Trotski vuelve a México
Alfonso Herrera como Ramón Mercader y Henry Goodman como Trotski, en una imagen de ‘El elegido’.
Al interior de un piso del Edificio Vizcaya, en el centro de la Ciudad de México, Ramón Mercader empuña un piolet. Las mangas de su camisa blanca están arremangadas y viste un sencillo pantalón gris. Está de espaldas, pero sabemos que sus ojos miran con intensidad el bastón mientras sus manos acarician el largo mango de madera. Frente a él se encuentra Kotov, el espía ruso que ayudará al comunista a transformar la herramienta de alpinista en una de las armas homicidas más famosas del siglo XX. Mercader entierra con precisión y sin ira el piolet en el centro de un coco. “Perfecto, nadie puede sobrevivir a esto”, dice en inglés su maestro.
Corte.
Un perro ha comenzado a ladrar en uno de los departamentos de este edificio construido en los años veinte del siglo pasado. Los ladridos se han metido en la toma y han roto el viaje al verano de 1940 que ha logrado la filmación de El elegido, el noveno largometraje del español Antonio Chavarrías. La película reconstruye el recorrido de Ramón Mercader desde que es reclutado en las trincheras de la Guerra Civil española por los servicios de inteligencia soviéticos hasta su entrenamiento y preparación para llevar a cabo una misión secreta: asesinar a León Trotski, asilado en la Ciudad de México.
La escena que se filma al interior del departamento es la última que se rueda en la capital mexicana. La producción pasó por el Centro Histórico y filmó en el barrio de Coyoacán, donde el actor inglés Henry Goodman, que interpreta a Trotski, volvió a dar el alarido que marcó a Mercader por el resto de su vida.
Aquí puede verse el video «Diario de rodaje 1», de «El Elegido»:
La película, que estará lista en 2016, intenta distanciarse de otras como El asesinato de Trotski (Joseph Losey, 1972) para arrojar luz sobre la camaleónica vida de Mercader. “Solo se le conoce como el asesino de Trotski, pero ¿quien fue este hombre que peleaba contra los fachas?”, se pregunta Alfonso Herrera, que encarna al autor del atentado además de sus álter ego Jacques Mornard y Frank Jackson. Este popular actor mexicano de telenovelas fue elegido por su parecido físico con el asesino. “Tenía que hablar inglés sin acento español porque la gente de Trotski esperaba que el atentado lo cometiera un español”, dice Chavarrías en la locación. La coproducción entre México y España llegó a Barcelona este lunes para rodar en el barrio de Sant Gervasi, donde se crió Mercader.
El guion de Chavarrías es producto de años de investigación y de la consulta de fuentes directas. “Fui a los artículos de los secretarios de Trotski, las memorias de su viuda, Natalia”, dice. También se entrevistó con Esteban Volkov, el nieto del revolucionario ruso y único testigo vivo del asesinato. El cineasta asegura que existen coincidencias entre su investigación y la novela del cubano nacionalizado español Leonardo Padura, El hombre que amaba a los perros. “Cuando sale la novela (2009) yo ya tengo varias versiones del guion y ya estamos trabajando en la financiación… Hay similitudes porque bebemos de las mismas fuentes”, dice.
La vida de Mercader es material para un potente drama mezclado con un thriller político. Chavarrías también se detiene en la historia de amor que el agente secreto tiene con Sylvia Ageloff (Hannah Murray), una exsecretaria de Trotski que es manipulada para que el asesino se aproxime a su objetivo. “Sylvia quedó tan afectada que después de los hechos nunca volvió a ofrecer una entrevista, se borró del mapa”, dice el director.
Esta tragedia de la vida real proporciona a Chavarrías unos personajes fascinantes con sentimientos turbios. Elvira Mínguez interpreta a Caridad, la madre de Ramón. En la locación pide al director precisar los sentimientos de una mujer dividida entre el amor materno y su odio al traidor de la Unión Soviética.
-«Un buen comunista sabe sacrificarse, ¿y tú?», dice Caridad a su hijo al final de la escena.
«Me interesaron los personajes, que son muy complejos. Vivieron una situación muy retorcida. Creo que eran gente bastante honesta, con ideas fijas y un dogmatismo que hacía que cualquier medio justificara el fin», dice Chavarrías. El cineasta también reflexiona sobre los horrores que se cometían en nombre de una utopía. “Presento a la izquierda como víctima de la propia izquierda, que genera movimientos destructivos, tanto o más que los que venían de la España franquista”.
El elegido retrata un mundo sin matices, sin medias tintas. Uno donde los comunistas mexicanos se sentían culpables porque su país acogía a Trotski. Y donde los crímenes del estalinismo apenas comenzaban a denunciarse.