Relaciones internacionalesViolencia

Un nuevo escenario de guerra, una misma presencia

Pakistán e Irán levantan sus banderas blancas tras días de tensión y  bombardeos mutuos

 

Como señalé en un artículo anterior, «el 2024 será un año de urnas y armas, una prueba de estrés tanto para el sistema democrático como para la multiplicidad de conflictos que alimentan la inestabilidad global«. Esto hace que el mundo en el presente año concentre la mayor cantidad de conflictos activos desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La agenda geopolítica, en los próximos meses, se entretejerá a partir del impacto entre los distintos conflictos bélicos existentes y el veredicto que lanzarán los más de 70 procesos electorales marcados en el calendario. 

Ciertamente, nos encontramos en un mundo desordenado y convulso. A las ya existentes 10 guerras abiertas, se le suma una nueva: la guerra entre Pakistán e Irán, que estalló hace un par de semanas atrás. Este nuevo episodio bélico agita los cimientos de un orden ya fuera de equilibrio. 

Vale señalar que Irán forma parte del Eje de la Resistencia, el centro radial del mismo, desde donde emanan las recientes guerras delegadas.

Hace pocas semanas, Irán lanzó varios ataques con drones y misiles contra lo que señala como las bases del grupo yihadista Yaish en la región fronteriza paquistaní de Beluchistán, en represalia por el atentado perpetrado el mes pasado por el mismo grupo contra una estación de policía en la provincia iraní de Sistán y Beluchistán en la que murieron 11 agentes iraníes. La respuesta de Pakistán no se hizo esperar, y al día siguiente atacó posiciones de supuestas formaciones terroristas en el sudeste de Irán, abriendo una grave crisis bilateral que afecta a la región que ambos países comparten.

A pesar de ser la provincia más pobre y subdesarrollada de la zona, Beluchistán tiene una enorme relevancia por sus reservas minerales y su ubicación estratégica. Además, Beluchistán tiene el único puerto oceánico de Irán, Zahedán, así como el puerto de Gwadar, en Pakistán, tramo final del corredor económico China–Pakistán, un eje que recorre el país de norte a sur. Tanto Irán como Pakistán tienen una posición central en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, liderada por Pekín, y que podría verse afectada si las hostilidades continúan.

En la actualidad, Pakistán atraviesa múltiples dificultades, incluido un alto nivel de endeudamiento y el incremento de las actividades terroristas. La violación de su soberanía abre un frente de confrontación con una nación vecina con la que ha mantenido relaciones volátiles desde la revolución iraní. No obstante que ambos países han expresado su intención de reducir las tensiones.

Irán, por su parte, ha enfrentado masivas protestas contra el régimen, la represión y el suministro de armas a Rusia, dejando a la República Islámica más aislada que nunca en las últimas décadas. Las protestas en Irán han planteado una amenaza prolongada y contundente para la autoridad de los ayatolás.

En cualquier caso, esta crisis abre interrogantes sobre el peligro de que otra nueva crisis pueda llevar la inestabilidad del Oriente Próximo a Asia meridional. Es importante señalar que en casi todos los conflictos en Medio Oriente, hay un denominador común: la presencia de Irán, que se involucra apoyando a diversas facciones y grupos.

Irán tiene todos los alicientes para exhibir su capacidad nociva ante sus vecinos y enemigos. En medio de la guerra de Gaza, lanzó misiles contra instalaciones que señala como pertenecientes al servicio secreto israelí en Erbil, en el Kurdistán iraquí, y contra una base del Estado Islámico en la provincia de Idlib, en Siria. Un día después, la actividad militar iraní se trasladó a la frontera con Pakistán mediante el lanzamiento de misiles sobre la vecina región del Beluchistán paquistaní. Este incidente, sin conexión directa con la guerra de Gaza, mereció una respuesta inmediata de Pakistán que atacó territorio iraní. Esto evidencia la disposición de ambas potencias regionales a utilizar la fuerza ante la ruptura de los equilibrios de poder y con el objetivo de conseguir mejores posiciones en un futuro orden geopolítico.

Todo parece indicar que Pakistán, al igual que Irán, no ha querido quedarse rezagado en dar una respuesta ya que afectaría a sus pretensiones de protagonismo como única potencia musulmana que posee el arma nuclear. Beluchistán es una región compartida por Pakistán, Irán y Afganistán cuya historia está marcada por conflictos. Es hogar de una insurgencia de larga data, emprendida por los nacionalistas baluchis contra el gobierno pakistaní, que ha dejado miles de víctimas de ambos bandos.

En Beluchistán, que abarca el 44% del territorio de Pakistán, se asienta sobre enormes reservas de oro, cobre y gas, de las más importantes de Asia. Es importante indicar que fue allí, sobre su extenso desierto, donde hace más de dos décadas Pakistán llevó a cabo los seis ensayos que convirtieron al país en el séptimo del mundo en desarrollar y probar con éxito las armas nucleares.

Pero esa región también es de mucho interés para China, ya que ahí se encuentra ubicado el centro de operaciones del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), un megaproyecto anunciado en abril de 2015, con una inversión estimada en alrededor de US$62.000 millones. El objetivo es construir una red de carreteras, ferrocarriles y gasoductos entre los dos países.

Los grupos insurgentes se oponen ferozmente a la inversión china, argumentando que no supone ningún beneficio para la población local.

¿Pero es posible una guerra entre Irán y Pakistán? 

No parece. Entre otras cosas porque hay armas nucleares de por medio. Según la lista que elabora Global Firepower, Pakistán ocupa el puesto 9 del mundo e Irán se ubica en el puesto número 14. Además, el hecho de que Pakistán tenga bombas nucleares y que Irán aún no las tenga hace una gran diferencia. El arsenal nuclear de Pakistán es el sexto más grande del mundo.

No es una buena señal cuando dos países intercambian ataques como estos, especialmente si se trata de dos naciones grandes e influyentes como Irán y Pakistán. Sin embargo, ambas partes han preservado su honor y, quizás, han respondido a las demandas de la opinión pública. La clave para mantener el statu quo en esa región vendrá de la diplomacia y el poder disuasivo de las armas nucleares. 

 

Luis Velásquez

  Embajador  

 

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