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Latinoamérica mira a China

china-america-latinaLa gira del primer ministro chino, Li Keqiang, por Brasil, Colombia, Perú y Chile marca una nueva fase de la ofensiva china en América Latina. En medio de las urgencias que imponen unos precios de las materias primas a la baja, el gigante asiático se presta ahora a aumentar su influencia en la región gracias a su demanda de commodities, su oferta de infraestructuras y su músculo financiero.

La extraordinaria progresión de los lazos económicos bilaterales en la última década, en la que el comercio se multiplicó por 21, ha generado una beneficiosa cadena de suministro estable en países como Chile, Brasil o Perú hacia China, a quien venden ingentes cantidades de cobre, soja y mineral de hierro.

A cambio, la región recibe productos chinos manufacturados que, con los años, han ido aumentando en valor añadido, erosionando en países como México o Brasil a un buen número de industrias. A pesar de que organismos como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) llevan años alertando de los riesgos de esta estructura “interindustrial” —más del 73% de lo que la región vende a China son productos primarios—, los líderes latinoamericanos apostaron por esa relación económica. Acaso porque, con la excepción de México, las potencias regionales cosechaban abultados superávits comerciales al aumentar los precios de las commodities.

Un escenario que ha cambiado por completo como consecuencia de la desaceleración china y el derrumbe de los precios. Países como Perú, Argentina y Colombia registran ahora déficits comerciales con China, mientras Brasil podría sumarse al club en 2015, lo que no deja de generar un menor entusiasmo por el socio chino.

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, aludió ante Li a un proverbio chino para recalcar la ansiedad en la región: “Si el viento sopla en una sola dirección, el árbol crecerá inclinado’. Tenemos que perfeccionar nuestras relaciones económicas”. Lo dijo mientras Brasil, como buena parte del continente, ha preferido posicionarse ante China como un mero proveedor primario de recursos, perdiendo una oportunidad de oro para hacer desarrollo. Sus palabras coincidieron con el anuncio de Pekín de que invertirá 53.000 millones de dólares en su maltrecha economía.

Consciente de las reticencias, Pekín llegó a la región con los deberes hechos: anunciando inversiones a bombo y platillo que no siempre se materializan pero que acaparan titulares; suscribiendo créditos por valor de 10.000 millones de dólares para la desfalcada petrolera brasileña Petrobras y prometiendo comprar más manufacturas latinoamericanas.

El proyecto estrella con el que China galvanizó su aureola de superpotencia fue la línea de tren para conectar el Atlántico brasileño con el Pacífico peruano. Más de 4.000 kilómetros de línea férrea que debería cruzar la selva amazónica y los Andes, para crear una vía terrestre para la exportación. Un plan que tiene nulas posibilidades de prosperar.

“Es inviable geográfica, económica y comercialmente. Se deberían invertir 13.000 millones de dólares para reducir apenas 2.000 kilómetros la actual ruta marítima. El anuncio es solo un tema político”, nos explicó Renato Pavan, experto brasileño en integración regional y asesor de varios Gobiernos que hace 30 años ya estudió la viabilidad de esta línea transoceánica. “Ni siquiera la mano de obra china podría reducir costes, porque el coste laboral es apenas el 1% del total. Con más de 35 túneles en los Andes se trata sobre todo de coste en tecnología”.

Las promesas chinas de invertir en la creación de industrias locales para que los empleos se queden en la región también han sido recibidas con escepticismo, tras el fracaso o la conflictividad de algunos proyectos. Chery, uno de los grandes constructores chinos de automóviles, acaba de cerrar su fábrica en Uruguay que abrió en 2007, mientras en São Paulo la misma firma ha sufrido una huelga que ha paralizado la producción un mes por los bajos salarios y las malas condiciones de seguridad. Nada comparable a lo que se vive en San Juan de Marcona. Un día después de que Li Keqiang visitara Perú, en esa localidad del suroeste del país estallaba la enésima huelga entre trabajadores y la minera estatal china Shougang, que desde su llegada en 1992 ha perpetuado una alta conflictividad por las pésimas condiciones laborales. El saldo de la protesta el pasado lunes fue un minero muerto y otro herido por disparos de la policía.

Heriberto Araújo y Juan Pablo Cardenal son periodistas. Su último libro es La imparable conquista china (Crítica, 2015).

 

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