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Quintero: ¿Quién perdió la brújula, Lula o Itamaraty?

Maduro o Unasur

 

Durante muchos años, dentro de la comunidad diplomática latinoamericana, se ha considerado a los funcionarios del servicio exterior de Brasil como unos buenos profesionales. Palacio de Itamaraty significaba carrera, formación, especialización y conocimiento de las normas que rigen la diplomacia. Esa deferencia hacía un reconocimiento a quienes egresaban de su academia y ejercían sus funciones bajo el respeto a la tradición y formación de los representantes brasileños. Incluso durante los dos gobiernos anteriores de Lula ello se acató.

Un nuevo capítulo de las reuniones de integración sudamericana se produjo el pasado 30 de mayo cuando el presidente Luiz Inácio Lula da Silva fue el anfitrión del encuentro – retiro, con otros diez presidentes de países suramericanos en el Palacio de Itamaraty. Participaron los jefes de Estado de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Surinam, Uruguay y Venezuela. La única ausente fue Dina Boluarte, de Perú, quien no pudo asistir a la reunión por impedimentos legales internos. Los gobernantes de los países de América del Sur, reunidos en esa capital, establecieron un “grupo de contacto” encabezado por sus cancilleres para elaborar una “hoja de ruta” destinada a impulsar, por tercera vez, la integración de la región en un bloque, con área de libre comercio incluida.

La última vez que se reunieron todos los presidentes sudamericanos fue en 2014 en una cumbre de UNASUR y desde ese momento no hubo una reunión conjunta por motivos ideológicos, principalmente con la salida de varios países de ese organismo y su asociación en otra, como fue PROSUR. Justamente ese es el problema de todos estas cumbres o intentos de integración: a largo plazo todos fracasan por los sesgos ideológicos y concluyen en la cuestión ideológica o de relaciones personales, un grave error para un proceso de integración o para las relaciones internacionales en general ya que los mandatarios deberían representar los intereses de los países más allá de sus sentimientos personales.

Ello nos hace pensar en la verdadera intención de estas reuniones, aunque sería interesante estudiar la creación de un único organismo que abarque los actuales que reposan en el letargo o la inoperancia, procediendo a su desideologización. En América del Sur y Latinoamérica existen una serie de organismos multilaterales, regionales, que no han alcanzado los objetivos de su creación o fundación. ALALC, ALADI, SELA, Mercosur, Comunidad Andina, Asociación de Estados del Caribe, Parlamento Latinoamericano, entre otros, necesitarían un aggiornamento, luego de un análisis de su utilidad. Fenecieron o permanecen en el congelador ALBA, UNASUR, CELAC.

El canciller brasileño, Mauro Vieira, aseguró que la intención era tener un diálogo de alto nivel “libre de cargas ideológicas”. El objetivo de esta cumbre fue retomar el diálogo y analizar la posibilidad de que la región volviese a contar con un foro de integración “puramente suramericano”, que sea “permanente, inclusivo y moderno”. Y agregaría unitario.

En realidad, la cumbre no tuvo ni agenda determinada ni siquiera un nombre, fue una reunión informal para hablar de distintos temas sin llegar a ninguna conclusión, solamente avalado por el poder de convocatoria de Brasil y de Lula, quien en un principio habló de que sería un «retiro». El supuesto motivo de relanzar la integración sudamericana, algo que ya hicieron unos meses atrás, tratando de resucitar la CELAC, los presidentes López Obrador y Alberto Fernández.

No funcionó, sin embargo; los asistentes se dieron cuenta que el verdadero motivo era unificar posiciones acerca del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, significando la vuelta de este país a los organismos multilaterales; ello sirvió para marcar diferencias entre algunos mandatarios. Sin embargo, la reunión tuvo más un estilo de “Club de amigos”, los cuales sin duda alguna son por la membresía de muchos de ellos al Foro de Sao Paulo o al Grupo de Puebla marcada por la posición de cada país sobre Venezuela, entre otros temas.

La presencia de Nicolás Maduro generó cuestionamientos, sobre todo a partir de la declaración de Lula en la que dijo “compañero Maduro, usted sabe la narrativa que se construyó contra Venezuela: la de la antidemocracia, del autoritarismo”. “Cabe a Venezuela mostrar su narrativa, y que vuelva a ser un país soberano, donde solo su pueblo, a través de una votación libre, diga quién debe gobernar. Y entonces nuestros adversarios tendrán que pedir disculpas por el estrago que han hecho”, afirmó.

Dando a entender con sus palabras que las graves acusaciones en materia de violación a los Derechos Humanos contra el régimen chavista no eran incuestionables. Este incidente se vio reflejado en las palabras inaugurales del presidente de Brasil reconociendo el fracaso al manifestar: “En la región, dejamos que las ideologías nos dividieran e interrumpieron el esfuerzo de integración. Abandonamos los canales de diálogo y los mecanismos de cooperación y, con eso, perdimos todos”.

Así, el presidente chileno recalcó al abandonar el cónclave, que dar la bienvenida al venezolano no significa un cheque en blanco ni olvidar lo que sucede. “Nos alegra que Venezuela retorne a las instancias multilaterales […] Eso, sin embargo, no puede significar meter debajo de la alfombra principios importantes para nosotros”. En ese sentido, el mandatario agregó que “la situación de los derechos humanos no es una construcción narrativa, es una realidad seria”. El jefe de Estado trasandino ha dejado claro que el respeto a los derechos humanos es innegociable sea del color que sea el gobernante que los viola.

En la misma línea, el presidente Luis Lacalle Pou alegó que “no hacen falta más espacios” ni se necesitan crear nuevos organismos internacionales y, por supuesto, cuestionó la violación de derechos humanos en Venezuela. Por su parte Gustavo Petro, el mandatario colombiano, es partidario de volver al bloque de UNASUR, pero proponiendo un cambio de nombre para darle más amplitud. El nombre sería Asociación de Naciones Suramericanas.

El documento resultante de la reunión, denominado “Consenso de Brasilia” consta de nueve puntos y resalta que los países “reafirmaron la visión común de que América del Sur constituye una región de paz y cooperación, basada en el diálogo y el respeto a la diversidad de nuestros pueblos, comprometida con la democracia y los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la justicia social, el Estado de derecho y la estabilidad institucional, la defensa de la soberanía y la no injerencia en asuntos internos”.

El “Consenso de Brasilia” propuso la integración regional “para afrontar los desafíos compartidos en la construcción de un mundo pacífico; el fortalecimiento de la democracia; la promoción del desarrollo económico y social; la lucha contra la pobreza, el hambre y todas las formas de desigualdad y discriminación”. Asimismo, recoge el “compromiso con la democracia y los derechos humanos, el desarrollo sostenible y la justicia social, el Estado de derecho y la estabilidad institucional, la defensa de la soberanía y la no injerencia en asuntos internos”.

Sin embargo, más allá de estos puntos, el resultado de este encuentro entre presidentes deja un sabor amargo. Convocada para fortalecer la unión entre los países, en realidad esta congregación pareció un argumento por parte del gobierno de Lula no sólo para consolidar su posición mediadora sino, sobre todo, para purificar la imagen regional de la Venezuela chavista y darle la bienvenida a Maduro a las rondas internacionales.

Si bien es cierto que en reiteradas oportunidades Brasil utiliza su poder de convocatoria y su influencia en los organismos regionales como plataforma negociadora en el mundo, esta cumbre aparece completamente alejada de la realidad y de las necesidades de los países latinoamericanos.

El fracaso de esta peña de amigos nos recuerda las palabras del exsecretario de estado estadounidense, Henry Kissinger, “Hacia donde se incline Brasil, se inclinará Latinoamérica”. Ante el naufragio del retiro nos preguntamos: ¿la premonición de Kissinger no se cumplió esta vez? ¿Quién perdió la brújula Lula o Itamaraty? La cena quedó servida,  algunos comensales regresaron a sus países sintiéndose burlados.

 

 

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