Tras el paso del huracán Irma, los cubanos se preguntan ¿dónde está el gobierno?
Rosa María, una de las afectadas por el Huracan Irma, en Punta Alegre, Ciego de Avila.
Rodeada de los restos de lo que fuera su casa, en Isabela de Sagua, un pueblo en la costa norte del centro de Cuba, una niña pequeña narra a la televisión estatal lo que perdió durante el huracán Irma, que azotó casi toda la isla.
“El baño, la bicicleta, el ventilador, un abrigo mío”, dice la niña. Una mujer se lleva las manos a la cabeza mientras contempla las ruinas de su casa, que perdió el techo, paredes y ventanas.
Poco a poco comienza a conocerse la verdadera dimensión de los daños causados por Irma en su paso por Cuba. Es una tragedia.
La imágenes muestran a viejos autobuses rusos que trasladan de vuelta a “un pueblo diferente”, dice la reportera, a los más de 1,000 evacuados en Isabela de Sagua, en la provincia de Villa Clara. Más de un centenar de familias perdieron sus casas —pobres, muchas de zinc y madera— y nada se dice en el video sobre el futuro de estas personas, dónde van a dormir, qué van a comer y cómo van a reconstruir sus viviendas. Tampoco se ve movimiento de recogida, limpieza o distribución de provisiones en el pueblo.
En un país donde el estado controla casi todo los recursos (y las personas), muchos comienzan a preguntarse, ¿dónde está el gobierno?
En Florida, en la que se esperaba la llegada de Irma el pasado fin de semana, el governador Rick Scott decretó el estado de emergencia el lunes 4 para todo el estado. La Defensa Civil cubana, una operación militar que se activa en casos de desastres, reaccionó con más lentitud y esperó hasta el jueves para decretar la “fase de alarma ciclónica” desde Guantánamo hasta Ciego de Ávila, cuando ya el huracán se acercaba a la costa norte oriental. El viernes en la noche, el huracán con categoría cinco tocó tierra en la cayería al norte de las provincias centrales y arrasó con varios pueblos costeros de esa región.
Y cuando las autoridades se percataron de que la marejada ciclónica afectaría a la capital cubana, fue demasiado tarde. Unas horas antes de que comenzaran las inundaciones el sábado, declararon la alarma y ordenaron las evacuaciones. Muchos no se fueron. Las olas alcanzaron los nueve metros de altura; el agua llegó hasta lugares que nunca antes había alcanzado en el populoso barrio de Centro Habana y se coló en las casas, dañando muebles, ropa y electrodomésticos. Bomberos y guardacostas tuvieron que rescatar a varias familias. Como resultado, se dañaron 4,288 viviendas en la capital, reportó el diario oficial Granma, de las cuales 157 se derrumbaron totalmente.
Las imágenes de Isabela de Sagua, Caibarién, Camajuaní, Punta Alegre y Santa Lucía, por solo mencionar algunos de los pueblos más afectados, sugieren que hay miles de viviendas más derribadas o en mal estado. Pero la reconstrucción de esos hogares no es el centro de los reportes de la prensa oficial, enfocados en los trabajos para restablecer la electricidad —varias termoeléctricas dejaron de trabajar y varias provincias siguen sin electricidad—, así como en los daños al turismo y la agricultura.
En el penúltimo párrafo de un largo reportaje en Granma, se menciona que “comenzaron a acondicionarse” dos locales para los damnificados de la capital.
El actual gobernante, Raúl Castro, no ha aparecido en público pero envió un mensaje en el que aseguró que “la Revolución no dejará a nadie desamparado y desde ya se toman medidas para que ninguna familia cubana quede abandonada a su suerte”.
Las olas del mar batieron con furia en el famoso pueblo pesquero de Cojímar, inmortalizado por Ernest Hemingway en El Viejo y el Mar, mientras el huracán Irma se alejaba de Cuba hacia la Florida el fin de semana. Muros y viviendas fueron destruidos y las calles amanecieron llenas de basura y escombro.
Pese al operativo de evacuación de un millón de personas, hasta el momento las autoridades han reportado diez fallecidos debido al paso del huracán, no sin antes incluir la frase “no observó las normas de conducta orientadas por la Defensa Civil, negándose a ser evacuado” como causa de algunas de las muertes.
Para incrementar la indignación de los cubanos, en medio del huracán, el monopolio estatal cubano ETECSA, cobró por recibir notificaciones sobre el ciclón Irma y en la capital, empresas estatales están vendiendo raciones de comida por cinco pesos en moneda nacional para los damnificados.
“Eso deberían darlo gratis, quieren hacer dinero con todo”, comentó sobre la venta de alimentos un hombre sentado a la entrada de su casa que se inundó hasta el techo en Centro Habana.“Eso para mí esta mal, por aquí no ha pasado nadie”, dijo a un reportero de CiberCuba el martes. Otra vecina de San Lázaro dijo estar “bastante molesta” porque el gobierno no había brindado ayuda.
Llevan cuatro días sin electricidad.
“La ayuda pésima, ninguna. Ayuda es brindar las cosas, aquí no se ha brindado nada. A mí me parece que quien en estas condiciones venga a venderle al pueblo comida, eso no se hace en ningún lugar”, comentó.
Otros critican la ausencia de las autoridades, que no se han presentado en estos barrios y recuerdan con nostalgia a Fidel Castro, quien en casos de desastres naturales, gustaba de aparecer en la televisión y recorrer las zonas afectadas, siempre cerca de las cámaras.
Después del paso de Irma, “aquí no ha venido nadie”, dijo el miércoles una mujer damnificada por el paso del huracán en La Habana.
“El agua la pusieron ahorita, el gas hace un ratico, la luz todavía sigue brillando por su ausencia, pero todavía nadie ha venido a preguntarnos cómo fue, ni qué paso. Que cuando nuestro Comandante estaba vivo siempre alguien venía a preguntar en qué condiciones nos sentíamos”, dijo a la agencia independiente En Caliente Prensa Libre.
El malestar se ha sentido incluso en barrios de la capital donde el huracán no golpeó directamente pero que llevan días sin agua ni electricidad. Vecinos de Santo Suárez salieron a la calle en una protesta espontánea el miércoles.
Queda claro que al margen de las diferencias de estilo de gobierno entre los hermanos Castro, el actual gobernante tiene una crisis enorme que manejar, justo cuando esperaba retirarse en febrero próximo y la economía intentaba salir de una recesión.
Venezuela, el principal aliado de Cuba, envió 7.3 toneladas de ayuda humanitaria, pero el gobierno de Nicolás Maduro tiene sus propios problemas y no está en condiciones de cubrir las necesidades de recuperación de los cubanos.
El Programa Mundial de Alimentos dice tener suficiente comida ya en la isla para alimentar a más de 200 mil personas durante un mes. Y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo puede proveer techos, colchones y otros materiales de primera necesidad, pero todo tiene que ser coordinado con el Estado cubano. Siguen esperando instrucciones.
La ayuda internacional, sin embargo, no puede resolver todos los problemas, asegura la bloguera cubana Yoani Sánchez, quien aboga por la eliminación de aranceles y mayores libertades al emprendimiento privado en una situación de emergencia.
Sánchez pidió al gobierno que tome “decisiones importantes para aliviar el sufrimiento de quienes han perdido todos o buena parte de sus bienes”, como por ejemplo, “eliminar las restricciones a las importaciones personales y permitir las importaciones comerciales en manos privadas”.
El gobierno, por el momento, se ha concentrado en paliar los daños a una de sus principales industrias: el turismo. Castro prometió que los hoteles dañados estarían listos antes del inicio de la temporada alta en noviembre.
En La Habana, los hoteles en zonas costeras que sufrieron los embates de Irma comenzarán a operar a fines de esta semana gracias a la “rápida” acción del gobierno, dijeron directivos del Ministerio de Turismo.