Ricardo Villanueva y la Doctrina Estrada
El embajador en retiro Ricardo Villanueva es un diplomático mexicano de gran trayectoria. Fue compañero de Sergio Pitol en la Embajada de México en la Unión Soviética, y en su carrera fructífera tuvo a su cargo las embajadas de México en Malasia, Arabia Saudita, Chile, Perú, Trinidad y Tobago y Polonia. Su opinión es, por mucho, la de una voz autorizada.
Villanueva leyó con atención mis colaboraciones de hace un par de semanas sobre el tema de la Doctrina Estrada y la posición del gobierno de México ante la crisis venezolana. Ha tenido a bien enviarme sus comentarios críticos al respecto, los reproduzco íntegros a continuación, porque me parece que contribuyen con gran elocuencia a esta reflexión.
Para ello trae a la memoria un texto de Alfonso de Rozensweig titulado: “Lo que no es la Doctrina Estrada”. Ese texto, nos dice el embajador Villanueva: “sintetizaba dos aspectos vinculados de la historia de las relaciones internacionales de México: por un lado la actitud clara e inteligente en contra del colonialismo, del abuso del poder, de la explotación económica y de la intervención de las potencias imperiales europeas y de los Estados Unidos en la América Latina y por el otro, la necesidad de que México se vincule internacionalmente con otros países y con ellos comparta una serie de principios en los que fundamenta el ejercicio de su política exterior”.
“Se entiende que la extrema debilidad política y económica en que vivieron las nuevas naciones de América Latina dio lugar a la agresión oportunista de algunas potencias imperiales europeas y de Estados Unidos, que impusieron en algunos casos o trataron de imponer en otros, su mandato y sus reglas y aprovechar o ahondar las estructuras de explotación colonial todavía vigentes en el siglo XIX y buena parte del XX”.
“La forma del intervencionismo fue múltiple y con frecuencia se manifestó con agresiones militares y reivindicaciones territoriales. Aunque la Doctrina Estrada se refiere a gran parte de ese conjunto conceptual, hace énfasis en el principio de la no intervención y propone que en su política exterior México no se pronuncie en el sentido de otorgar su reconocimiento a los gobiernos extranjeros, sino que debe limitarse”.
“Resumida así, esta primera parte de la Doctrina Estrada, refleja una propuesta de respeto a la independencia y autonomía de los Estados con los que mantenemos relaciones diplomáticas (respetar la pluralidad, sin que la forma de organización interna de cada grupo social tenga relevancia especial en las relaciones entre países). Pero eso también es aislamiento: atestiguado en nuestro caso sobre todo en los sexenios de Echeverría y López Portillo”.
“Durante varias décadas la interpretación parcial de la Doctrina Estrada, es decir, sólo como una tesis no intervencionista, fue utilizada para esconder intereses personales, de grupo y de partido, lo que llevó a consecuencias altamente nocivas. Y al mismo tiempo, en consonancia con esta doctrina, México se vio impedido para denunciar a regímenes totalitarios y a sus atrocidades, lo que afectó no sólo a las sociedades involucradas sino a la comunidad internacional en su conjunto”.
“Pero afortunadamente —y esta es la parte que muchos ignoran o no quieren invocar—la Doctrina Estrada se complementa con el postulado siguiente: no obstante que México debe observar respeto a la organización interna de los Estados, eso no significa una posición de alejamiento con respecto a esos Estados con quienes se aplica la Doctrina, pues esto conduciría a practicar una conducta de aislacionismo de la comunidad internacional en general. Al contrario, de acuerdo con la Doctrina Estrada, la política exterior de México debe conducirse con el propósito de promover la cooperación internacional en general, y en lo particular, atendiendo a la protección de los intereses de la Nación y a la defensa de las causas internacionales con las cuales los mexicanos nos consideramos solidarios, entre ellas —la más importante— los derechos humanos”.
“Podemos entonces distinguir una doble cuestión: por un lado respeto a la forma de organización interna de los Estados (que tiene que ver con la no intervención) y por el otro, la parte propositiva y más rica de la Doctrina —y la menos conocida—, la del fomento de la cooperación internacional y de las causas por las que creemos y luchamos en México. En esto precisamente se sustentó la posición de México en el grupo de Lima: la defensa de los derechos humanos en Venezuela y en el nuevo concepto del derecho internacional humanitario, el de la responsabilidad de proteger”.
“En el caso de Venezuela aplicamos la Doctrina Estrada al integrarnos al grupo de Lima porque ya se habían realizado innumerables esfuerzos pacifistas para convencer al gobierno de Maduro de reconocer a la Asamblea Nacional, organizar elecciones representativas y justas (legales) y detener el deterioro social y la emigración forzada. Nada funcionó. El régimen autoritario compraba tiempo, se burlaba y buscaba apoyos de países autoritarios cuyo modelo se rechaza en América Latina (Irán, Rusia, Turquía, etc.) Y es en ese contexto donde entró a funcionar la segunda parte de la Doctrina Estrada: la de los derechos humanos y la responsabilidad de proteger”.
“Resulta muy conveniente referirnos sólo esa primera parte, que nos conduce al aislacionismo, que reconocer la segunda, que nos vincula a la comunidad internacional, a las causas más nobles, y nos impide dejar abandonados a cientos de miles al arbitrio de regímenes déspotas como el que prevalece actualmente en Venezuela”.
“Es curioso que en 1973, en el caso de Chile, hayamos intervenido en asuntos internos de ese país rompiendo relaciones diplomáticas (al tomar esa decisión descalificamos al régimen militar), sin haberlo hecho con las demás dictaduras militares del continente, que eran por cierto mayoritarias en aquel momento (Perú, Brasil, Ecuador, Argentina y Uruguay). Eso sí, cantamos a los cuatro vientos el refugio concedido a cerca de 6,000 refugiados chilenos en México, e ignoramos el de otros países que fueron más generosos como Francia, Italia y Suecia, que recibieron a 20.000 cada uno, o —el más generoso de todos—Venezuela, que dio entrada a cerca de 40,000”.
“Comparto los principios en que se basa la doctrina de mi ilustre paisano Genaro Estrada; pero eso sí, de la doctrina completa, con su componente de vinculación con los principios que compartimos con otras naciones amigas.
Le agradezco sus comentarios, y me honro de su amistad.
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@edgardobermejo