La nueva izquierda ‘facha’ iberoamericana
A los mandatarios de izquierdas de la regiónse les llena la boca de proclamas progresistas, pero a la hora de la verdad imponen una dirección conservadora en cuestiones como el matrimonio homosexual, los derechos LGTBQ, el aborto, la eutanasia, el uso de drogas y no quieren oír hablardel lenguaje inclusivo
Es la nueva izquierda latinoamericana con ropajes de la vieja. Son los líderes a los que se les llena la boca con el término progresismo, revolución, bolivariano o cualquier otro de la cosecha del ‘socialismo del siglo XXI’ y sus satélites. Unos, se oponen al matrimonio igualitario. Otros, están en contra de la despenalización del aborto o se hacen los distraídos para no tocar ese tema. La mayoria se confiesa creyente, les produce espanto el lenguaje inclusivo y, a una buena parte de ellos, les irrita o ignoran el significado de las siglas LGTBQ.
Los hay que defienden el modelo de familia tradicional y en general, no quieren saber nada -o poco- de las drogas. El último de estos dirigentes en subirse a ese carro, donde se mezclan melones de la historia, como Nicolás Maduro o Daniel Ortega, con ejemplares frescos modelo el populista salvadoreño Nayib Bukele, es Pedro Castillo, el maestro rural peruano que repudia todas esas banderas sociales que, tradicionalmente, enarbolaba la izquierda que reivindica.
«Para nada legalizaría el aborto. ¿La eutanasia? Tampoco estoy de acuerdo. ¿El matrimonio igualitario para personas del mismo sexo? Peor todavía. Primero la familia». En el extracto de la entrevista, en la emisora RPP, una de tantas donde defiende su posición, Castillo se corola con una última cuestión: «¿Legalizar la marihuana? Por supuesto que no». El «demonio rojo» del cono sur, como define el ‘establishment’ al virtual presidente de Perú (salvo sorpresa mayúscula), desconcertó al ‘progresismo’ iberoamericano con unas declaraciones que firmaría cualquier conservador, de los de antes.
Castillo, que ha suavizado su discurso político, desde que el escrutinio oficial le diera como ganador con el 50,12 por ciento de los votos, frente a Keiko Fujimori (49,87), concentra en sí mismo todos los valores de los movimientos y partidos de derecha del planeta pero, en realidad, no es el único que piensa así.
El salvadoreño Nayib Bukele, se declaró «de izquierda radical» y ahora afirma: «No creo en ideologías». Frontal, no oculta su oposición al matrimonio igualitario y es contrario al aborto. «Como concepto, no… El matrimonio es el casamiento entre un hombre y una mujer», afirmó antes de añadir: «Eso, no inhibe que puedas tener la pareja que quieras y los derechos que quieras».
En discusión por Instagram con el rapero René Pérez, el joven presidente (39 años) apeló a «los conceptos semánticos. Yo no soy muy partidario cuando dicen todes. A mi me gusta decir todos, porque hablo español, el español es un poco machista pero es el idioma que hablamos». Hijo de Armando Bukele Kattán, fundador de la primera mezquita en el Salvador, considera el aborto, prohibido en su país, un «genocidio». «Yo, no mataría a alguien indefenso por lo que hizo su padre… Aunque sea hijo de un violador, no tiene la culpa». Dicho esto, pensó en voz alta: «Me pueden decir, este facho…», pero, no cambia de opinión y advierte: «…rechazo el desprecio a cualquiera que sea diferente.»
Quizás esos temas, el aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, sean los más huidizos de la agenda presidencial de Andrés Manuel López Obrador. El AMLO todavía candidato reflexionaba hace unos años: «Lo fundamental es la honestidad, eso (legalizar el aborto en todo el país y el matrimonio igualitario), con todo respeto y autenticidad, lo considero como algo no tan importante». Anticipo de lo que, hasta ahora, es su Gobierno, los movimientos feministas protestan por la escasa atención del presidente a sus demandas y reclaman una legislación urgente para todo México.
La discriminación por cuestión de raza, religión o tendencia sexual son banderas que parecen dejar de ondear entre ciertos líderes de esta nueva izquierda latinoamericana. Las palabras de Alberto Fernández durante la reciente visita de Pedro Sánchez a la Casa Rosada en Buenos Aires, le valieron acusaciones de racista, xenófobo, supremacista y otras de ese estilo. El presidente de Argentina y fundador del Grupo de Puebla no tuvo mejor ocurrencia que, remedando mal a Octavio Paz, decir: «Los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva pero nosotros, los argentinos, llegamos de los barcos. Y eran barcos que venían de Europa». De poco le valieron sus disculpas de no haber querido ofender a nadie. El daño -y la avalancha de memes- estaba hecho.
Más brutal resultó Nicolás Maduro al calificar de «mariconsones» a los líderes de la oposición. Su ensañamiento encontró en la presunta homosexualidad de Henrique Capriles carnaza para indigestar. «Yo, sí tengo mujer ¿Oyeron? Me gustan las mujeres. Y, aquí la tengo», soltó en plena campaña del 2013 en alusión al ex gobernador del Estado de Miranda, mientras miraba a su esposa, Cilia Flores.
Capriles expresó su «rechazo a las declaraciones homofóbicas de Nicolás», las calificó de «fachismo» y «de extrema derecha». Pero no es precisamente la derecha la que se mete en esos charcos. La cuestión de la testosterona también la coló en sus intervenciones Evo Morales. El ejemplo más escandaloso lo ofreció en una cumbre mundial del cambio climático: «El pollo está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres (sic)».
En República Dominicana, el socialdemócrata Luis Abinader, que incorporó el Ministerio de la Mujer a su Gobierno, defiende los valores de la familia tradicional. Miembro del Partido Revolucionario Moderno (PRM), el primer presidente nacido después de la dictadura de Leónidas Trujillo (1930-61), dijo: «El matrimonio entre personas del mismo sexo está prohibido en la Constitución y, además, la sociedad dominicana no está preparada para eso. Seguir preguntando por lo mismo es insistir…», le espetó a un periodista que no se daba por vencido con sus explicaciones. «Es un tema -reiteró- que me preguntan con mucha insistencia y todo el mundo conoce mi orientación religiosa (es católico) pero -contraatacó- no sabemos de qué orientación religiosa es el presidente Danilo Medina», por entonces en la Presidencia.
La presencia de Dios
En Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva, tras su salida de prisión prepara el terreno para volver al Palacio de Planalto. El ex sindicalista y líder del Partido de los Trabajadores (PT), busca una fórmula similar a la que integró con José Alencar en 2002. El empresario, ya fallecido, fue su pasaporte de entrada a los movimientos evangélicos. Gracias a estos, consiguió el triunfo en las urnas y sin estos, difícilmente podrá regresar al poder. En su cuenta de Twitter Lula no tardó en escribir: «Dios estuvo en todo momento en las cosas que he vivido. Incluso en prisión». A renglón seguido, añadió: «Si Dios simboliza el amor, la fraternidad y la bondad, Bolsonaro no puede ser un enviado de Dios».
En diferentes notas de prensa, Lula se ha esforzado en hacer méritos para seducir a los evangélicos. Al recordar los 580 días que estuvo preso siempre menciona cómo disfrutaba con sus programas (constantes) de la televisión. El diario ‘Folha’ de Sao Paulo publicó hace unas semanas que el ex presidente mantuvo una entrevista con Manoel Ferreira, obispo de la poderosa Asamblea de Dios. Lula fue en busca de otro candidato a vicepresidente que saliera de sus feligreses para reventar las urnas el próximo año de elecciones generales. Ferreira, de 89 años, le derivó a su hijo, hoy por hoy, ferviente admirador de Jair Bolsonaro.
La fe, salvo en sí mismo, es un misterio intermitente en la vida de Daniel Ortega. El presidente de Nicaragua se casó con Rosario Murillo en 2005. El guiño a la Iglesia incluyó la derogación de un artículo del Código Penal que permitía la interrupción del embarazo bajo determinados supuestos. El idilio con el Vaticano se rompió en 2018, cuando los obispos comenzaron a alzar la voz por sus atropellos y las calles de Managua se tiñeron de sangre. Desde entonces, su afinidad con los evangélicos fue en aumento. Eliseo Nuñez, ex diputado y miembro del Frente Amplio por la Democracia, consideró su cambio de tendencia religiosa «un juego donde lo único que queda claro es que ellos no tienen principios ni ideologías. Su objetivo es sostenerse en el poder, así tengan que matar y echar presa a la mitad de Nicaragua, así tengan que convertirse a la Cienciología de Tom Cruise». En conclusión, asegura, «fueron ultracatólicos, marianos, celebraban a la Virgen y al Niño Dios mientras les servía. Ahora, pues, no les sirven».
En abril de 2018, Nicaragua despenalizó la homosexualidad. Ese mismo año, la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH), denunció 1.300 desapariciones y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos estimó que unas 200 personas murieron por disparos de las fuerzas de seguridad. La escalada de violencia, el cierre de medios de comunicación y los abusos de poder del matrimonio Ortega sirvieron en bandeja que su Gobierno se comparase con la dictadura de Anastasio Somoza. El atropello al pueblo y a la ley, sumado a las recientes detenciones de opositores al régimen sandinista, le valieron en junio la condena de la OEA que exigió «la inmediata liberación de los precandidatos presidenciales y de todos los presos políticos». Bolivia y San Vicente votaron en contra. Argentina, México, Dominica, Honduras y Belize se abstuvieron.
Violación sin condena
Zoilamerica Narváez Murillo es doble víctima de la pareja presidencial. Hija de Rosario Murillo, denunció los abusos sexuales y violación de su padrastro cuando aún «no había cumplido los diez años», entre 1977 y 1978. Un año más tarde, con Somoza refugiado en Paraguay, Daniel Ortega le dijo: «Ya estás lista». Entonces, la violó. El líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional se amparó en sus fueros para esquivar el banquillo. La causa llegó hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos que le dio la razón a la joven y exigió la celebración de un juicio. «Duró dos días. Se declaró todo prescrito… Ni siquiera, me permitieron presentar mi declaración», lamentó Zoilamérica. Daniel Ortega era -y es- el presidente de la República de Nicaragua. Su madre, Rosario Murillo, su esposa y su cómplice.