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Julio César Moreno León: Parece inevitable

 

La denuncia del Secretario General de la OEA  a la pasiva actitud de la ONU ante la crisis de nuestro país constituye un grave cuestionamiento ético y político contra ese organismo. Dice Almagro que “Venezuela es víctima de una guerra sucia, una guerra declarada contra el pueblo venezolano”. Afirma que la llamada “Responsabilidad de proteger” aprobada en la cumbre mundial de Naciones Unidas de 2005 obliga a actuar frente al Estado que  comete crímenes contra sus propios compatriotas o fracasa en la defensa de los derechos humanos. Y recuerda que  ese mecanismo permite la intervención militar, previa la aprobación del Consejo de Seguridad, con el fin de restablecer los derechos conculcados a los ciudadanos por quienes controlan ilegítimamente el poder. Con  base en esta resolución, Almagro justifica la acción armada para desplazar al régimen que encabeza Maduro, y argumenta sin ambages contra los países que en el seno de la ONU  soportan y justifican a la tiranía venezolana o permiten su existencia asumiendo ambiguas posiciones.

Al igual que el presidente Donald Trump, a diferencia del llamado Grupo de Lima, Luis Almagro afirma que frente a la crisis de nuestro país deben mantenerse todas las opciones, incluyendo por supuesto la acción militar. Considera “inmoral descartar a priori esta opción”, afirma que eludir el tema es “cobardía y permisibilidad”. Para él ya pasó el tiempo de “tergiversar las razones para no acordarlas”, y a raíz de la detención de Roberto Marrero –Director del Despacho del presidente (e) Juan Guaidó- se pregunta ¿Cuando se lleven preso a Guaidó haremos otro comunicado?

Luis Almagro recuerda que Venezuela sufre la peor estampida migratoria de América, y estima que de continuar este trágico proceso, al finalizar el año, más de 5 millones de venezolanos se habrán marchado del país en las mismas  precarias condiciones. Por ello, frente a los que escogen el camino de esperar arreglos o el efecto de las sanciones y gestiones diplomáticas, se pronuncia “por acabar de una vez con el sufrimiento de Venezuela”.

A los gobiernos que prolongan indefinidamente la toma de decisiones los increpa y les pregunta por los minutos que transcurren en la vida de los torturados, de los exiliados, y de los familiares de asesinados y perseguidos. Les invita a analizar las cosas desde la lógica de las víctimas que no tienen protección, de los niños muertos en las puertas de los hospitales, de los que fallecen por falta de medicinas, de los que mueren de hambre y  de mengua por culpa del Estado criminal.

En respuesta a los que argumentan en favor de la “no intromisión en los asuntos de Venezuela” afirma, por el contrario, que la situación obliga a todas las manos de la comunidad internacional a participar en la solución de la crisis más grave que haya ocurrido en América.

Desde que el Secretario General de la OEA formuló ese enérgico pronunciamiento hasta estos días que transcurren en medio e tensiones e incertidumbre, el conflicto que destruye a nuestro país se hace más intenso mientras la dictadura intensifica la represión y aprueba en la Asamblea Constituyente el Plan de la Patria para consagrar la legalidad totalitaria con la que pretenden eternizarse en el poder. Por lo tanto, pareciera claro que la reducida cúpula oficialista no tiene entre sus opciones retroceder o pactar acuerdos que permitan la solución pacífica de la crisis. La presencia de Rusia y China en plan de desafío a Estados Unidos y al hemisferio fortalecen esta creencia y pareciera descartar, al menos hasta ahora, cualquier rumbo diferente al que hoy estamos transitando los venezolanos.

Por su parte el gobierno de Donald Trump recrudece su ofensiva basada en “todas las opciones sobre la mesa” e impone nuevas medidas destinadas a castigar con sanciones personales a los más importantes jerarcas del oficialismo, y a frustrar los desesperados intentos de impedir el colapso económico definitivo del régimen. La reciente captura del “pollo” Carvajal y su extradición a Estados Unidos darán, sin duda, nuevos elementos probatorios a la Casa Blanca para presentar al régimen como una organización delictiva al servicio del narcotráfico internacional a la cual hay que quitarle toda capacidad de financiamiento.

En el desarrollo de esa misma política, Estados Unidos acude nuevamente al Consejo de Seguridad de la ONU y ratifica, por intermedio del Vicepresidente Mike Pence, su decisión de derrocar a Maduro. Ha expresado Pence que lo planteado en Venezuela “es una lucha entre dictadura y democracia”. Y le ha dicho, en claro y nada diplomático lenguaje al embajador Samuel Moncada, “váyase a Caracas y dígale a Maduro que tiene que marcharse porque se le acabó su tiempo”. Por su parte Mike Pompeo declara ante el Congreso que la presencia de Cuba, Rusia, China e Irán  en Venezuela  representa una grave amenaza para los Estados Unidos, mientras que el senador republicano Rick Scott se pronuncia por la acción militar y el almirante Kurt W. Tidd, jefe del Comando Sur, afirma que sus efectivos están preparados para actuar cuando el presidente Trump lo ordene.

Igualmente, la reciente reunión de Steven Mnuchin, Secretario del Tesoro, con los ministros de finanzas de Alemania, Argentina, Canadá, Chile, Guyana, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, Francia, Guatemala, Guyana, Italia, Japón, México, Panamá, Portugal, Perú y Reino Unido, destinada a crear un fondo de 10 mil millones de dólares para el financiamiento de la actividad comercial venezolana durante el próximo gobierno de transición, es otra muestra del compromiso estadounidense en la sustitución del régimen dictatorial, y en el restablecimiento de la normal actividad socio-económica venezolana con la participación de gobiernos amigos.

Mientras tanto Guaidó permanece impertérrito ante las amenazas de la maquinaria represiva del poder madurista, y continúa su visita a las barriadas populares del país en medio del apoyo entusiasta de los ciudadanos y a pesar de las medidas adoptadas por la justicia oficialista, destinadas a encarcelarlo.

Así las cosas, todo parece indicar que los próximos tiempos colocarán a nuestro país en el escenario de una confrontación en la que el gobierno de Trump, acompañado o no por su aliados, asumirá el reto de enfrentar con su amplio poder político y militar al ensayo totalitario venezolano, con las evidentes consecuencias sobre las dictaduras de Cuba y Nicaragua. Esto parece inevitable…

 

 

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