Raúl se va y el vaso de leche se aleja
El general Castro ha asegurado que en el 2018 dejará la jefatura de los Consejos de Estado y de Ministros. Hace diez años, el 26 de julio de 2007, dijo en Camagüey: «estamos hablando fundamentalmente de alimentos de niños y de enfermos, con eso no se puede jugar…hay que borrarse de la mente eso de los siete años, llevamos 50 años con eso…hay que producir leche para que todo el que quiera se tome un vaso de leche y hay tierra para producirlo».
Raúl se va y el vaso de leche no llega.
¿Por qué una década después, no ha sido posible cumplir aquel deseo?
La explicación es sencilla. Lo que el general tenía que hacer para lograr ese propósito nunca fue, si quiera, concebido, pues nunca pensó enmendar el error garrafal primario: la estatalización de la propiedad, la economía y el mercado. Solo pretendió «reformas» demasiado limitadas y de muy lenta aplicación, que no afectaran las esencias del «modelo» y sus garantías para el control del poder económico y político por el castrismo.
¿Y qué pasos concretos hubiera tenido que dar? Básicamente, eliminar los controles y prohibiciones absurdas que mantiene sobre la masa ganadera privada, liberar la venta de leche, sus derivados y de carne de res; permitir y dar garantías legales al desarrollo de las empresas privadas y cooperativas productoras, recolectoras y distribuidoras de leche y sus derivados; eliminar el monopolio estatal del mercado de productos lácteos; repartir la tierra ociosa en propiedad y no en usufructo, con garantías legales de que no sería intervenida de nuevo por el Estado y apoyar con créditos reales ese movimiento.
Además, posibilitar la inversión directa de cubanos emigrados en el sector y considerar algún arreglo, aceptable para ambas partes, con los ganaderos que sufrieron intervenciones estatales cuando la Primera y Segunda Leyes de Reforma Agraria, que les permitiera volver a participar en la explotación del sector y aportar masivamente, capitales, tecnologías y experiencias.
Pero no. Los simulacros de reformas raulistas en el tema agropecuario no pasaron de repartir parte de la tierra ociosa, con muchas limitaciones, sin quitar los controles sobre producción y precios y sin cambiar todas las prohibiciones y privilegios del monopolio estatal sobre la comercialización de leche, sus derivados y la carne de res. ¿Invitar a los emigrados a invertir? ¡Primero muerto!
Desde una postura no mercantil, sino mercantiloide, porque no respondía a los intereses del mercado sino a su control, en 2013, seis años después del memorable discurso del vaso de leche, el Estado recolector subió el precio de acopio del litro de leche fresca de vaca de 2.40 pesos/litro, a 4.50 pesos, y a 5.00 la de cabra y búfala.
En 2015, ocho años después de aquel discurso, el monopolio de acopio estatal le subió el precio de la carne de res en pie, de 6.50 pesos/kilogramo, a 12 pesos como promedio.
Así, los deseos del general Castro chocaron con sus maneras de concebir el socialismo al estilo fracasado del estalinismo, desde el control del Estado y sus monopolios de producción y distribución. Sus «muchachos» en el Buró Político compartían esos prejuicios «burgueses».
Hoy, luego del huracán Irma que devastó buena parte de la zona norte del país, los mandantes cubanos siguen «plantados en sus trece» y mantienen todas las retrancas que pusieron a las principales medidas de la Actualización y a los Lineamientos del PCC (trabajo privado, cooperativismo e inversión extranjera), que hicieron aprobar este año en la Asamblea Nacional del Poder Popular, cargados de contradicciones e indefiniciones, sin respaldo legal alguno. El vaso de leche «para todo el que quiera tomárselo», se sigue alejando.
El pánico a perder el control estatal de la economía ha cundido porque la práctica ha demostrado que el trabajo libre privado o asociado, junto a la iniciativa privada, en las áreas que han permitido limitadamente, compiten exitosamente con las empresas estatales a pesar de sus privilegios y monopolios.
Todos los que saben algo de economía, en Cuba y en el mundo, al referirse a las reformas raulistas criticaron su filosofía de «sin pausa, pero sin prisa», lentitud que ha llegado a convertirse en una nueva fase de estancamiento.
En estos dias rueda una noticia por las redes sociales: según Juan Juan Almeida, el hijo del fallecido comandante Juan Almeida Bosque, el excoronel Marino Murillo, principal impulsor de las reformas, fue destituido del cargo de ministro de Economía y Planificación porque durante una reunión del Gobierno que analizaba la Conceptualización del Modelo Económico y Social y el Plan de Desarrollo hasta el 2030, ridiculizó abierta, pero respetuosamente, la política «sin pausa pero sin prisa» e instó al primer secretario del PCC a agilizar los cambios necesarios y descentralizar las decisiones, sobre todo aquellas concernientes a la inversión extranjera.
En la intervención, que luego reprodujo y envió a todos los presentes para dejar constancia escrita, Murillo exhortaba a reconocer el mercado, a darle más libertad al sector cuentapropista e insistía en la necesidad de autorizar nuevas categorías autónomas que ofrecieran mayor cualificación y productividad. Explicaba, además, que las reformas, tal y como se les conocían, eran limitadas y no ofrecían garantías, porque no tenían ningún respaldo en regulaciones jurídicas.