Ramón Peña / En pocas palabras: Espectáculos
El acontecer político, con frecuencia, provee nutrientes para la trivialidad. Aporta noticias que encuentran espacio en los predios de eso que Mario Vargas Llosa bautizó como la civilización del espectáculo.
Algunas noticias vienen hechas a la medida. Recientemente, un fotógrafo de Associated Press captó el instante en que la primera dama de Francia le asestaba un bofetón a su marido, el presidente, a su llegada a Vietnam. Tal imagen fue una mina para especulaciones de toda naturaleza en tabloides y medios frívolos sobre la vida de la importante pareja.
Esta semana, otro hecho, igualmente con visos de escándalo y ruptura, ha sacudido a la opinión estadounidense, pero también al mundo entero que amanece cada día atento a las impulsivas maquinaciones de Washington. Se trata también del desencuentro de una pareja, aunque no formal y tradicional como la francesa, sino de un affaire de conveniencia político-financiera, entre dos hombres, uno el más poderoso y el otro el más rico de este planeta.
Luego de una espléndida luna de miel disfrutada durante 130 días, ambos han terminado en un rifirrafe de recíprocos trapos sucios: “malagradecido, ganaste gracias a mí”, “te voy a anular los contratos con tus empresas”, “usaste el proyecto DOGE para hacer negocios”, “tú, que eres cómplice de un pederasta”, “voy a promover que te destituyan”, entre otros.
Es el epílogo de la mutua fascinación entre dos egos de ilimitadas ambiciones personales, esencialmente pecuniarias. Ambos transgresores de la tradicional institucionalidad norteamericana. Uno de ellos, además deudor de la justicia.
El hecho ha sido materia prima para el mundo del espectáculo en shows de TV y otros medios estadounidenses. Pero ojalá sirviese también para que los ciudadanos de la primera potencia mundial cobrasen conciencia, con más reflexión y menos trivialidad, de la precaria calidad política, moral e intelectual de aquellos a quienes escogen como sus lideres…