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No cambia casi nada

Ganaron y pasaron a la segunda vuelta los políticos más políticos, los que están en la actividad pública desde hace décadas y que representan mejor la idiosincracia uruguaya, aquella vinculada a la medianía y al diálogo

Hubo algunas sorpresas. No de esas que sacuden toda la estantería pero sí que cambian el estado de ánimo de unos y otros. Va a haber segunda vuelta, como casi todos preveían. Será entre Yamandú Orsi y Carolina Cosse (Frente Amplio) y Álvaro Delgado y Valeria Ripoll (Partido Nacional), como pronosticaban las encuestas de las principales empresas de opinión pública al cierre de la campaña electoral. Pero el escenario es más competitivo de lo que mostraban esos sondeos y con la coalición republicana cerca de la mayoría parlamentaria en Diputados, aunque no en el Senado.

Hasta ahí lo central, distinto a lo adelantado, pero no tanto. Más disruptivo fue el elevado número de votos en blanco y anulado y también los que obtuvo el candidato presidencial de Identidad Ciudadana, Gustavo Salle, logrando nada menos que dos diputados y con posibilidades de obtener un sillón en la Cámara de Senadores, lo que ha generado comentarios y preocupación en el sistema político.

Pues no parece un problema. Es más, hasta puede ser una buena noticia. Por más que sea un asunto menor, es muy representativo de lo que es Uruguay y de sus diferencias con algunos de los países de la región y del mundo. Podría servir, además, para fortalecer al sistema democrático uruguayo a través de acercar a las dos mitades ideológicas en las que se encuentra dividido.

Me explico, en dos sentidos opuestos. Primero, el negativo. Salle es el más fiel representante del fastidio de los votantes con el sistema político. Su discurso durante los últimos años ha sido el de cuestionar con mucha agresividad a los gobernantes de turno pero también a sus opositores. Para él los integrantes del sistema político son en su mayoría “corruptos” y vendidos a las grandes multinacionales y al poder extranjero. A casi todos los pone dentro de la “cleptocorporatocracia”, un término que repite una y otra vez para cuestionar a los que según él se dejan manejar por las grandes corporaciones.

Con ese discurso tan en boga en varios países del mundo, desde Estados Unidos hasta Argentina, Salle convino otro de corte más ecologista y naturista, que incluyó una resistencia feroz primero a la instalación de plantas de celulosa en Uruguay y luego a las vacunas contra el Covid-19. Siempre utiliza como enemigo a una especie de poder gigantesco y oculto que trasciende fronteras y que gobierna a los países a través de sus políticos, empresarios y mucho dinero. Su especialidad son las teorías conspirativas y la sospecha de estrategias organizadas por unos pocos para dominar el mundo.

En Uruguay ese voto antisistema y de resistencia a la supuesta “casta política” representó alrededor del 3% del electorado. ¿Es mucho? No lo parece teniendo en cuenta lo que está pasando en otras partes del mundo y hasta en la vecina orilla. Más bien, todo lo contrario.

Asociado con esto viene el segundo punto, el positivo. Por supuesto que positivo en líneas generales y según quién lo mire pero sí confirmatorio de todo lo hecho hasta ahora y garantista de cierta continuidad que el Uruguay puede ostentar durante las últimas décadas. Me estoy refiriendo a ese cerca de 88% que optó por votar a los tres partidos tradicionales uruguayos, dos de ellos de los más antiguos del mundo y otro con más de medio siglo de historia.

Es más, el candidato que se presentó como la “nueva política” y que llevó a cabo una campaña muy distinta a las demás, centrada en la salud mental, el bienestar animal, su físico y su signo zodiacal, quedó en tercer lugar y lejos de los dos primeros. Eso fue lo que ocurrió con el colorado Andrés Ojeda, que hasta llegó a decir que no se siente tan lejos del presidente argentino Javier Milei y que no le disgusta que lo comparen con él. No funcionaron como esperaba ese discurso y esa nueva forma de hacer proselitismo. Quedó a alrededor de 240.000 votos de la segunda vuelta.

Los que se impusieron fueron los más tradicionales de todos los candidatos. Ganaron y pasaron a la segunda vuelta los políticos más políticos, los que están en la actividad pública desde hace décadas y que representan mejor la idiosincracia uruguaya, aquella vinculada a la medianía y al diálogo. La penillanura levemente ondulada. El susurro antes que el grito, la pausa en lugar del vértigo, el camino largo en vez del atajo.

Así son Orsi y Delgado. El primero estuvo 10 años como secretario general de la Intendencia de Canelones y otros 10 como intendente. El segundo hace más de dos décadas que se desempeña en cargos en el Poder Ejecutivo o como legislador en el Parlamento y ocupó durante el último gobierno la secretaría de la Presidencia, quizá el cargo más vinculado desde el poder con todo el andamiaje y la burocracia estatal. Son hijos del Estado uruguayo y de su política, criados y crecidos en ese ámbito.

En los hechos, volvió a ganar el batllismo. Cuando ambos triunfaron en la interna, escribí en este mismo espacio que había ganado Alejandro Atchugarry, en referencia al exministro de Economía y senador de la lista 15, que siempre fue destacado por sus características de dialoguista y negociador. Me refería a que Orsi y Delgado son fieles representantes de ese estilo y también del batllismo más típico, y entre ellos estará el futuro presidente.

Eso puede tener incidencia en la falta de mayoría parlamentarias en Diputados. Ahora, quienes inclinan la balanza son Salle y sus dos diputados.

El próximo gobierno podría intentar negociar con ese partido político con el objetivo de lograr la mayoría necesaria en el Parlamento para poder gobernar pero es probable que el costo sea alto. Lo lógico a priori es pensar que Salle se mantendrá en su discurso antisistema. Salvo que termine haciendo un giro radical en su postura luego de llegar al Parlamento. No sería el primero.

Pero si eso no ocurre quizás la alta votación de Salle también sea una buena noticia, porque tal vez obligue a que por primera vez en 20 años el Frente Amplio y la coalición republicana tengan que sentarse a negociar en serio y llegar a acuerdos puntuales sobre los distintos temas, como aventuró la semana pasada en los Desayunos Electorales de Búsqueda la directora de la empresa Cifra, Mariana Pomiés. Habrá que agradecerle a Salle entonces y concluir que bienvenido sea su 3%.

 

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