La democracia socavada
«Hemos ratificado con el presidente Putin el mapa estratégico de cooperación para toda esta etapa que viene» dice Maduro
En los últimos tiempos ha resultado evidente la implicación de Cuba y Venezuela en los desórdenes que asolan a las democracias latinoamericanas. Nos quedaba la duda de cómo dos economías en quiebra, cuales son las de La Habana y Caracas, pueden tener tanta capacidad de acción e influencia. Al fin, esta semana, Nicolás Maduro nos ha ahorrado tener que seguir especulando al respecto. El pasado miércoles por la noche, en la Plaza Roja de Moscú, grababa una declaración mientras paseaba rodeado de su equipo. La declaración, íntegra, fue la siguiente:
«A nuestros hermanos de América Latina y del mundo: Desde Moscú, reafirmando nuestra fe ¡Otro mundo es posible! Un mundo sin imperios, un mundo de hermandad. Hemos ratificado con el presidente Putin el mapa estratégico de cooperación para toda esta etapa que viene. Terminar bien el año 2019 y apuntar hacia los años 2020, 21 y 22. Me voy feliz de Moscú porque hemos ratificado un camino. Un camino que fundó el comandante Chávez. Un camino que va dando grandes resultados. Gracias a Rusia, gracias presidente Putin. Seguiremos venciendo. Hacia el futuro siempre.»
La suave brisa bolivariana de la que nos habló Diosdado Cabello semanas atrás ya sabemos con qué dinero se propulsa. Y mientras todo Occidente se dedica a atacar a la Administración del presidente Trump, nadie parece dispuesto a denunciar la grave injerencia de Vladímir Putin en la América Hispana. La victoria de la izquierda peronista en Argentina parece inevitable. Sumemos a ello la inestabilidad en Ecuador, el golpe en Perú y el brutal levantamiento en Chile, donde hay imágenes de las turbas atacando a la Policía con un sadismo que convierte las calles de Barcelona en una pachanga entre amiguetes. Y vayamos preparándonos para otros escenarios. En Colombia Gustavo Petro no oculta su sintonía con estos movimientos y lo hace desde la sólida posición que obtuvo en las elecciones presidenciales del año pasado, cuando en la segunda vuelta logró ocho millones de votos, el 42% de los emitidos en las elecciones que ganó Iván Duque.
Y qué decir de Bolivia, donde el fraude es de una magnitud colosal. No estaría de menos que el secretario general de la Organización de Estados Americanos, que tan buenos servicios a la democracia ha prestado en países como Venezuela y Cuba, reconozca ahora cómo se equivocó en Bolivia. Porque Almagro, que hogaño denuncia el fraude y pide la celebración de la segunda vuelta, es el mismo que avaló la flagrante violación de la constitución para que Evo Morales pudiera presentarse a un tercer mandato que está expresamente prohibido.
Este escenario plantea una vez más una cuestión ética difícil de resolver: la democracia está siendo atacada con medios bastardos. Lo que no se consigue en las urnas limpiamente, se está buscando con artimañas ilegales. Y al final esto quiere decir que el Estado de derecho siempre está en inferioridad de condiciones contra quien libra una guerra sucia contra él. Porque esos revolucionarios siempre tienen métodos con los que los demócratas no pueden contar. Es una lucha desigual. Ha pasado muchas veces a lo largo de la Historia, y nada ha cambiado en el siglo XXI en ese terreno.