Marcelino Miyares: Una Bitácora cubana (LIII)
“ La Vida/el Planeta nos da sorpresas: el RETO de la Pandemia del CoronaVirus y el DILEMA Vida/Economía”
Es obvio que el tema fundamental de esta Bitácora es el virus chino, coronavirus o covid-19, según las diversas fórmulas de denominación, que ha llegado a una Isla en las peores condiciones sanitarias, económicas y sociales posibles. La población está literalmente desamparada. Y no sólo por la falta de prevención, sino porque ha quedado desnudada una vez más ante el mundo la prioridad máxima del régimen: el mantenimiento del poder así sea sobre decenas, centenas o miles de muertos por su desidia e ineficiencia.
Hasta ahora puede afirmarse sin duda alguna que:
1) el régimen no solo no estaba preparado, sino que nunca se preocupó demasiado en estarlo; por ello, las idas y venidas en las decisiones, un día dice A para luego decir Z al siguiente.
2) La propaganda sustituye la sinceridad a la hora de informar.
3) Unido a lo anterior, la censura, un auténtico virus, un tic nervioso de la tiranía que se agrava en tiempos como el presente.
4) La represión de todo sospechoso de no acatar la cartilla de mentiras que se dan por los medios oficiales.
5) La mentira como método declarativo supremo, desde el engaño que se vendía al mundo, para atraer miles de turistas, de que en Cuba no tendrían problemas, que el calor caribeño era un antídoto –junto con tantos otros que la propaganda oficial ha intentado vender-.
6) La manipulación de la tragedia para explotar al máximo a los esclavos de blanco, los miles de médicos que se ofrecen al mundo como muestra de la “solidaridad socialista”, un dogma que se ha usado desde que llegaron al poder. Lo único que importa es cuánto dinero le significarán al régimen.
Raúl Castro –como Daniel Ortega, por cierto- apareció tarde y mal, no dijo nada significativo, más bien toda una sarta de mentiras y de ataques al enemigo / chivo expiatorio de siempre, los gringos.
Yoani Sánchez ha documentado, en 14y medio, un diario de la cuarentena, un trabajo formidable porque se ha centrado en narrar el día a día de su comunidad, de sus vecinos, de cómo se intenta sobrevivir con las restricciones y violencias institucionales causadas por el virus chino. Comienza preguntándose a qué “normalidad” se dice que va a regresar; ¿Qué es lo “normal” en la Cuba castrista? Luego, denuncia el aumento de la censura –como si la que ya existiera no fuera suficiente-. Las mascarillas, bajo el castrismo, deben funcionar “como mordazas”.
Veamos parte de esas dos notas:
Yoani Sánchez – Día 26: No hay normalidad alguna a la que volver
(…) “Ayer, otra filóloga -graduada también en el año 2000- me preguntó cuándo creía que podríamos volver a la normalidad.
No supe qué responderle. La normalidad es un concepto que apenas encaja en Cuba. ¿Cómo podríamos regresar a un sitio por el que nunca hemos pasado? ¿Acaso se puede retornar a un momento que no se ha vivido? ¿Podría considerarse «normal» el pasado mes de enero en que la palabra pandemia no se había instalado en nuestras conversaciones y ni siquiera sabíamos el nombre de la enfermedad que ahora mismo nos atormenta?
(…) ¿En cuál «cotidianidad» desembarcaremos en Cuba cuando pasen las peores semanas?
El pronóstico no parece nada halagüeño. Con una economía nacional tocando fondo, este covid-19 (…) puede llevarnos a experimentar situaciones inéditas y extremas. Trato de mantenerme positiva, pero la ansiedad se respira en el aire y ya he visto algunas escenas que me recuerdan los peores momentos de los años 90 con gente peleándose por un pedazo de pollo o robando la bolsa con la compra a una anciana.
Junto a lo peor, también brotan los gestos altruistas. A una viejita de mi edificio que se le cayeron los huevos del racionamiento nada más comprarlos, varios vecinos le donaron parte de los suyos. La señora que alimenta a los animales abandonados que viven en el barrio no ha dejado de bajar ni una sola vez para llevarles algo de comer. El octogenario que vive en la esquina me llama cada tarde para saber cómo me siento, aunque él es diabético y tiene una cardiopatía. (…)
Mi amiga filóloga que vive en Alemania quiere volver al país «normal» en el que residía hace unas semanas, salir a comprar pan y pasar horas con sus amigos en un bar. Mis vecinos del «llega y pon» cercano solo conocen como estado común el sobresalto y la incertidumbre, para ellos lo habitual no es un lugar seguro ni un tiempo de garantías”.
Yoani Sánchez: Días 27 al 30: Silenciar las críticas a golpe de multas
El poder está aprovechando la emergencia para incrementar aún más la censura en Cuba
Las colas y el calor definen estos días. Unas temperaturas que hacen que en este piso 14 la brisa no sople, los mediodías parezcan un horno y los ventiladores tengan que trabajar más de lo normal para este mes de abril. Aunque peor son las filas para comprar comida porque, además de sufrir la canícula mientras se espera, está el peligro de contagiarse por covid-19. (…)
(…) Otra de las víctimas de esta pandemia ha sido la poca libertad de expresión que habíamos logrado conquistar a fuerza de ejercerla.
El poder está aprovechando la emergencia para incrementar aún más la censura. Las multas por publicar en las redes sociales críticas o cuestionamientos a la gestión gubernamental de la crisis se han convertido en un instrumento para silenciar a los periodistas independientes, que son citados por la policía política para amedrentarlos.
Es de esperar que en la medida en que las cifras de contagiados aumente y la crisis económica se agudice, las autoridades recortarán aún más las libertades de los ciudadanos. La prensa independiente está, sin duda, en el centro de esas intenciones. Como si las mascarillas que ahora pueblan nuestras calles tuvieran que actuar también como mordazas. La boca tapada, literal y metafóricamente.
Así que además de las colas, el calor y el coronavirus tendremos que lidiar con un aumento de la represión. (…)
Para Ernesto Pérez Chang, en Cubanet, la alternativa pareciera ser “Morir por la Covid-19 o morir de hambre”. En todo el mundo lo aconsejable es guardar la cuarentena en la casa, pero en Cuba –como en la Venezuela chavista- eso, a una población empobrecida y bajo límites extremos de subsistencia, es una pesadilla. No salir a la calle, sufrir la posible interrupción en el envío de las remesas del exterior, a quienes viven en el día a día, que no pueden ahorrar, mucho menos abastecerse de alimentos para varios días –menos aún semanas-, porque el desabastecimiento es un hecho permanente, es casi una condena a muerte, a muerte por hambre. Extractos de la nota:
“La carestía en Cuba es un mal que convirtieron en endémico quienes siempre han visto en la iniciativa privada un enemigo más temible que los grupos opositores, aún cuando dejarla crecer y prosperar, despojarla de trabas burocráticas y zancadillas legales, en el momento que pudieron hacerlo, hoy les hubiera permitido una mejor respuesta, en términos de capacidad financiera, frente a una enfermedad que, todo parece indicar, causará enormes estragos.
Los pocos negocios privados que existían, así como varias empresas mixtas y de capital totalmente extranjero, casi todos dependientes del turismo, han sido obligados a cerrar por la situación epidemiológica, y probablemente después que termine todo, muchos continuarán cerrados por largo tiempo, incluso para siempre, teniendo en cuenta que la pandemia dejará ruina a nivel mundial. (…)
El régimen cubano jamás permitió que los privados participaran en todos los aspectos de la economía donde pudieron haberlo hecho con mayores posibilidades que la fracasada empresa estatal socialista. (…)
En Cuba, arrendadores de vivienda, camareros, cocineros, personal de servicio y de oficinas, choferes, guías de turismo, traductores y promotores, cuidadores de niños, revendedores, agricultores, artistas y artesanos —con producciones ya contratadas y que, por las circunstancias, no cobrarán lo pactado y, por tanto, traducirán en pérdidas rotundas las inversiones realizadas—, integran desde hace semanas esa multitud de desempleados y, en muchos casos, de personas tan desesperadas que, posiblemente, vean el contagio como el menor de los males, aún cuando vino a “ponerle la tapa al pomo”.
Quienes ganaron lo suficiente como para guardar una reserva, quizás la estén pasando menos terrible pero se sabe que, en Cuba, esos “excepcionales” suelen reenviar sus ganancias al exterior o invertir casi el total de estas en otros “negocitos por la izquierda” (ilegales) que les puedan rendir un poco más, como la importación y el contrabando de mercancías, el alquiler de autos y viviendas, y la venta de alimentos elaborados, actividades que han quedado paralizadas, muchas sin aún haber amortizado los costos de inversión. (…)
A toda esta ola de decepciones, frustraciones y planes rotos se sumará, sin duda, la contracción significativa en los envíos de remesas desde el extranjero, sobre la cual no solo se sustentan las economías familiares sino, además, buena parte del esquema financiero estatal.
Así, mientras la experiencia internacional y el sentido común indicarían que lo mejor es resguardarse en la casa para evitar el contagio, en Cuba se escuchan con espanto tales consejos de cuarentena por la sencilla razón de que es como poner a escoger al moribundo entre morir de una cosa o de otra. Entre la COVID-19 y el hambre, el primero es mucho menos letal. Al menos por ahora.
Pedirles a los cubanos y cubanas que se encierren en sus casas para protegerse de una enfermedad es ignorar, a veces muy convenientemente, que los salarios estatales en la isla son quizás los más bajos del mundo, que el racionamiento de productos básicos, la escasez y los precios excesivos impiden que las familias dispongan de reservas para enfrentar eventualidades y que “vivir al día”, mejor traducido por “sobrevivir diariamente”, nada tiene que ver con la idiosincracia, como intentan fijar en la mente esas “caricaturas folcloristas” donde la gente es feliz “pedigueñando” el poquito de arroz y la aspirina al vecino de al lado.
Cuba es un país ya de por sí encerrado por una ideología que no admite disidencias y donde, para muchos, salir a la esquina y sentarse a tomar el sol, hablar con el amigo en voz alta de lo que se puede y por señas de lo que está prohibido, constituyen el máximo límite de las libertades. De ahí que muchos se pregunten si encerrarse para cuidar lo poco que “viven” servirá de algo”.
Juan Antonio Blanco, en Diario de Cuba (“Coronavirus y propaganda en Cuba”), pone el acento en la manipulación gubernamental, a causa de la pandemia, para “incrementar la guerra de desinformación”:
“El Gobierno cubano aprovecha la pandemia que hoy azota al planeta para incrementar la guerra de desinformación. Basta darle seguimiento a sus medios de prensa y troles para percatarse de que se ha desatado una ofensiva general de propaganda que usa el coronavirus para insistir en sus temas habituales. Sus contenidos son variados pero hay dos campañas, usadas tanto para consumo interno como para exportar, que vale la pena destacar.
El «bloqueo», ese eterno culpable
Ahora el Gobierno cubano promueve dentro y fuera de Cuba —entre agentes de influencia, tontos útiles y ciudadanos que suelen coquetear con ambos polos de este conflicto para evitarse problemas con «el compañero que los atiende»—, un pedido al presidente Trump de que «levante el bloqueo económico contra Cuba, al menos provisionalmente». Esa eventual decisión por un presidente extranjero sería la supuesta varita mágica que permitiría comprarle a EEUU alimentos y medicinas en este momento. Al parecer no se venden en ningún otro país.
Lo cierto es que las sanciones no prohíben la compra de alimentos y medicinas en EEUU. De ello son testigos, por poner un ejemplo, los millones de cubanos que han consumido pollo todos estos años.
El prolongado y cruel bloqueo interno del Gobierno castrista a la empresa e iniciativa privada cubana y su centralización de la producción agrícola por el llamado Acopio son los barrotes que hoy habría que erradicar. Ellos son los que han puesto a la economía nacional en una condición más frágil que la de un platanal frente a un huracán. Si sobreviene una hambruna en medio de esta pandemia nadie medianamente informado lo va a achacar al embargo estadounidense, sino al bloqueo interno.
Esta es la hora de exigir, de forma firme y clara, al Gobierno cubano que cese incondicional e inmediatamente sus sanciones contra la economía del país. Lo demás es hacerle el juego a su aparato de agitación y propaganda. Sea por ignorancia o canallada. (…)
¿Solidaridad humanitaria?
Una segunda narrativa, que ha sido resucitada con fuerza en estos días, es la de la naturaleza «humanitaria y solidaria» del Gobierno cubano. Esa falacia tiene varias vertientes que se resumen en frases como estas: «Cuba abre sus brazos para acoger cruceros varados en el mar porque los puertos se niegan a recibirlos con pasajeros enfermos a bordo».
La realidad es que nada hay de desinteresado, humanitario ni solidario en esas medidas. Por traer esos barcos el Gobierno exigió y obtuvo pagos multimillonarios como condición para aceptarlos, sin importarle la seguridad de los ciudadanos cubanos.
La Habana promueve febrilmente que otros países, regiones y ciudades contraten a sus médicos y especialistas «internacionalistas». Los laboratorios de la Isla ofertan la exportación de «maravillosos» fármacos capaces de curar esta horrible enfermedad. ¡Ah! Y en cada ocasión, los funcionarios cubanos insisten en asegurar que el Gobierno de EEUU se opone a esa urgente y humanitaria cruzada internacional de sus galenos.
Washington no ha estado ni está opuesto a que los médicos y enfermeras cubanos sean contratados por otros países, pero sí insiste en que reciban el pago directo e íntegro por sus servicios para que no sean explotados por empresas esclavistas como la Comercializadora de Servicios Médicos Cubanos S.A. que se apoderan entre el 70 y 85% de sus salarios”.
2) Un tema que no podemos obviar, por su significación histórica, es el recuerdo de aquel parteaguas ocurrido hace 40 años, en 1980: el éxodo del Mariel. Al respecto, Carlos Alberto Montaner, en 14ymedio (y en otros medios) publicó una excelente nota: “Hace 40 años de aquella infamia”. Destaca que, por fortuna, ese crimen ha quedado suficientemente documentado por la prensa, por libros, en diversas películas. Evalúa los diversos impactos causados (como por ejemplo en las elecciones norteamericanas de noviembre de 1980), o este, justamente destacado: “Cuarenta años después los marielitos tienen un desempeño económico y social semejante al de la media blanca norteamericana, pero han servido, además, para revitalizar el mundo artístico hispano en Estados Unidos”. Leamos con atención algunos párrafos de este artículo:
“Hace 40 años que ocurrió el éxodo del Mariel. Ciento veinticinco mil cubanos arribaron a Estados Unidos entre el 15 de abril y el 31 de octubre de 1980. Jimmy Carter no fue reelecto como presidente del país en las elecciones de noviembre de ese año como consecuencia, al menos en parte, de su manejo de la crisis. Se negó a seguir los consejos de un almirante implacable: «Yo no he sido elegido presidente de Estados Unidos para matar refugiados».
Tampoco el gobernador de Arkansas, Bill Clinton, pudo repetir su mandato. Lo acusaron de «blando» por acoger a unos centenares de cubanos en Fort Chaffee. Menos del 10% eran locos o criminales, pero el estigma afectó a todos los marielitos e, incluso, a los cubanos en general. Cuarenta años después los marielitos tienen un desempeño económico y social semejante al de la media blanca norteamericana, pero han servido, además, para revitalizar el mundo artístico hispano en Estados Unidos. (…)
(…) Fidel no entendía que el costo de su liderazgo y de la presencia de la Isla en los asuntos internacionales era inmenso. Los cubanos querían ser razonablemente felices, no héroes forzados al sacrificio de sus vidas por un personaje sediento de gloria. (…)
(…) Fidel aprovechó para insultar a todos los presuntos emigrantes. Los llamó «escoria», «gusanos» y sacó a los niños y jóvenes de las escuelas para los «mítines o actos de repudio». Los estudiantes mataron a algún maestro que descubrieron «fugándose».
(…) Granma, el diario del Comité Central, compiló una lista de cien insultos para gritarles a los «malnacidos» que habían decidido emigrar. Fue una época terrible. (…)
Todos debían embarrarse las manos de sangre. El cantautor Silvio Rodríguez participó en un acto de repudio que duró varios días contra Mike Porcel, su talentoso compañero de la Nueva Trova. Nunca pidió perdón por su miserable proceder. (…) El régimen cubano, impulsado por Fidel, se dedicaba a dividir y disgregar a las familias. (…)
Fidel Castro vio en el éxodo de Mariel la oportunidad de librarse de miles de homosexuales acusados de ser «contrarrevolucionarios por naturaleza». ¿No había, según Aristóteles, «esclavos por naturaleza»? Pues había, también, personas genéticamente incompatibles con un proceso político inspirado por el marxismo-leninismo: los homosexuales. (…)
Afortunadamente, el crimen y las barbaridades que les hicieron a los marielitos fueron documentados por medio de la prensa, libros y películas. Karen Caballero, periodista de TV Martí, ha filmado entrevistas muy valiosas para explicarlo. Uno de los libros que más impacto causó fue Mañana de la periodista Mirta Ojito. Tenía 15 años cuando abordó el barco que le dio su nombre a la obra. Hay una descripción minuciosa de lo que sucedió en ese episodio terrible de la historia del castrismo. Otro libro valioso fue Al borde de la cerca de Nicolás Abreu, escritor de lo que llaman Generación de Mariel, a la que se adscriben, entre otros, sus hermanos Juan y José, el poeta y narrador Vicente Echerri o Luis de la Paz (…).
Entre las películas filmadas sobre aquellos hechos, elijo En sus propias palabras del cineasta Jorge Ulla. Dejo que sea él quien le ponga fin a este doloroso recuento:
«La película En sus propias palabras fue una encomienda de la administración Carter. La idea era documentar cómo las diferentes agencias gubernamentales prestaban sus servicios en medio de la crisis. Cuando se escuchó lo que decían los recién llegados se reveló ante todos otra película: la de un testimonio coral que desmontaba una serie de mitos ambiguos sobre Cuba — se hacían visibles muchas grietas sociales a través de las cuales muchos de los enamorados del «proyecto cubano» podrían, de repente, cuestionar o revalorizar aquel proyecto de una manera crítica. En el documental de 29 minutos hablaban con desazón desde el trabajador, un ciudadano de a pie, hasta un novelista de la talla de Reinaldo Arenas. Sería la primera vez que Arenas hablaba ante una cámara. Se trataba de un fenómeno insólito que hallaría su mejor repercusión entre la intelectualidad y las izquierdas más entusiastas. De pronto, el paraíso era una fuente de desencanto.
«El presidente Carter le agarró cariño a esa película y estuvo mostrándola en la Casa Blanca a varios invitados. La USIA la pasó en más de 50 países. Jack Anderson escribió en The Washington Post algo exagerado: ‘Bastaron 29 minutos para revelar lo que pasa en Cuba’ (…).
Ahí, en menos de media hora, Ulla cuenta la infamia de Mariel. Cuarenta años después el documental conserva toda su vitalidad”.
Concluyo deseando a todos los lectores que estén pasando lo mejor posible estos días de obligada cuarentena, y que salgamos de ella fortalecidos como seres humanos, y como comunidad. Y muy especialmente que nuestro hermanos en la Isla puedan sobrevivir de la mejor manera posible esta tragedia que es global, pero que bajo la tiranía castrista es mucho más monstruosa.
Marcelino Miyares, Miami, 23 de abril de 2020.