“La política de Obama solo ha servido para incrementar la represión. Vamos a dar marcha atrás y dar el poder al pueblo cubano frente a los elementos represivos del régimen. Habrá cotas, de forma que si hay liberación de presos o elecciones, avanzaremos”, señala un portavoz de la Casa Blanca.
Trump es imprevisible en todo, salvo en demoler el legado de Obama. En ese terreno, el presidente camina en línea recta y siempre que puede golpea. Lo hizo con el Obamacare y ahora lo intenta con Cuba. El resultado, como es habitual en él, resulta irregular. Ni ha podido desmontar toda la reforma sanitaria ni cerrar ahora por completo las puertas a Cuba.
El giro no es total. Algunas medidas permanecen. No se tocan las remesas, no se prohíben los vuelos comerciales ni el tráfico de cruceros y tampoco se restituye la política de pies secos, pies mojados que permitía a los cubanos entrar sin visa en EEUU.
Pero el golpe no deja de ser durísimo. Su objetivo central es desincentivar el trato con el régimen cubano. Para ello prohíbe, salvo alguna excepción aeroportuaria y marítima, toda transacción financiera con el conglomerado militar. El principal afectado será el Grupo de Administración Empresarial (Gaesa), un paraguas empresarial bajo el que las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia controlan el 60% de la economía cubana. Infinidad de hilos de capital en la isla pasan por esta corporación. Hoteles, entidades de exportación e importación, supermercados, cadenas de ropa, recepción de remesas, restaurantes, marinas, transferencias bancarias, alquiler de inmuebles… Poner un candado al comercio con Gaesa afecta a toda la actividad económica del país, estatal y de pequeños empresarios, pues los tentáculos del conglomerado apenas dejan rincones sin tocar.
El otro gran retroceso lo experimentarán los viajes a la isla. Aunque el turismo seguía prohibido con Obama, los desplazamientos se dispararon gracias a la creación de 12 categorías de viaje, que incluían desde visitas familiares a proyectos humanitarios y actividades culturales. La laxitud administrativa en su justificación, que básicamente dependía del viajero, ha permitido que casi cualquier estadounidense pudiese visitar Cuba. El resultado ha sido fulgurante. Sólo en los cinco primeros meses de este año, 285.000 ciudadanos de EEUU viajaron a la isla, tantos como en todo 2016, y se calculaba que si la dinámica siguiese sin trabas a finales de año la cifra superaría los 400.000.
Con el fin de congelar esta floreciente actividad, Trump va a exigir un mayor control administrativo de cada viaje y se dispone a estrangular una de las modalidades más extendidas, la denominada “persona a persona”, que permite desplazarse a Cuba fuera de grupos organizados alegando motivos educacionales.
En principio, quedarán a salvo de la quema los viajes familiares de cubanoamericanos. Esto supondría un respiro para multitud de hogares de la isla que viven de las remesas de los emigrantes y que arrancan sus negocios particulares con los dólares de la otra orilla del Estrecho de Florida.
Los detalles técnicos de las medidas de presión se irán plasmando legalmente en los próximas semanas y meses. Será un proceso gradual pero con una meta clara: dar marcha atrás a la apertura y volver a los tiempos del pulso permanente. “Mientras no haya libertad, se restablecerán restricciones”, afirmó el portavoz.
El giro responde a un interés electoral de Trump. En sus albores, cuando era aspirante a las primarias, se declaró partidario del deshielo, pero a medida que fue necesitando fuerzas para batir a Hillary Clinton derivó hacia zonas más intransigentes, buscando el apoyo del anticastrismo y de senadores como Marco Rubio en Florida, un Estado que fue clave para su victoria en los comicios de noviembre.
En pago, el presidente ofrece ahora no sólo un endurecimiento bilateral sino la recuperación de una retórica agresiva y la beligerancia diplomática en la ONU. Su discurso en Miami se celebrará en un espacio simbólico para el exilio duro, el Teatro Manuel Artime de La Pequeña Habana, nombrado en honor de uno de los líderes de la Brigada 2506 que desembarcó en Bahía de Cochinos para tratar de derrocar a Fidel Castro.