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La primera vez de Irene Vallejo en la Feria del Libro de Madrid: «Es un sueño hecho realidad»

ABC acompaña a la autora de 'El infinito en un junco', el último gran fenómeno editorial de la literatura española con más de 400.000 ejemplares vendidos, en su primera visita como escritora a la cita literaria del Retiro

La sonrisa de Irene Vallejo (Zaragoza, 1979) es tan infinita como su ‘Junco’, incluso oculta detrás de la mascarilla. Como lo es, también, su generosidad hacia esos 400.000 lectores que la han traído hasta aquí. Hace ahora justo dos años, Siruela publicaba ‘El infinito en un junco’, entonces sólo una más entre las muchas novedades que se agolpan en las librerías al llegar cada septiembre. Su autora, aunque había publicado otros libros y firmaba artículos en ‘El heraldo de Aragón’, era una desconocida en el mundo editorial y a nadie le sonaba su nombre. Hoy, aquel ensayo que llegó sin pretensión alguna lleva 41 ediciones y ha sido traducido, de momento, a 32 idiomas, y Vallejo es la firma más demandada por los libreros en la Feria del Libro de Madrid, una cita a la que ella nunca había acudido como autora. Lo hizo, eso sí, muchas veces antes como lectora, de la mano de su padre, quien le inculcó ese amor suyo hacia los libros tan contagioso como inspirador.

De ahí su nerviosismo, y eso que está recién llegada de una intensa gira por Italia, donde acaba de salir el libro. Dentro de unos días, viajará a Francia y así se pasará todo el otoño. De ahí que sólo pueda acudir un fin de semana a esta Feria del ‘reencuentro’. Entre el viernes y el domingo, Vallejo pasó por nueve casetas y en todas ellas no paró de firmar ni un solo instante. Desde primera hora de la mañana del sábado, antes de que el recinto abriera sus puertas a las diez y media, había lectores en la cola ansiosos por verla y que les dedicara un ejemplar… y unas palabras. Muchos venían desde fuera de Madrid sólo para eso, para «ver a Irene». Gente de Bilbao, de Extremadura, de Granada…

 

 

 

 

«Su prosa es bellísima, muy poética, y ella es capaz de sacar lo mejor del ser humano en todas las circunstancias», aseguraba, emocionada, una lectora que llevaba una hora esperando su firma. «Yo lo leí durante el confinamiento y me pareció una maravilla de libro. La figura de Irene es muy peculiar, su manera de hablar, de expresarse… Llama mucho la atención, no sólo por su obra sino por cómo es ella como persona», añadía otra. «Ella encarna la humanidad», remataba una joven a su lado. Entre quienes esperaban, había mucho bibliófilo, mucho estudiante de Filología Hispánica, de Clásicas, pero también jubilados, matrimonios, parejas de jóvenes, familias con niños pequeños… «La primera vez se lo oí en el confinamiento a Risto Mejide, que dijo que era el mejor libro que se había leído en mucho tiempo. En cuanto pude salir, me lo compré, y aquí estamos. He venido con mi hija María, que tiene nueve años y quiero que se lo dedique a ella. Hay que leer, hay que leer», decía una madre, mientras la niña asentía entre traviesa y divertida.

 

 

 

 

¿E Irene, cómo se sentía? Pasear con ella por la Feria no es fácil. Es una celebridad, y los lectores la paran a cada paso para darle las gracias por su libro. A muchos les salvó en el peor momento de la pandemia. Pero lo hizo literalmente, nada de metáforas. Refugiadas en un banco, entre firma y firma, Irene, con su bolso lleno de bolígrafos de distintos colores, se muestra asombrada. «Es increíble. Yo siempre había estado en el otro lado, en el lado de los lectores. Me acuerdo cuando vine en 2019 solamente para el anticipo de lectura, que el libro no había salido aún, y ya era un poco para participar en un acto y me parecía increíble… No podía imaginarme, pero ni remotamente, lo que iba a pasar. Te das cuenta de que en estos dos años ha cambiado el mundo, ha cambiado mi vida y todo ha dado una voltereta enorme. Lo que pasa en estos grandes momentos es que también rememoras y haces balance y piensas…». Con la voz algo quebrada de pura emoción, Irene se acuerda de su padre. «Sé que esto lo hubiera disfrutado tanto… Solía traerme a Madrid los fines de semana e íbamos por las librerías y husmeábamos. Él no ha visto todo esto, no ha conocido ‘El infinito’, pero me acuerdo siempre tanto de él y de aquellos viajes y de todas las semillas que sembró…».

Empatía

La capacidad de Irene para ponerse en el lugar del otro, esa empatía que a veces tanto se echa en falta en ciertos saraos literarios, llega a abrumar. Detrás de cada firma hay una historia, y ella las recuerda todas. Como ese chico que acaba de conocer a una chica española que está en Londres, y le va a mandar ‘El infinito en un junco’ por correo para leerlo a la vez y luego hablar sobre él. O la mujer que acudió porque su marido lo estaba leyendo cuando murió de Covid-19, y ella lo leyó para terminar él libro que él no pudo acabar, como una forma de comunicarse con él. «Son tantas historias, tanta gente… Y gente que ha venido a buscarte en otros lugares y se ha quedado sin poder verte. Cuando vuelves a un sitio donde siempre estuviste, pero de una manera tan distinta… De alguna manera, esto es algo que yo había soñado y que se hace realidad. Cuando yo paseaba por aquí con mi padre pensaba: qué bonito sería alguna vez en la vida estar ahí… Me preguntaba cómo se sentirían los autores cuando llegaba gente con tantas ganas de conocerles… Esto era algo que yo sí me había atrevido a imaginar, y es muy especial».

 

 

 

 

Antes de acabar nuestra charla, una nueva lectora se acerca. «Me encanta tu libro, ‘El infinito en un junco’. Que te he conocido, enhorabuena», le dice. Irene sonríe, agradecida. «Sigues pensando que vives en el anonimato, es curioso. Es también más difícil asimilar todo esto, porque ha pasado en unas circunstancias tan anómalas que la sensación es siempre que vas a volver a la posición anterior, que esto ha sido como un periodo excepcional y luego volveremos a lo de antes». Ahora, ella está entre esos escritores que hacen realidad los sueños de otros.

 

 

 

 

 

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