Tulio Álvarez: Focus Belli – Legítima Insurrección
Muchos son los riesgos que está asumiendo cada ciudadano y, en general, el pueblo venezolano en esta coyuntura liberadora. Pero el objetivo final es la mejor justificación del grave riesgo. Como enseña la historia de los grandes conflictos de la humanidad, el triunfo está en función de la definición, el coraje, la tenacidad y, por qué no admitirlo, elementos fortuitos que dependen de la elección del momento oportuno. El azar moral está en la ejecución de una estrategia después de asegurar todos estos factores. Ahora bien, la incógnita: ¿Será que estamos bien encaminados?
Desde el manotazo final que pretendió el régimen con las sentencias 155-17 y 156-17 de la Sala Constitucional, actos arbitrarios que instauran una tiranía judicial y la ruptura del orden constitucional, se ha activado un movimiento nacional caracterizado por unidad de acción de los factores democráticos y renovación del liderazgo, dos elementos que han sido imperceptibles para muchos. Los Idus Martii vislumbraban la permanencia del régimen gracias a la desmovilización de la oposición pero, como predijo el vidente, los idus de marzo aún no habían acabado.
Fue así como producto de una gran conspiración interna de exclusiva factura roji-verde se desencadena un proceso que, en un principio, toma por sorpresa a lo que en ese momento se podía identificar como oposición: Los partidos y la MUD. Y al llegar los idus de abril el panorama era otro con una formal declaratoria de ruptura del orden constitucional, un Maduro debilitado y peligrosamente radicalizado, a la par de una sociedad motorizada no en función de oposición, la cual solo es concebible en democracia, sino como factores democráticos; primero en franca resistencia y ahora, consecuencia de la represión, en legítima insurrección.
En general, bajo la teoría de juegos, la clave es forzar las acciones del contrincante para que éste reaccione y cometa errores. La activación de la protesta de calle fue el gran componente en abril. La fuerza ejercida fue tan contundente que superó las previsiones de una maquinaria más que diabólica, acostumbrada a elegir al enemigo; al punto de escoger al candidato presidencial opositor más conveniente en algún evento electoral del pasado. Reaccionaron con más represión y cuando se vieron desbordados jugaron. El error fatal fue convocar la Asamblea Comunal Constituyente como la iniciaron de la mano de Herman Escarrá.
Si había baches en la estrategia de los factores democráticos, un providencial Maduro, exquisitamente mal asesorado, terminó de unificar a sus adversarios, dividir a sus pocos partidarios, reavivar las ambiciones militares hasta ese momento aletargados por sus actividades mercantiles y demostrar la inviabilidad de su permanencia en el poder. Todo esto unido a la convicción de un ahora o nunca generalizado en las élites culturales, sociales y políticas que no podrán ser desviadas por las maniobras de siempre de los infiltrados, los mismos que perdieron todo protagonismo dialogante y que luchan por no caer en un estercolero que ya despide sus olores.
Cuando Maduro convocó la constituyente, en la forma que lo hizo, produjo una declaración tan formal como la de la Fiscal General de la República certificando la ruptura constitucional. Simplemente le dijo a militares, altos funcionarios, inscritos en el PSUV y a todas las mafias que lo sustentan, ustedes se hunden conmigo. Él está “apavorado” con el porvenir. Desconfía de los miembros del TSJ, sabe que su subrogante inició la conspiración, prevé que el otro demonio quiere utilizar la presidencia de la ANC para sustituirlo y ya ha oído los murmullos que en realidad son gritos contenidos en ese mundo tan complejo de los militares.
El brazo izquierdo de la tenaza institucional -me refiero a Tibisay Lucena y sus cómplices- también ha puesto lo suyo. Mucho lo hubiera ayudado ella señalando la imposibilidad de admitir su solicitud dada la contradicción técnica de las bases. Pero el apuro por tener todo a punto el 3 de agosto, más por razones simbólicas que prácticas, la llevó a fijar el 30 de julio como fecha de vencimiento probable del régimen, sin siquiera la formalidad del pronunciamiento del directorio. Comenzaron la ejecución sin aprobar las resoluciones, contrariando las propias bases, bajo un esquema de falsificación documental, con padrones electorales sectoriales que no responden a la realidad; en fin, actuaciones materiales o vías de hecho inconstitucionales.
Ahora qué van a hacer, es la pregunta. Lo mismo que han hecho hasta ahora, seguir cometiendo errores. Y ahora ¿qué deben hacer los factores democráticos para cerrar la faena democrática? No cometer o reeditar los errores del pasado. En pocas palabras, formalizar la sustitución de liderazgos con la nueva generación, mantenerse indefectiblemente unidos, terminar de tomar consciencia de que se produjo una ruptura y que no existe democracia. También deben neutralizar las acciones voluntaristas de una pequeña vanguardia violenta que aplica tácticas foquistas, restan credibilidad y producen grandes temores en el ciudadano común. En consecuencia, no existe oposición sino resistencia política a un régimen autoritario que no negocia, ni está dispuesto a ceder, salvo en situación límite. Lo más importante, no dejar de presionar con la protesta de calle, sin desviaciones judiciales o recursos ante los mismos que perpetraron la ruptura; y aquí me refiero al brazo derecho de la tenaza, el TSJ.
Ellos van ahora por Luisa Ortega por haber cumplido los deberes inherentes al cargo. Le temen, más por el efecto de su testimonio y mensaje que por la contundencia de sus acciones. Ella se ha equivocado sistemáticamente en la redacción de los recursos y la oportunidad de los mismos pero ha sido demoledora con el mensaje. En el momento en que escribo este artículo, están discutiendo a quién van a designar como Fiscal General Accidental, para constituir el Consejo Moral Republicano y suspenderla en el ejercicio del cargo a solicitud del TSJ. Háganlo de una vez, ayúdennos a desatar los monstruos que aún quedan encadenados.
Por lo pronto, sigue corriendo el reloj de la definición. Ya se convocó el Plan República pero todavía los componentes de la FANB se debaten sobre su ejecución. Dos temas básicos: Cómo reaccionar ante el seguro blanco en que se convertirán todos y cada uno de los centros electorales, el día D; el otro, definir si entregarán armas a la milicia, en el caso de que ésta se movilice institucionalmente. La respuesta implica la definición de tomar el poder formalmente y desalojar al payasito camuflajeado de presidente.
Si priva el sentido común en el ejército, tomarán consciencia de la responsabilidad histórica que asumirían, entenderían la vitalicia y hereditaria persecución que sufrirían por los hechos criminales que tendrían que ejecutar y harán lo único que pueden hacer para no nadar en la inmundicia de sus actos. Me refiero a la formal solicitud de diferir el proceso de la ANC al mejor estilo del billete de a cien. Todo esto depende de una sola condición que marca a los factores democráticos; administrar la protesta, darle continuidad y contundencia, entender que es un acto de insurgencia y no de oposición. Solo así ellos asimilarán que no enfrentan un problema de orden público sino algo inédito, una situación en la que tendrían que aplastar a un pueblo en rebelión, legítima rebelión.
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Muy bueno!