La solidaridad ciudadana tras el tornado evidencia una sociedad civil pujante y viva
Por estos días hemos visto muestras conmovedoras de solidaridad con los damnificados del tornado que afectó La Habana. Boteros que brindan sus taxis, de manera gratuita, para trasladar donaciones, paladares que entregan comida entre quienes lo perdieron todo, artistas que cargan agua para llevar a las zonas más afectadas y emigrados que convocan campañas de recogida de productos para enviar a la Isla. Muchas veces los protagonistas de estas ayudas son personas que, incluso, tienen muy poco o casi nada.
El surgimiento de esta respuesta ciudadana, espontánea y desinteresada, insufla esperanzas sobre la naturaleza y capacidad de organización de la sociedad civil cubana. Sorprende su eficiencia y el volumen de los productos acopiados a pesar de que estas iniciativas no han podido contar con los medios masivos de difusión para coordinarse y han tenido que bregar, en no pocas oportunidades, con las incomprensiones de las autoridades locales y el intento de la Plaza de la Revolución de monopolizar la entrega de las donaciones.
Tras décadas de no permitirse la libre asociación queda aún en esta Isla la actitud y la entrega para organizar una campaña de donaciones humanitarias de manera autónoma y eficaz
Ilusiona también que, tras décadas de no permitirse la libre asociación y de solo autorizarse la existencia de organizaciones oficialistas, quede aún en esta Isla la actitud y la entrega para organizar una campaña de donaciones humanitarias de manera autónoma y eficaz. Mención especial merecen muchos cuentapropistas, que después de tantos años de padecer la suspicacia de quienes los tildan de querer enriquecerse o de vivir «por encima del pueblo«, han dado una lección de entrega y desprendimiento por estos días.
Las muestras de solidaridad han salido de manos de restaurantes, como D´ la abuela, que pusieron en práctica un efectivo sistema para que cualquier persona pudiera comprar online un plato de comida para llevar a los barrios más dañados en Luyanó, Regla, Santo Suárez y Guanabacoa; pasando además por el gesto de los músicos que han programado conciertos en locales privados para recaudar dinero; hasta llegar a la actitud de los reporteros independientes que no solo contaron los testimonios de las víctimas, sino que ayudaron a recopilar sus datos para que la ayuda les llegue de manera directa.
Todos ellos son los héroes de estas jornadas, especialmente porque no han recibido un salario por hacer lo que han hecho, no fueron convocados “desde arriba” para mover escombros o dar un abrazo y la labor que ejecutaron tampoco forma parte de su contenido de trabajo. Lo hicieron porque quisieron ayudar y porque sintieron que cada individuo importa cuando de sociedad civil se trata. Como en un gigantesco hormiguero, los más pequeños gestos y los recursos más sencillos ayudan a levantar y mantener el edificio común de una ciudadanía.
Un aplauso para todos ellos.