Juan Lobato: ¿Votar a Vox es rebeldía juvenil?
«Vencer al populismo es el gran reto para la democracia. Para conseguirlo hay que combatirlo con valentía, coherencia y honestidad. Y nunca con más populismo»

Santiago Abascal con jóvenes seguidores de Vox. | Europa Press
La gente joven es más rebelde. También en política. Con la edad no se hace uno más conservador en términos de izquierda-derecha, pero sí que minora, en general, la predisposición a ser rebelde ante la situación existente.
Hace unas semanas analizábamos si los jóvenes pasaban de la política, o la política de ellos, y cómo les afectaba la corrupción en su forma de participar. Recibí muchísimos comentarios en redes sociales con opiniones y críticas sobre este asunto. Bastantes de ellos hacían alusión a encuestas que reflejan un importante apoyo a Vox por parte de mucha gente joven, especialmente hombres.
Veremos como la «rebeldía juvenil» puede tener influencia en esto.
Rebeldía juvenil
El espíritu y la actitud de rebeldía es inherente, aunque no en exclusiva, a la juventud. La rebeldía política y la ambición por cambiar las cosas se llevaba a cabo históricamente a través de debates participativos en el seno de los partidos políticos y las instituciones tradicionales de participación (asociaciones vecinales, culturales, juveniles, sindicatos…).
¿Qué ha pasado, particularmente, con los partidos políticos? Hoy por hoy no existe, en la práctica, esta posibilidad de debate interno y de defensa de ideas diferentes y «rebeldes». Se incentiva poco o directamente se eliminan los cauces para el debate. Esto se debe al cambio de cultura que han sufrido los partidos políticos en algunos países occidentales, incluida España. Ha pasado a entenderse la diversidad de opiniones, propuestas y la discrepancia como un síntoma de debilidad, en vez de como la fortaleza imprescindible que supone para las organizaciones políticas.
Esta falta de posibilidad de debate interno en los partidos ha frustrado esa rebeldía juvenil (y no solo juvenil). Esto explica, en parte, los bajísimos datos de militancia y de activismo joven en los partidos políticos.
Pero la rebeldía y la ambición por cambiar las cosas siguen ahí. Y han pasado a canalizarse por otras vías. Se ha evolucionado hacia un activismo por causas que va sustituyendo al activismo clásico de partidos. Y hacia un activismo en formas y medios modernos, frente a los tradicionales debates y tertulias de agrupación de partido.
«No es que los jóvenes pasen de la política, sino que la practican de una manera diferente»
Ya no se canaliza esa opinión, ambición y esa rebeldía por cambiar las cosas a través de un partido político sino a través del emprendimiento social, de las redes y del activismo en movimientos por causas concretas: salud mental, sostenibilidad ambiental, vivienda, igualdad entre hombres y mujeres, derechos LGTBI, etc.
No es que los jóvenes pasen de la política, sino que la practican de una manera diferente. Un ejemplo claro son las redes sociales. Para los jóvenes son un instrumento de interacción, diálogo, participación, opinión, crítica, desahogo y apoyo a causas concretas. Y para los partidos clásicos, por el contrario, son una forma de poner carteles, mandar panfletos o dar los mítines de siempre.
La rebeldía ante la frustración y el cabreo
La rebeldía, por definición, predispone a cambiar y, en su caso, incluso a romper por completo con lo que hay. Y multiplica su intensidad y efectos ante dos escenarios muy específicos: la frustración y el cabreo. La frustración se produce cuando se ha generado una expectativa y ésta no se ve cubierta. En política, particularmente, se manifiesta con el incumplimiento de promesas y de programas electorales. Y el cabreo, por su parte, se genera ante hechos injustos y acciones y actitudes reprochables.
Imaginemos una joven de 33 años. Con un trabajo normal y un sueldo medio (1500-1600 euros). Vive en una de esas ciudades con precios de vivienda disparados. Se consiguió emancipar, pero dedica más de la mitad del sueldo al alquiler y comparte una casa un poco cutre con otra chica. No puede ahorrar nada y ve imposible comprarse una casa o evolucionar a otra mejor y formar una familia. Es un caso absolutamente representativo en España. Esta joven lleva oyendo desde que tiene 20 años a todos los políticos prometer «viviendas para jóvenes». En todas las elecciones que ha vivido, da igual municipales, autonómicas o generales, hay una subasta entre candidatos ofreciendo cientos de miles de viviendas. Y no conoce a nadie que tenga ninguna. Le gusta estar en redes sociales y grupos de WhatsApp de amigos. Y ve que todo el mundo está igual. Ya ha cumplido 33 años y empieza a pensar que pronto va a dejar de ser esa «joven» a la que los políticos prometen viviendas. La casa que esperaba desde hace 10 años ni ha llegado ni tiene pintar de llegar. Frustración.
Imaginemos un joven de 21 años. Estudia en una universidad pública. Pero de milagro. Su hermano, de 19 años, no pudo ir porque para dos ya no salían las cuentas de la matrícula en casa. Sus padres lo pelean duro en trabajos según temporadas con sueldos mejores o peores. Pero siempre muy duros en horarios y esfuerzo. No hay garantías de que el curso siguiente pueda matricularse. Le gusta ver qué hacen sus amigos y que está pasando en reels y videos de redes sociales. Cada vez que aparece algo «político» son insultos, reproches y sobre todo corrupción. Cantidades robadas vergonzosas que él no sabría ni como gastar en cincuenta años. Y piensa en sus padres, en su hermano y en su próxima matrícula de la uni. El cabreo es máximo.
Ante la frustración y ante el cabreo caben dos opciones: la resignación o la rebeldía. Y no podemos aspirar como sociedad a que la respuesta sea resignarse a que todo siga igual. Y mucho menos entre los jóvenes. Estas dos personas tendrán una tendencia mayor, por su edad, a la rebeldía. Y la rebeldía se traduce en hacer lo que haya que hacer para cambiar las cosas y, llegado el caso, para romperlas y que todo empiece de cero. En ese momento, en esos mismos reels y vídeos de las redes sociales, aparece un camino aparentemente sencillo para romper y cambiar. Soluciones simples y evidentes para acabar con lo que hay.
«La frustración de expectativas, los incumplimientos, la mentira, los insultos y el cabreo por la corrupción es lo que hace crecer al populismo. A Vox»
Aparece el populismo. Y la radicalidad. Hace 10-15 años esa respuesta a la frustración y al cabreo la capitalizaba Podemos. Hoy lo hace Vox. Es la respuesta simple, el voto útil para romper y empezar de cero. El voto de la rebeldía. No solo de los jóvenes, pero sí de muchos jóvenes.
¿Qué hacemos frente al populismo?
Lo primero es tener claro el diagnóstico. La frustración de expectativas, los incumplimientos, la mentira, los insultos y el cabreo por la corrupción es lo que hace crecer al populismo. A Vox. Hay que parar todo eso. Pero ya.
Lo segundo es no juzgar a la gente por lo que opinan o votan. Especialmente no juzgar a los jóvenes. Entender y hacerse cargo de su situación y de sus sentimientos de cabreo y frustración. Y que vean que les entendemos, no que hacemos como que les entendemos. Con humildad sincera.
Y lo tercero es afrontarlo con valentía, honestidad y coherencia. Porque todo lo contrario hace crecer aún más la frustración y el cabreo. No se gana al populismo con más populismo. Ni a la radicalidad con más radicalidad. Al revés, así se les alimenta. Solo se les gana con humildad, respeto y con contundencia en el cumplimiento de compromisos, en la coherencia y en la honestidad. Y dando la cara. Siempre.