La política argentina se concentra en una pregunta: ¿Irá Cristina Kirchner a la cárcel?
Cuentan algunos ministros de Mauricio Macri que en las reuniones que mantienen, después de despachar los asuntos más relevantes de la economía o la gestión habitual, se produce muchas veces un debate informal con una sola pregunta que atraviesa toda la política argentina y los ambientes del poder empresarial: ¿Acabará Cristina Fernández de Kirchner en la cárcel? Buena parte de la victoria de Macri hace ahora un año se debe a la movilización de los antikirchneristas, que deseaban con todas sus fuerzas echar a sus huestes del poder y utilizaron al presidente para lograrlo. Pero el rechazo que provocaron los 13 años de kirchnerismo en una parte de la sociedad es de tal calibre que a millones de personas no les basta con ver a la expresidenta fuera del poder. Quieren que vaya a la cárcel.
Es lo que le piden a Macri y a los ministros en sus asados de fin de semana muchos de sus amigos y familiares, explican en su entorno. Es lo que reclaman los oyentes cuando les dan espacio en las radios más cercanas al macrismo. Es lo que se ve en las redes sociales. Una parte importante de los fieles al presidente le exigen que mueva todo lo que está en su mano para que los jueces la metan en prisión por corrupción.
Algunos incluso acusan a Macri de preferir que ella siga libre para tenerla como jefa de la oposición, una ventaja clara porque mientras siga en la arena pública el peronismo estará dividido entre los kirchneristas y los que tratan de sucederla.
En Argentina nadie cree en las casualidades. Y mucho menos en la independencia judicial. El país está acostumbrado a que los jueces actúen al dictado del poder. Las denuncias de corrupción contra ellos son frecuentes. En cada movimiento, los argentinos creen descubrir la mano de la política e incluso los servicios secretos. Es lo que en la cultura italiana, siempre muy presente en Argentina, se llama la “dietrología”, o una constante tendencia a ver conspiraciones. Por eso nadie le cree a Macri cuando dice que él no presiona a los jueces y que la decisión de enviar a la expresidenta a prisión o no por los casos de presunta corrupción que la afectan es solo de los magistrados.
La expresidenta está llamada a declarar como imputada por la presunta corrupción en la obra pública de Santa Cruz, la provincia de los Kirchner. El empresario más cercano a ellos, Lázaro Báez, está en la cárcel desde abril por este caso.
Una respetada diputada de izquierdas como Margarita Stolbizer, que ha sido durante años el azote de Cristina Fernández de Kirchner porque ha llevado adelante las acusaciones contra ella y acaba de publicar el libro Yo acuso, en el que detalla esta batalla judicial, ha alimentado esa idea de que Macri está frenando la posibilidad de que los procesos avancen. «Hay algo que me preocupa y es una especie de parate en la Justicia. La sospecha que tengo no es que en la justicia quieran beneficiar a la señora de Kirchner. Me da más la impresión de que es una estrategia funcional al Gobierno para que le permita ser candidata el año que viene y reinstalar esta idea de polarización. Cada vez que la señora de Kirchner hace un acto y dice disparates al aire, quien acumula es Macri”, aseguró Stolbizer en Radio Continental. Kirchner podría ser candidata a senadora por la provincia de Buenos Aires en 2017, en las elecciones intermedias, y con eso monopolizaría toda la campaña.
El asunto está tan instalado entre los círculos del poder que Marcos Peña, la mano derecha de Macri, ha tenido que salir a desmentirlo para bajar un poco una espuma que está creciendo demasiado y está generando tensiones internas, porque muchos votantes macristas empiezan a estar muy molestos. «La Justicia funcionará si es independiente. Entonces, ni hacemos algo para que vaya presa, ni hacemos algo para que no vaya presa. No es nuestra tarea”, asegura el jefe de Gabinete.
Lo cierto es que muchas cosas en Argentina siguen girando alrededor de la expresidenta, que conserva un núcleo duro de votantes que la convierten por una parte en un gran problema para el peronismo, que no tiene un sucesor claro, y por otra en una ventaja para el Gobierno, que la ve como la rival soñada. “Hay un 20%-25% de bonaerenses que hoy le son fieles conceptual y políticamente a Cristina y que van a votar por ella o por quien disponga, independiente de si está presa o está libre. La demanda ordena la oferta, no la oferta a la demanda”, dijo el propio Peña, un hombre que administra la mejor información demoscópica de todo el país porque precisamente la especialidad del PRO, el partido de Macri, ha sido el análisis de encuestas que realiza Peña y Jaime Durán Barba, el gran gurú ecuatoriano del presidente.