CorrupciónÉtica y Moral

Vestida de alta costura, pero tiznada

Siempre ha sido un embuste su buena imagen exterior y solo era cuestión de tiempo que los rotativos internacionales más importantes le tomaran la matrícula, alimentados por el propio protagonista, que se tomó cinco días de asueto por la imputación de su mujer, difundiendo así a los cuatro vientos sus problemas judiciales

Begoña Gómez brilla con un vestido de lentejuelas sacado de la pasarela

 

Begoña Gómez Fernández siempre ha fantaseado con protagonizar portadas en los medios internacionales. Como su marido, Pedro Sánchez. Recordemos que Máximo Huerta, el ministro fugaz que dimitió por una discrepancia con Hacienda (una nimiedad al lado de los frescos que continuaron en el Gobierno), contó que el presidente le interrogó, cuando fue a contarle que dejaba el cargo por el escándalo, sobre «qué dirá de mí –de Su Mismidad– la historia». En su entorno siempre se ha dicho que para el presidente el sueño perseguido fue conseguir una portada del New York Times que glosara que fue el dirigente que desenterró a Francisco Franco. En Moncloa, una fábrica de propaganda y autobombo, se ha buscado siempre conjurar la pésima imagen del líder socialista en España, un perdedor sin escrúpulos, con una inventada proyección internacional, avivada por los principales periódicos del mundo, que veían en nuestro mandatario a un socialdemócrata moderado, cuando de verdad encabezaba un gobierno socialcomunista. De hecho, el antiguo órgano del PC francés, L’Humanité, ponderó recientemente, entre elogios, que «Sánchez rechaza el rearme a la fuerza de Trump».

Siempre ha sido un embuste su buena imagen exterior y solo era cuestión de tiempo que los rotativos internacionales más importantes le tomaran la matrícula, alimentados por el propio protagonista, que se tomó cinco días de asueto por la imputación de su mujer, difundiendo así a los cuatro vientos sus problemas judiciales. Primero se arrogó una pretendida portavocía de la UE para atacar al Gobierno israelí en sus propias narices y ponerse del lado de los malos de Hamás. Luego vendría su impostado antiamericanismo, haciéndose el distraído para no contribuir a la seguridad europea. Después se volcó en negocios inconfesables –bueno, Zapatero y Blanco los podrían explicar muy bien– con los chinos y con su Huawei, ante el enfado indisimulable del Congreso americano, que ha abierto una investigación y amenaza con sanciones a España. Y finalmente, tenemos al ministro de Exteriores, Albares, haciendo el ridículo por las cancillerías europeas para reclamar que se hable catalán en las instituciones comunitarias, un fino olfato el de Napoleonchu, que cree que a nuestros socios les preocupa más (algo ya sería mucho) la expansión del catalán que la guerra de Ucrania o los aranceles de Trump. Y, claro, con este rosario de despropósitos era inevitable que el matrimonio Sánchez empezará a copar portadas, lo que pasa que nada glamourosas como le gustaría.

Vestida con un look de alta costura de Teresa Helbig, la catedrática que nunca estudió una carrera universitaria se comportó el pasado mes de julio como si fuera la primera dama de España durante la IV Conferencia Internacional para el Desarrollo celebrada en Sevilla. Con sonrisa profidén, la pareja se paseó por el Palacio de Dueñas como si fueran los nuevos Kennedy y no un equipo perdedor que ha sido pillado mientras inflaba su currículum con títulos inexistentes, contrataba a una amiga para que, pagada por todos, sirviera de secretaria para los negocios privados de ella y traficaba con influencias para engordar la biografía laboral de la interfecta, de la que se sospecha que también se quedó indebidamente con el software propiedad de una universidad pública.

Así que los narcisos de Pozuelo han conseguido salir en la prensa internacional con esas galas reales que creen ostentar, pero no para ensalzar sus modelitos ni su misión histórica de acabar con la ultraderecha, sino justamente para lo contrario: desenmascararlos internacionalmente. En el Financial Times, uno de los periódicos británicos más influyentes en el Reino Unido y en el mundo, los esposos protagonizaron el miércoles una portada con la escenografía sevillana que pasará a la historia por su descripción de la declinante España, en la que se retrata cómo la corrupción cerca a Sánchez. El medio británico recuerda que su familia cercana, con su mujer y hermano a la cabeza, y sus asesores «han enfrentado acusaciones de corrupción durante más de un año», aunque la de Gómez supone «el último golpe para el primer ministro socialista». No sin antes recordar que «tres miembros del círculo íntimo de Sánchez también se han visto envueltos en investigaciones judiciales por acusaciones de que aceptaron sobornos de empresas para contratos de construcción». Demoledor.

La prensa más respetada se recrea con el jefe del Ejecutivo. Su reputación internacional está ya por los suelos. Los artículos y columnas contra el régimen pueblan periódicos como The Economist, que ya ha pedido elecciones y la marcha urgente del marido de la modelo de alta costura. Todo esto después de que otros medios como The Washington PostCorriere della Sera o Politico pusieran a escurrir las políticas «disidentes» de Sánchez, al calor de su comportamiento errático en la cumbre de la OTAN de La Haya.

Así que, si Huerta volviera a encontrarse con su exjefe, podría sentenciar con seguridad: «Presidente, pasarás a la historia como una ignominia que denunciaron todos los medios influyentes del mundo y callaron las hojas volanderas que sufragabas en España».

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