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Maduro y la estrategia del culipandeo

“Puede que Maduro no sea un gran candidato, pero sin duda su campaña será la mejor porque tiene algo que a los demás le falta: dinero. Mucho. El jingle más pegajoso, despliegue en redes, cambiar el rojo por colores pastel. Todas las instituciones del Estado empleándose a fondo para mantenerlo hasta 2030. A falta de carisma y resultados que ofrecer, bueno es el poder”.

En la rueda de prensa del lunes 8 de enero, una reportera preguntó a Diosdado Cabello sobre los rumores de división dentro del PSUV por la candidatura presidencial. El primer vicepresidente del partido descartó cualquier fractura, afirmó que están más cohesionados que nunca y aseguró que presentarán una candidatura presidencial única, sin desvelar la identidad del abanderado. En sus términos, podría decirse que el capitán culipandeó.

“Voy a hacer un comentario de una compañera allá cuando estaba entrando, lo voy a decir aquí en Rómulo Gallegos (…) De una compañera nuestra. Y me preguntó que quién iba a ser, si Maduro o yo, y yo le respondí: Yo estoy con Maduro. Yo no tengo complejos de esos, yo estoy con Maduro y con Maduro me resteo. En las buenas y en las malas, sin culipandeo, con Maduro me resteo”, exclamó Cabello el 11 de junio de 2023 en un mitin en Cojedes.

“Puertas adentro, nadie le compite y reconocen su capacidad para sobrevivir a los embates de la comunidad internacional y la oposición”

Más que a la “compañera allá”, el dirigente del PSUV parecía contestar al jefe del Parlamento, Jorge Rodríguez, quien en una entrevista concedida a Venevisión a finales de mayo pasado prefirió reservarse el nombre de su aspirante: “Yo tengo mi candidato y voy a hacer todo lo que pueda para que ese candidato resulte electo presidente de la República Bolivariana de Venezuela”.

Un par de semanas después del encendido discurso de Cabello en tierras cojedeñas, el diputado Nicolás Maduro Guerra siguió la línea de Rodríguez, apostando por el culipandeo. “Ya nosotros tenemos nuestro candidato”, subrayó en una entrevista en Venevisión, evitando despejar la “incógnita” sobre quién sería el ungido.

Sin embargo, la “campaña de intriga” alcanzó un nivel superlativo cuando en su conversación con Ignacio Ramonet, Nicolás Maduro dejó en el aire su ambición reeleccionista. “Yo lo que te puedo decir es que es prematuro todavía. Apenas el año empieza. Solo Dios sabe, no Diosdado, Dios. Esperemos que se definan los escenarios electorales del proceso que va a haber este año, y estoy seguro que, con la bendición de Dios, tomaremos la mejor decisión”, dijo humildemente quien gobierna Venezuela desde hace 11 años.

Sacando chapa

Aunque puso en duda su candidatura, Maduro aprovechó la charla con Ramonet para destacar aquello que lo pone por encima de todos sus camaradas. Ese algo que solo él ostenta y que nadie le puede discutir ni arrebatar. “Yo no me debo a mí mismo, yo no impongo un ego, una predestinación. No. ¿Por qué fui Presidente? Bueno, porque al comandante Chávez, en un momento dado, le tocó, por una enfermedad muy grave, tomar una decisión”. ¿Y quién se atreve a revirarle al Infinito?

¿Será o no será? Al margen de cualquier pote de humo para agitar a la opinión pública, todo está dado para que Maduro sea el candidato presidencial del PSUV. Por lo menos hoy, ya se verá mañana. “Al principio, Maduro no era el jefe de nadie, pero ahora es el jefe de todos”, ironiza un diputado chavista, tras advertir que abrir un debate público sobre una posible sucesión en estos momentos sí implosionaría a la revolución chavista.

Hablar de “madurismo” en 2013 era una provocación que buscaba sembrar cizaña en el oficialismo. Actualmente, es una realidad total, la corriente dominante que acapara los espacios clave del Estado venezolano. Antes que al partido, Elvis Amoroso -un diputado de segunda línea en la era de Hugo Chávez- responde directamente a Maduro. Por eso está al frente del Consejo Nacional Electoral.

Puertas adentro, nadie le compite y reconocen su capacidad para sobrevivir a los embates de la comunidad internacional y la oposición. Crecen quienes se cobijan bajo su sombra y si alguno pretende volar más alto, le cortan las alas. Lo saben Rafael Ramírez y Tareck El Aissami, entre otros.

El culipandeo, entonces, puede tratar de ponerle emoción a una película repetida hasta el hartazgo. Que el anuncio de la candidatura a la reelección no siga siendo lo que ya es: un trámite administrativo, burocrático, descafeinado. De hecho, la emoción está en otra parte. Nadie se pregunta si Maduro será el abanderado sino cómo hará para ganar una elección, así esta no reúna las garantías de unos comicios libres y democráticos.

La “condena”

Días después de haberse mudado de la Casa Rosada, se vio al peronista Alberto Fernández cenando en Madrid. Si el inquilino de Miraflores se ve obligado a partir, ¿adónde irá a comer? Esa es la otra parte del relato. Maduro está “condenado” a intentarlo.

Ni París, ni Roma ni Berlín. Quizá La Haya. Bajo estas condiciones, no hay posibilidad de exilio dorado ni de retirarse para ofrecer un ciclo de charlas sobre buen gobierno en Harvard.

La negociación abre la posibilidad de revertir las sanciones personales y procesos judiciales que presionan a los altos jerarcas del chavismo a escala global. No obstante, en lugar de depender de la voluntad y disposición de terceros, en un mundo cada vez más pequeño para aquellos que son objeto de denuncias, preferirá mantener el escudo protector que hasta la fecha lo libra de todo mal: la Presidencia de la República.

Evo Morales tacha de traidor a su pupilo Luis ArceRafael Correa se peleó con su delfín Lenín MorenoÁlvaro Uribe es enemigo de su viejo aliado Juan Manuel Santos. A rey muerto, rey puesto. En su ascenso Maduro no tuvo ese problema, pero si cede la silla a un discípulo, pronto enfrentará el destino inexorable del parricidio.

Puertas afuera, las encuestas coinciden en apuntar que Maduro tiene el repudio de la mayoría. No obstante, ningún otro dirigente del PSUV aparece mucho mejor en los sondeos. En todo caso, para ser jefe de una cosa como el chavismo y conservar los equilibrios internos no basta con bailar reguetón. Difícil que un falso vampiro aguante esa estaca.

Los que especulan sobre una posible candidatura de Delcy Rodríguez parecen partir de dos premisas cuestionables. Primero, que el Gobierno levantará la inhabilitación de María Corina Machado para que compita en las presidenciales. Y segundo, y más controvertido, que Machado goza del apoyo mayoritario “gracias” a ser mujer. En un país como Venezuela podría señalarse que Machado está arriba “a pesar de”. Ese es tema de otro comentario.

Puede que Maduro no sea un gran candidato, pero sin duda su campaña será la mejor porque tiene algo que a los demás le falta: dinero. Mucho. El jingle más pegajoso, despliegue en redes, cambiar el rojo por colores pastel. Todas las instituciones del Estado empleándose a fondo para mantenerlo hasta 2030. A falta de carisma y resultados que ofrecer, bueno es el poder.

También tiene a su favor que no se verá expuesto a las veleidades propias de la democracia. La elección venezolana se dará en “otro contexto” por la “situación país”. ¿Se entiende? Más que ventaja, ventajismo.

En la charla con Ramonet, Maduro sentenció: “Yo no soy yo, soy parte de una causa histórica, soy parte de un proyecto nacional, soy parte de un poderoso movimiento popular de millones de hombres y de mujeres”. Con esa enorme responsabilidad a cuestas, el líder deshoja la margarita. Normal para una persona que siempre anda con flores. No hay apuro. Ya llegará la hora. Mientras, es el momento de la estrategia del culipandeo.

 

ENLACE A LA NOTA EN LA GRAN ALDEA:

https://lagranaldea.com/2024/01/11/maduro-y-la-estrategia-del-culipandeo/

 

 

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