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Polonia asume el liderazgo europeo contra el imperialismo ruso

Ha dejado de ser la oveja negra en la acogida de refugiados y, además, es el segundo país que más dinero aporta a Ucrania tras EE.UU.

El Gobierno polaco está considerando solicitar a la Comisión Europea la suspensión temporal de su contribución al presupuesto comunitario, para poder afrontar con esos recursos el coste de la acogida de los refugiados ucranianos. El vicepresidente del gobierno, Zbigniew Ziobro, también ministro de Justicia, ha expuesto esta semana en una rueda de prensa que Polonia «brinda la mayor ayuda financiera a Ucrania después de la de Estados Unidos» y que «tenemos derecho a proponer que las declaraciones de solidaridad no sean solo palabras, sino que se expresen en ayuda financiera real y tangible, no para nosotros, sino para los refugiados».

Estamos hablando de los tres millones de refugiados ucranianos que hasta ahora ha acogido Polonia en su territorio y de una contribución al presupuesto europeo que en 2020 fue de 4.881 millones de euros. Ziobro utilizaba para referirse a todo ello la misma retórica desapegada y con matiz siempre desafiante que ha venido usando para justificar la reforma judicial y demás leyes idiosincráticas del gobierno de Ley y Justicia (PiS), que tan airadas respuestas han recibido siempre desde Bruselas. Esta vez, sin embargo, no hay reacción hostil, de hecho no hay siquiera reacción, por parte de las autoridades comunitarias, pasmadas ante la muestra de solidaridad polaca y un paso por detrás de las iniciativas del gobierno de Varsovia, que por la fuerza de los hechos está asumiendo un papel de liderazgo que cabría esperar de otros países, como Alemania.

Mientras el canciller Olarf Scholz se escuda en que no dará un paso más allá de las sanciones a Rusia que se establezcan en Bruselas, donde por otra parte tira hacia atrás con todas sus fuerzas de los embargos al gas y al petróleo rusos, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, se ha embarcado en una gira europea de concienciación en la que visita a jefes de gobierno y responsables de grandes empresas para explicar la necesidad de apoyar a Ucrania no solamente de boquilla. En otras circunstancias, cualquier insinuación polaca de disminuir su contribución a las arcas europeas habría sido acompañada por el consabido coro de críticas a su euroescepticismo y habríamos vuelto a leer sesudos análisis sobre el fantasma del «polexit».

En contra de lo que Varsovia hizo en 2015 al cerrar las puertas a refugiados de Siria, irak y Afganistán, ahora ha abierto las puertas sin resevas a los ucranianos que huyen de Putin

Hoy, sin embargo, con Morawiecki llamando a Europa a la acción unitaria en defensa de los valores democráticos, no se oye un ruido y los socios europeos hacen honor a la máxima de Bertrand Russell: «El mundo entero se aparta para dejar paso a un hombre que sabe a dónde va». Y los argumentos polacos son incontestables en la medida que predica con el ejemplo.

El jefe de la oficina del primer ministro, Mikhail Dvorchik, informa que su país ocupa el segundo lugar en términos de suministro de armas a Ucrania, solo por detrás de Estados Unidos, con envíos por valor de unos 600 millones de dólares. A eso se suman la ayuda financiera y la acogida de refugiados. Si en la crisis migratoria de 2015 Polonia se negó a recibir refugiados de Siria, Irak y Afganistán, una cuestión que acabó incluso ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, ahora ha abierto las puertas sin reservas a los ucranianos que huyen de Putin. El Estado ha habilitado ocho centros de acogida a lo largo de la frontera, donde se les facilita información, alojamiento temporal, alimentos, medicinas y demás recursos que precisen.

Las muestras de solidaridad en las región fronterizas donde muchos polacos alimentan, calientan y visten a las familias ucranianas en sus propias casas y de sus propios bolsillos han conmovido al mundo

Las muestras ciudadanas de solidaridad en la región fronteriza, donde muchos polacos alimentan, calientan y visten a las familias ucranianas en sus propias casas y de sus propios bolsillos han conmovido al mundo. El espíritu que alimenta esta ola de generosidad es la reminiscencia de la lucha contra el «imperio soviético». «Los polacos tienen una larga tradición de resistencia contra Rusia», señala el politólogo polaco Antoni Dudek, que halla una referencia en el sindicato cristiano Solidaridad, que derrotó al régimen comunista en los años 80 y que «es interpretado por muchos polacos como resistencia al imperialismo ruso». Los polacos, por tanto, se consideran librando una batalla más de la larga guerra contra el invasor ruso, mientras que, vistos desde Bruselas, se han convertido en lo único que separa al continente democrático, próspero y liberal de la barbarie en la que zozobró durante el siglo XX.

El posicionamiento polaco pro-Ucrania, necesariamente anti-Rusia, le está costando al gobierno del PiS serios disgustos con el vecino y aliado Viktor Orban. «No creo que PiS y Fidesz terminen rompiendo por esto», anota Dudek, «el interés común es demasiado significativo para romper esos lazos, aunque sí es cierto que la amistad polaco-húngara no será tan prominente en adelante como lo era antes del 24 de febrero».

Por otra parte, gracias a su posición sobre Ucrania y a la responsabilidad como base del flanco este de la OTAN, Varsovia ha recuperado el trato de favor diplomático y militar por parte de la Administración estadounidense, del que ya gozó durante la presidencia de Donald Trump y que temía perder con Joe Biden. El viceprimer ministro polaco, Jarosław Kaczyński, se ha declarado dispuesto a albergar ojivas nucleares estadounidenses y a aumentar la presencia de tropas estadounidenses en Europa de 100.000 a 150.000, de las cuales la mitad deberían estar estacionadas de forma permanente en países de Europa del Este.

«Básicamente, tendría sentido ampliar la presencia nuclear en el flanco este de la OTAN», ha accedido el presidente del Partido Ley y Justicia (PiS), «porque los soldados de la potencia nuclear estadounidense son el factor más fuerte para evitar que Rusia ataque a los países de la OTAN y el que mayor seguridad nos proporciona contra una nueva guerra mundial».

Atmósfera prebélica

La población entera participa de esta responsabilidad militar en una atmósfera prebélica. El gobierno polaco ha distribuido instrucciones a la población civil sobre cómo actuar en caso de invasión militar extranjera, caídas de redes de energía y suministros básicos o emergencia nuclear. «La resistencia de una sociedad se traduce en la resistencia del Estado», comienza la guía de 36 paginas ilustradas y que lleva por título «¡Esté preparado!».

Los medios de comunicación polacos se hacen eco de encuestas publicadas por los medios rusos, según los cuales los planes de Moscú de seguir avanzando sobre países europeos gozan de gran popularidad entre la población rusa. Si el gobierno polaco fracasa en su intención de reclutar a Europa para una ayuda más tangible a la resistencia ucraniana, el país está convencido de que serán los siguientes y los polacos tienen orden de «permanecer en calma, no acercarse a soldados que no pertenezcan al ejército polaco o a sus aliados, evitar mirarlos a ellos o a sus vehículos, tomar fotografías o discutir con los militares… a la espera de las órdenes del gobierno polaco desde la clandestinidad».

 

 

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