PolíticaRelaciones internacionales

Una cesión que nos debilita

El reconocimiento por parte de Sánchez de la propuesta de Marruecos de 2007 sobre el Sahara Occidental supone una claudicación que viene a avalar la soberanía de Rabat sobre ese territorio

El presidente del Gobierno no tiene fácil resolver el rompecabezas al que de manera recurrente, siempre oportunista y a modo de chantaje, somete Marruecos a España desde hace lustros. La carta enviada por La Moncloa al Rey marroquí, Mohamed VI, respaldando la iniciativa que Rabat presentó ante Naciones Unidas en 2007, demuestra que una vez más un presidente socialista trata de solventar los problemas diplomáticos con Rabat desde un plano de inferioridad y cesión. Si Sánchez considera aquella propuesta como «la base más seria, realista y creíble para resolver el diferendo» entre ambos países, es porque hasta ahora no ha conseguido, en sus años de Gobierno, una reactivación satisfactoria de las relaciones entre ambos países. Muy al contrario, se han deteriorado mucho durante su mandato, y la prueba más notoria es lo ocurrido el pasado mes de julio, cuando el régimen alauí envió a miles de niños y jóvenes a Ceuta, en una mini-invasión territorial que terminó por desvelar que los vínculos entre los dos países estaban prácticamente rotos.

El refugio concedido por España al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, para que fuese asistido en secreto en un hospital de Logroño fue otro desencadenante de la crisis que ahora trata de resolver Sánchez con esta carta.

Aquella propuesta de 2007, asumida por Naciones Unidas, ya fue elogiada entonces por Estados Unidos y por Francia, y también por algunos sectores en España. En aquel momento gobernaba José Luis Rodríguez Zapatero, un presidente también caracterizado por su capacidad de cesión. De hecho, la iniciativa marroquí de aquel año seguía conteniendo aspectos contrarios a la legalidad internacional porque partía de la premisa de que el Sahara Occidental forma parte de Marruecos. Todo se sustentaba sobre el principio irrenunciable de «soberanía, unidad nacional e integridad territorial» del reino alauí. Y eso es lo mismo que ahora viene a asumir Sánchez.

También es cierto que la propuesta marroquí incluía el reconocimiento de la autodeterminación y el referéndum, lo cual suponía un giro a las propias exigencias que hasta entonces había mantenido ese país. Rabat estaba dispuesto a ceder autonomía al Sahara con competencias administrativas y fiscales, pero se reservaba en exclusiva el control de la política exterior, la seguridad, la justicia, los asuntos religiosos y las garantías de la soberanía. Sin embargo, nunca hasta ahora España había reconocido la soberanía de Marruecos sobre ese territorio. Más aún, los socios de Gobierno de Sánchez forman parte de un partido abiertamente pro-Polisario, ya han puesto el grito en el cielo.

De igual modo que en su momento la llegada secreta de Gali a España irritó a Marruecos por ser un protegido de Argelia que a su vez era reclamado por la Audiencia Nacional por crímenes contra la Humanidad, la carta que Sánchez ha enviado a Mohamed VI puede indignar a Argelia, un socio estratégico por nuestra dependencia de su gas. El juego de equilibrios no es fácil para España, pero la carta de Sánchez no deja de ser la expresión de una cesión y el reconocimiento de una claudicación. La misiva trata de ser un gesto político y diplomático hacia Marruecos, sí. Es un intento de distensión y no es el reconocimiento exacto del estatus que en 2019 concedió Trump a Marruecos, algo que Joe Biden no ha matizado, corregido o rectificado. Sin embargo, sí es un paso atrás en la posición tradicional de España y en la ascendencia de nuestro país sobre ese territorio. La prueba que acredita la posición de debilidad desde la que fue escrita la carta fue la inmediata y exultante respuesta de Marruecos y el anuncio de la inminente visita del ministro de Exteriores a Rabat.

 

 

Botón volver arriba