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Occidente entre la ineptitud y la estulticia

«La falta de liderazgo político abre la puerta a la estupidez. No es casualidad y corregirlo no será fácil»

Occidente entre la ineptitud y la estulticia

 Imagen generada con IA. | Benito Arruñada

 

Al explicar el éxito de la economía china y su capitalismo de Estado, muchos autores destacan factores culturales. El confucionismo, con su énfasis en la educación y la selección tradicional de funcionarios mediante exámenes competitivos, ha facilitado la adopción moderna de mecanismos meritocráticos. Algunos incluso ven en ellos una alternativa a la democracia. La competencia dentro del Partido Comunista Chino favorecería así la eficacia del Estado, apoyada además por el pragmatismo de raíz taoísta que expresaba la célebre indiferencia de Deng Xiaoping hacia el color del gato, siempre que cace ratones.  

La selección de líderes políticos afronta más dificultades en buena parte de Occidente. Sobre todo en países como España, cuyos ciudadanos prefieren elegirlos por afinidad ideológica más que por capacidad. El resultado es previsible: líderes serviles al electorado y obedientes a grupos privilegiados, como revelan las políticas dirigidas a pensionistas y funcionarios. Más que líderes, elegimos gestores continuistas. Tiene sentido que su selección siga procesos endogámicos, poco meritocráticos. Su función no es liderar, sino repartir rentas y mantener el statu quo, haciendo, como mucho, los ajustes mínimos para mantenerlo en pie.

Cuando ese statu quo entra en crisis o cae en un círculo vicioso, estos gestores continuistas son incapaces de reaccionar. Lo vemos hoy en inmigración, vivienda, educación o defensa. En todos esos ámbitos, abundan los gestos grandilocuentes acompañados de acciones mínimas, baratas o aplazadas.

Al persistir los problemas, acaban emergiendo líderes y partidos ajenos al establishment. Algunos provienen de los márgenes de la política, pero muchos otros proceden del mundo empresarial (Berlusconi, Ruiz Mateos, Gil o Conde) o intelectual (Ciudadanos, Podemos, Milei). Cuando personas ajenas a la política se acercan a ella, padecen el viejo ‘Principio de Peter’: haber triunfado en otra actividad da una señal positiva, pero no garantiza éxito electoral ni buena gestión pública.

Donald Trump y Elon Musk son ejemplos claros de este fenómeno

La experiencia empresarial y mediática de Trump condiciona su estilo para negociar, decidir y comunicar. Aplicar pautas empresariales al gobierno siempre es difícil, más aún si provienen de sectores específicos. El estilo negociador de Trump refleja su pasado inmobiliario, donde las transacciones son puntuales y dependen poco de la reputación. Por eso trata a sus socios comerciales y estratégicos con un horizonte muy corto. Desprecia el valor de la reputación nacional, manejando las relaciones internacionales como simples acuerdos aislados. No es el único. Muchos políticos estadounidenses, empezando por el vicepresidente Vance, con un pasado en finanzas, también presentan síntomas de este tipo de miopía.

Las decisiones de Trump también reflejan su pasado televisivo. Desde su primer mandato trasladó su afición mediática al ámbito internacional con cumbres espectaculares y grandes gestos. En 2018, su reunión con Kim Jong-un en Singapur proyectó una imagen audaz, pero sin resultados verificables en desnuclearización, y sí con graves tensiones entre los aliados tradicionales. Algo parecido podría ocurrir ahora con su gestión de la invasión rusa de Ucrania. Tratar la política internacional como un reality show puede salir caro: las alianzas se debilitan y los adversarios ganan tiempo sin hacer concesiones reales.

Si Trump es una celebridad empresarial convertida en político, Musk lo es en gestor público desde que dirige el fantasmal Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), encargado de recortar y reestructurar la administración federal. Sus credenciales se basan no solo en su fama como empresario innovador, sino en su capacidad para reducir costes de forma radical. Por ejemplo, tras adquirir Twitter, despidió al 80% del personal, renegoció muchos contratos y eliminó departamentos enteros sin que la empresa dejara de crecer.

 

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