhabilitó por 15 años a la candidata de la oposición que iba punteando en las encuestas, María Corina Machado, y negó el acceso de la misión de observadores europeos.

Con menos de un semestre para que se acabe el 2023, ni siquiera hay fecha para los comicios. “El régimen tiene que dar muestras de que permitirá elecciones libres y creíbles. Palabras más palabras menos, esto es lo mismo por lo que están presionando los europeos”, concluye la fuente de Cancillería.

 

 

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