Soledad Morillo Belloso: Los «atanasios»
Hay gente caracterizada por tres “condiciones”: no tienen densidad intelectual, carecen de inteligencia ética y son analfabetas sociales. Y nada de eso tiene cura. Es cierto, tienen astucia para colarse en los anillos del poder. Allí se apoltronan y se dedican al oficio de parasitar.
No es nueva en Venezuela la existencia de una fauna de homínidos que cree que tiene derechos superiores al resto de los ciudadanos. En cada siglo ha habido ese tipo de esperpentos que, para más, siente placer en exhibirse sin atisbo de pudor. Son los “perfectos idiotas” que Plinio Apuleyo Mendoza describe con esa extraordinaria pulcritud lingüística que le caracteriza y sobre quienes mi adorado Antonio Cova, a quien extraño cada día, se explayaba en coloridos análisis calificándolos de “sabandijas con cirugía plástica”.
Un episodio sucede a otro. Y, acaso confundidos, caemos en el error de sentir que triunfa la procacidad, que la obscenidad manda y comanda. No es así. Porque una cosa ha quedado flotando en el ambiente: la sociedad arruga la cara y piensa que lo ocurrido está mal. La sociedad tiene inteligencia ética.
Gentuza hay en todos los países. No es algo en lo que Venezuela pueda presumir de exclusividad. Bufones han tenido todos los mandamases. La historia termina colocándolos en escuetas notas a pie de página que se van convirtiendo en párrafos desleídos. El tiempo es implacable. Y el dinero poco sirve para hacerle remiendos a la avaricia, la soberbia y la vanidad, tres malolientes pecados.
Así que este episodio de la vergonzosa fiesta en la cima de un tepuy pasará, no al olvido, como piensan algunos, más bien al degredo. Porque por años el impresentable señor anfitrión y los señores invitados se convertirán en “Atanasio y sus flatulencias”, como bien apuntaba aquel chiste de Álvarez Guedes. Y todo el poder y todo el dinero de poco les servirá para intentar evitar la mofa de una sociedad que pudo verlos retratados de cuerpo entero como lo que son, hazmerreíres. Satisface, y mucho, que las críticas hayan superado con creces a los gestos de apoyo y defensa. El país está pobre, adolorido, golpeado, hundido, pero no es idiota y sabe distinguir el bien del mal.
Estos personajes decadentes no aprenderán. Son físicamente incapaces de siquiera entender la clase de papelón que han hecho. Para ello necesitan tener al menos dos neuronas que hagan sinapsis, y no las tienen. Seguirán adelante, con igual comportamiento, por el mismo camino, dejando el rastro de sus vulgaridades y simplonerías enfundadas en ropajes de desvergüenza. Pero allí, en cualquier esquina, en cualquier paraje, en donde menos lo esperen, habrán de enfrentarse de por vida con la mueca que cualquiera les ofrecerá al reconocerlos. El pueblo venezolano sufre, pero no ha perdido ni un ápice de su creativo ingenio para llamar a las cosas por su nombre. Ese es un poder del que los “atanasios” y las “atanasias” no tienen ni tendrán jamás cómo esquivar o defenderse.
P.d. Como bonus track, va el link de Álvarez Guédes, «Atanasio»: