Un círculo de vocales y consonantes rodea la cabeza de Rafa Castaño como un halo de neón. Si no fuese por la barba espesa y oscura del concursante, cualquiera diría que se parece a san Jerónimo, el patrono de los libreros y traductor de la Biblia. Castaño no tiene la chiva blanca y rala de los santos, pero eso no lo exime de haber oficiado un milagro, con Bárbara Rey como testigo: conseguir que el lenguaje se haya convertido en objeto de furor mediático.
El jueves de esta semana, en plena franja de mayor audiencia, el periodista y librero Rafa Castaño conquistó el bote más alto del programa televisivo ‘Pasapalabra’: 2,2 millones de euros. Completó un rosco perfecto, sin pausas ni fallos, como si jugara al tiro al blanco con el abecedario. Acertó veinticinco letras de una sola tacada, disparando en orden alfabético. ¡Si hasta parecía en trance!
Más allá de la abundancia sobrevenida, del espectáculo electrizante de ver a otro ganar dinero, lo que realmente parecía fascinar a los espectadores era el virtuosismo de Castaño. Sus aciertos con el diccionario despertaron tanta euforia como el caño de un delantero a un defensa. Todo en la emisión de ‘Pasapalabra’ de esta semana se presta a la fantasía, al delirio. Hace pensar que podría cundir, quién sabe, la creencia de que el lenguaje, como el fútbol o el tronismo, puede hacerte rico y famoso.
Que alguien que se dedica a vender libros absorba la atención de 4.578.000 espectadores, tres millones más que los 1.775.000 de aquel 0-4 del Barça en el Bernabéu, induce a la ilusión. Hay consuelo, y hasta redención, en el hecho de que un librero, y no un tenista o un chef, sea jaleado en los informativos como la noticia de la semana. Sin duda, este sevillano, que parece sacado de un cuadro de Velázquez o un apóstol pintado por Caravaggio, no es un concursante cualquiera.
Si bien la evocación espartana «vuelve con tu escudo o sobre él» que declamó al salir de los estudios de Atresmedia apuntaba maneras, la naturaleza del personaje ha quedado aún más clara al día siguiente de su hazaña. Al ser preguntado por el periodista de ABC Bruno Pardo a qué se dedicaría ahora que le sobraban por igual el tiempo y el dinero, Rafa Castaño no tuvo duda alguna al momento de contestar: se entregaría a ‘Guerra y paz’ y ‘Doctor Zhivago’, dos clásicos de la literatura universal que faltan entre sus lecturas.
Puede que a los chavales –y a los no tan jóvenes–, les dé ahora por leer sobre la batalla de Termópilas, memorizar el diccionario, las letras de Bob Dylan o los versos de Cernuda. Puede incluso que acaben por abarrotar La Caótica, la librería sevillana donde trabaja Castaño, para hacerse un selfi con el hombre que en una sola noche ganó todo el dinero y el tiempo del mundo para leer ‘Doctor Zhivago’.