Villasmil: Konrad Adenauer, estadista
En su libro más reciente, su número 19 (LEADERSHIP, «Liderazgo»), escrito cuando está por cumplir 100 años, Henry Kissinger, el agudo analista, exsecretario de Estado, exConsejero de Seguridad Nacional de los EEUU, y Premio Nobel de la Paz, traza las características más resaltantes del liderazgo político, expresadas en seis grandes estadistas, a quienes él tuvo la posibilidad de conocer personalmente: KONRAD ADENAUER, CHARLES DE GAULLE, MARGARET THATCHER, ANWAR SADAT, LEE KUAN YEW, Y RICHARD NIXON.
A cada uno de ellos los define por una estrategia específica que determina su vida: Konrad Adenauer (la estrategia de la humildad), Charles de Gaulle (la estrategia de la voluntad), Richard Nixon (la estrategia del balance), Anwar Sadat (la estrategia de la trascendencia), Lee Kuan Yew (la estrategia de la excelencia) y Margaret Thatcher (la estrategia de la convicción).
Kissinger es estadounidense por adopción, pero en realidad nació en Baviera, Alemania, el 27 de mayo de 1923.
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Según Kissinger, toda sociedad, independientemente de su sistema político, está perpetuamente en tránsito entre «un pasado que forma su memoria y una visión del futuro que inspira su evolución«. Para cruzar exitosamente esa ruta, se necesita la presencia de un liderazgo que «debe ayudar a la gente a avanzar desde el sitio donde se encuentra, hacia un lugar donde nunca ha estado -y quizá incluso no ha imaginado-. Sin liderazgo, las instituciones quedan a la deriva, las naciones se vuelven irrelevantes, e incluso pueden llegar al desastre”.
Asimismo, «un líder debe saber balancear lo que sabe, que necesariamente proviene del pasado, con lo que intuye sobre el futuro, que es inherentemente conjetural e incierto». Todo líder debe ser un pedagogo (comunicando objetivos, calmando las dudas, y movilizando apoyos). Debe generar en los ciudadanos el deseo de caminar juntos hacia la meta, siguiendo un proyecto compartido, imaginado, deseado, soñado.
Por ello un gran líder democrático debe ser necesariamente empático, y tratar a sus conciudadanos como sujetos autónomos, no meras sombras al servicio del poder.
Otros atributos fundamentales de un líder son coraje y carácter: coraje para escoger una dirección entre opciones complejas y difíciles, y fortaleza de carácter para mantener la dirección escogida, cuyos beneficios y peligros son difíciles de discernir al momento de la escogencia. «El coraje llama a la virtud en el momento de la decisión; el carácter refuerza la fidelidad a los valores por un periodo de tiempo prolongado”.
Todo eso y más está en la vida y la obra que definen a Konrad Adenauer como un gran estadista.
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Una anécdota conocida de Winston Churchill es el encuentro con un joven estudiante extranjero, que le pregunta: ¿cómo prepararse para enfrentar los retos del liderazgo? La respuesta del gran estadista británico: «Estudie historia, estudie historia. En el conocimiento de la historia están todos los secretos de un estadista”.
Churchill y Adenauer sabían que la historia se moldea gracias a la combinación del carácter y las circunstancias específicas que ocurren.
Adenauer, desde el punto de vista social y político, fue el gran arquitecto de la evolución de una sociedad alemana destruida espiritual y materialmente; ayudó a redefinir los propósitos nacionales, a impulsar un nuevo modelo económico, la Economía Social de Mercado, que con justicia ha sido llamado milagroso.
Adenauer lideró a los ciudadanos de su país para que pudieran salir de su pasado más oscuro, abandonaran las ideas nacionalistas y la búsqueda del dominio sobre el resto de Europa, que tanto daño habían hecho, dentro y fuera de Alemania, y se integraran en la alianza atlántica, construyéndola -como las nacientes instituciones de la unidad europea- bajo profundos principios morales.
Recuerda Kissinger que Alemania, desde su unificación, en el siglo XIX, había sido gobernada sucesivamente bajo una monarquía, una república y un estado totalitario. Cualquier cambio hacia una estructura simultáneamente democrática y eficiente, con justicia social, equidad y desarrollo, no iba a ser una tarea fácil.
De hecho, era una tarea hercúlea: se trataba de restaurar dignidad y legitimidad. Y vaya si Adenauer lo logró; la parte económica, fundamental, junto a una generación de ciudadanos notables, como Ludwig Erhard, Alfred Müller-Armack, Walter Eucken, Franz Böhm, Alexander Rüstow, y Wilhelm Röpke, los creadores de la Economía Social de Mercado.
¿Por qué Kissinger caracteriza la estrategia de Adenauer como humilde? Porque Adenauer decidió confesar los graves errores cometidos por su país en el pasado reciente; aceptar las penalizaciones por la derrota, la división de su país, y el desmantelamiento de parte de su base industrial. Todo ello para poder intentar una vía democrática que le permitiera participar en la construcción de una estructura europea en la cual Alemania, la república federal, pudiera integrarse como un socio confiable.
La ruta estuvo llena de dificultades, pero a todas las enfrentó y venció. Entendió que se necesitaba una nueva base política centrada en los valores esenciales del cristianismo y de la democracia. Así, se fundó la Unión Demócrata Cristiana (CDU), un partido con objetivos tanto nacionales como europeos. Bajo la guía de Adenauer, desde su fundación, la CDU ha sido un partido creyente firme en la integración europea. Un partido que rechazó el pasado nacionalista y totalitario, apostando por un futuro democrático.
Su fe en la integración europea era absoluta, al punto de pensar que sin ella la paz y el desarrollo serían mucho más difíciles de alcanzar para Alemania, y para el resto de Europa.
El mayor homenaje a Adenauer, el gran estadista, ha sido que los sucesivos cancilleres que lo sucedieron, si bien cada uno le puso su impronta al ejercicio del gobierno, no modificaron los valores fundamentales, y las estrategias esenciales del país.
Adenauer, quien falleciera el 19 de abril de 1967, estaría sin duda orgulloso de ver cómo su obra se ha mantenido a pesar de las dramáticas transformaciones que han impactado e impactan al mundo del siglo XXI.
Porque la obra de los grandes estadistas está hecha para perdurar. Como la de Konrad Adenauer.
PUBLICADA ORIGINALMENTE EN «ENCUENTRO HUMANISTA»: