La culpa es de los muertos
Primero se parapetó en los expertos... pero la cifra de fallecidos es tan alta que Sánchez no ha tenido más remedio que culpar a los ciudadanos por salir demasiado a la calle e incluso a la UE por no ayudar
Los mismos creadores que durante semanas nos ofrecieron la película «Aquí no pasa nada» y que luego, cuando todo estalló, nos mantuvieron entretenidos con «Hicimos lo que nos dijeron los expertos» y «Ya hemos llegado al pico», este fin de semana nos han traído su más reciente producción: «La culpa es de la gente, que sale demasiado a la calle, y de la UE, que es muy mala y no nos quiere ayudar».
Después de decir durante dos semanas que el confinamiento de los españoles era modélico, y demostrarlo con datos de todo tipo, ahora resulta que no, que los ciudadanos son unos irresponsables y siguen saliendo a la calle para contagiar a todo hijo de vecino… ¿Lo próximo qué va a ser? ¿Echarle la culpa a los muertos?
Obviamente, semejante giro de guión ha estado provocado por la avalancha de muertes, que roza ya el millar diario y que el Gobierno no tiene otra manera de afrontar más que decretando un confinamiento total, con la esperanza de seguir ganando tiempo a ver si esto remite en algún momento para empezar a sacar pecho.
Pero tomar a la gente por imbécil tiene sus riesgos. Por mucho que salga el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dentro de un mes para anunciar que hemos ganado la batalla contra el virus, lo cierto es que ya hemos sido derrotados… y sólo falta saber cuántas bajas tendremos exactamente.
Esta guerra se perdió el día que nadie tomó medidas de prevención cuando saltaron las alarmas, primero en China y luego en Italia. El día que, ya con el virus en España, nadie se lo tomó en serio y se siguió actuando con negligencia. El día que, con un par de focos muy localizados, nuestras autoridades fueron incapaces de cerrarlos a cal y canto para no propagar la infección. Y, por supuesto, el día que la improvisación, la descoordinación y el caos se apoderaron de los dirigentes políticos.
Discurso irresponsable
De la nueva película de Sánchez lo más preocupante es su giro antieuropeo, ya que, aferrándose a la negativa de Alemania y Holanda de poner en marcha un ‘Nuevo plan Marshall’, ha echado mierda sobre las instituciones comunitarias con el argumento de que esto es un problema europeo que exige una solución común.
Tiene razón Sánchez en que la UE no ha existido en toda esta historia y en que la respuesta a la crisis debería ser coordinada, pero no puede pretender que Bruselas le salve ahora de los gravísimos errores cometidos. Por mucho que se empeñe el presidente del Gobierno en recordar que la epidemia es global, la realidad es que no todos los países están afrontando las mismas dificultades.
España tiene ahora mismo la peor curva de muertos del planeta, lo cual anticipa que, si seguimos el mismo patrón que Italia, desbordaremos con facilidad sus 10.000 fallecidos. Todos los países europeos tienen casos, sí, pero ninguno, excepto Italia, más que España. Y eso que nadie está subrayando la gran anormalidad estadística que supone que España sea líder en muertos teniendo menos población que Francia o Alemania.
Es muy fácil decir que «Europa debe proteger a los más débiles» cuando acabas de romper la vajilla entera por tu mala cabeza
Lo de España es una catástrofe, se mire por donde se mire. Y eso no es fruto del azar, es el resultado de decisiones equivocadas. Que Sánchez ha metido la pata hasta el fondo lo sabe perfectamente Angela Merkel, de ahí que no esté dispuesta a pagar el funeral. Por supuesto, es legítimo que el presidente defienda a muerte en Bruselas los intereses españoles e intente arrancar la mayor cantidad de millones para reconstruir el país, pero lo que hizo el sábado en televisión delante de toda España es profundamente irresponsable. Echarle la culpa a la UE, hablar en esos términos, dando argumentos para que crezca el euroescepticismo, es una barbaridad y de una demagogia inaceptable. Es muy fácil decir que «Europa debe proteger a los más débiles» cuando acabas de romper la vajilla entera por tu mala cabeza.
La prueba de que, a pesar de que la epidemia es global, hay maneras y maneras de gestionarla, la tenemos muy cerca, y no hay que mirar al norte de Europa. Basta con observar lo que pasa en Portugal, un país con el que compartimos 1.200 kilómetros de frontera y que está muchísimo menos afectado por el coronavirus. Y un país que también hizo en su día severos recortes en la Sanidad, muchos de ellos obligados precisamente por Bruselas. Pero ahí está, aguantando con apenas 120 muertos y con un primer ministro, António Costa, que, además de haber demostrado gran eficacia, se ha permitido el lujo de echar un capote a Sánchez y salir en defensa de nuestro país, lo cual le honra.
Salvar al soldado Sánchez
Primero fueron los expertos, que no nos avisaron, y ahora es la gente, que no se ha confinado, y la UE, que no nos ayuda. El caso es no asumir ninguna responsabilidad, ni siquiera la derivada del lío de los test defectuosos, que en cualquier país serio habría provocado alguna dimisión. Aquí no. Aquí hay que salvar a toda costa al soldado Sánchez.
Pero el problema del presidente del Gobierno es que cerca de un millar de muertos todos los días no se pueden ocultar, por mucho que las televisiones esquiven los féretros y en su lugar hablen de la fiesta de los balcones, de la gente que recibe el alta o de lo bien que funciona estos días Internet. Cuando caen de esta manera tantos miles de compatriotas, es imposible contener el malestar. Todos tenemos ya, o acabaremos teniendo, a alguien cercano entre los muertos, personas de confianza que están en los hospitales (trabajando o ingresados) y familiares enfermos que han perdido la paciencia llamando sin éxito a esos diecisiete teléfonos diferentes a los que hay que avisar.
Y eso por no hablar de las consecuencias económicas de todo esto o de la indignación creciente en algunos hogares, especialmente en aquellas familias que no disponen de ahorros para aguantar dos o tres meses sin ingresos y que están encerradas con varios hijos entre cuatro paredes. Ahí se está generando un caldo de cultivo que antes o después va a acabar estallando si esta crisis no se resuelve pronto, y no lo parece. En Italia ya está habiendo saqueos de supermercados porque la gente está desesperada, sin dinero y sin comida. De igual manera, antes o después algunos en España no podrán soportar el calvario mientras ven por televisión cómo sus líderes aguardan el final de la crisis sentados cómodamente en un jardín de La Moncloa o de Galapagar.