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Karina Sainz Borgo: El gramito de Sánchez

La unidad de medida del presidente de Gobierno no completa ni siquiera el gramo que le costaría defenderse. Cada vez que habla, Sánchez nos tose, nos desahucia, nos abandona y nos miente

Qué distinta era la vida de Pedro Sánchez cuando repartía su agenda en las dos cosas que más le gustaba hacer: mirarse al espejo y viajar en el Falcon. Lo terrible es descubrir que eso era lo único que sabía hacer. ¡Ah, y lavarse las manos, claro! La madrugada del jueves, Pedro Sánchez ofreció en el Congreso una imagen menguante, un hombre al que ni está ni se le espera y al que sus socios traicionan absteniéndose al momento de prorrogar el estado de alarma.

A medida que pasan los días, el presidente de Gobierno va a menos y hasta cabe preguntarse si no estará él contagiado también. Tras sus febriles alocuciones del fin de semana, Sánchez vuelve a tartamudear y a colgarse las medallas de la obviedad. Anuncia medidas que aún no implementa, compra test pirateados y abusa de la propaganda, acaso porque se cree aún en campaña o porque su vanidad no le deja ver que se le muere un país.

Pidió tiempo Pedro Sánchez, el mismo del que no pudieron disponer los más de cuatro mil fallecidos en España. Resucitado como jefe de la oposición, Pablo Casado le recriminó su inacción y Sánchez, amputado de toda autocrítica, se atrincheró en su silabario de primero de pandemia y aseguró que no emplearía un gramo de su energía en defenderse. Lógico, si no ha logrado hacerlo con la nación que dirige, a duras penas podrá hacerlo consigo mismo.

La unidad de medida de Sánchez es tan exigua que no llega al gramo. Dice que no se defenderá, pero si ni siquiera puede hacerlo con la nación

La unidad de medida de Sánchez es tan exigua que no llega al gramo. Se revela más bien como un peso pluma en un combate que pierde en nuestro nombre. Caído en la lona y paralizado por las circunstancias, Sánchez, aquel Julian Sorel de Ferraz, no supera la etapa anal: es incapaz de controlar o contener nada, ni siquiera a la mitad de su Gobierno que aún no se ha contagiado.

La semana aún no termina y al momento de escribir las líneas de esta Polaroid, comienza una a preguntarse si no se habrá velado el carrete, porque al presidente no se le ve por ningún lado. Quizá esa sea su verdadera naturaleza: la invisibilidad, la levedad y la insignificancia. Para haber escrito un Manual de resistencia, es bien poca la que tiene. Cada vez que habla, Sánchez nos tose, nos desahucia, nos abandona y nos miente.

 

 

 

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