Macky Arenas: Las jugadas en el tablero burocrático
Max Weber, un autor clásico de obligado estudio para todo el que se adentre en la ciencia social, es una referencia para comprender el socialismo que, a su entender, no es uno sino varios. No caben todos en el mismo saco. Su exhaustiva observación sobre este movimiento conduce a la interrogante acerca de si calificaba como una alternativa a los problemas de la economía privada. Ello constituye un notable “párrafo” en sus escritos y conferencias. Sus obras recorren los problemas básicos de la política de su tiempo –Alemania 1918- y se detienen, especialmente, en la crítica política a la burocracia de los partidos. Su preocupación se centra en una cuestión fundamental, cual es “cómo salvar los restos de libertad individual” en el proceso arrollador de burocratización de la sociedad moderna.
La convicción de Weber es que los socialistas persiguen ilusiones. La economía capitalista es paso previo a la auténtica sociedad socialista y libre. La pregunta resulta obvia: entonces, ¿para qué una revolución?
Es allí cuando Weber hace un planteamiento que involucra la paz, algo crucial. Lo era en su época -en medio de la guerra convencional- y lo sigue siendo hoy -envueltas nuestras sociedades en guerras no declaradas- cuando el socialismo de camuflaje calcula sus jugadas sobre el tablero burocrático: “que averigüen –recomendaba- si los socialistas con los que hablen eligen entre una paz inmediata o continuar la guerra con la esperanza de una situación madura para la revolución”.
Esto es clave. No solo para entender el socialismo sino las tendencias pragmáticas que hoy caracterizan el cálculo político de nuestras organizaciones partidistas, todas en el fondo auto-declaradas socialistas en esa gama amplia y vasta que no cabía en el saco mencionado por Weber. Porque nadie quiere llamarse capitalista aunque sus prácticas, aún desde el poder ejercido por quienes se proclaman socialistas, reproduzca el capitalismo más feroz, desde el Estado. La paz que invocaba Weber no era otra más de las ilusiones socialistas. Era un asunto de la mayor pertinencia. Hoy sería la libertad, la bonanza económica, el Estado de Derecho, la democracia, o cualquier aspiración legítima y urgente.
Weber piensa al respecto –y con razón- que para los dirigentes socialistas la paz no era lo decisivo, sino la revolución. Sin ella, el poder ilimitado no sería posible. Altamente recomendable para nuestros políticos es lee la conferencia que Max Weber dictó en 1919, titulada: “La política como profesión”. Allí podrán examinar los criterios tipificadores de los sistemas de dominación. Y tomar posturas al respecto.
“Si son sinceros –decía Weber- reconocerán que prefieren tres años más de guerra. Esta última opción significaría la guerra al servicio de la revolución, aunque la revolución no vaya a llevar a la sociedad socialista, como reconocen los propios socialistas, sino simplemente a un estadio más próximo a la sociedad socialista que llegará en algún momento futuro”.
Nada más gráfico para representar lo que vivimos. Una constante justificación para mantener un estado de cosas porque conviene, no porque sea lo mejor. Lo mejor, ya llegará, en un futuro que no tiene fecha en el calendario.-