DictaduraEleccionesMarcos VillasmilPolítica

Villasmil: Molinos de viento averiados

«Quien no escucha a los ciudadanos no puede liderar. ¿Escucharon? No se puede liderar a quien se desprecia. ¿Escucharon? Un auténtico líder reconoce errores, rectifica, explica, no presenta excusas por los errores que cometió…»

Ramón Piñango

 

Ojalá que las elecciones locales y regionales convocadas por el régimen chavista para el 21 de noviembre representen un antes y después en la ya larga lucha venezolana contra la tiranía. Desde la perspectiva gubernamental, hay poco que decir: una nueva muestra de su voluntad de permanencia en el poder, con ayuda de toda trampa, abuso, fraude, ventajismo, e ilegalidad, que se han ido ampliando en estos más de veinte años. Y claramente lo hicieron antes y después del 21N. A pesar de ello se confirmó que son una clara minoría en el país, pero una minoría con un liderazgo férreamente unido y que supo como aupar la división opositora. 

Sin embargo, frente a la certidumbre ante los actos del régimen, enfrentamos la creciente incertidumbre opositora.

Detengámonos entonces en lo ocurrido en el frente opositor, donde varios hechos saltan a la vista:

-Comencemos, evangélicamente, por el verbo. O la falta de él: al día de hoy (24 de noviembre), cuando publico esta nota, tres días después de las elecciones montadas por el chavismo, la mayoría de los dirigentes opositores no ha dado muestras de haber entendido qué pasó en realidad. Y ciertamente no han ofrecido disculpas. Apenas está comenzando una «guerra de narrativas» y las de los dirigentes opositores son más de lo mismo, el mismo cuento de siempre, las mismas ceguera y sordera ante la realidad. Surgen propuestas, pero de forma individual. No hay al parecer voluntad de reunirse y dialogar. 

-El argumento fundamental para promover la votación era de entrada incontestable: nadie duda que Maduro es rechazado de forma abrumadora por la población venezolana (dentro y fuera del país). Pero la elección no era presidencial, sino local. Y ello fue vital en lo ocurrido.

Ante el resultado del 21N, queda asimismo claro que así como la mayoría rechaza a la tiranía, también lo hace con un liderazgo opositor abundantemente fracasado. Y es que su narrativa cojea del pie más delicado en todo político: la carencia de sinceridad, de seriedad y de estrategia.

-El 21N confirma dramáticamente lo que ya venía sucediendo: hay una severa crisis de representatividad en la política venezolana, tanto en la dictadura como en la oposición. 

-Este 21N se demostró que ese 80% de venezolanos anti-tiranía no está automáticamente atado a las pulsiones, intereses, ambiciones, berrinches y caprichos de una dirección opositora leninista, verticalista y mediocre que en la mayoría de las ocasiones solo piensa en sí misma.

-El debate fundamental entre participar o no  -en un evento que de entrada se aceptaba que ya era un inmenso fraude electoral- probó ser, para los diversos bandos opositores, más lucha de gestos que de estrategias reales.

-Esa división “gestual” más que estratégica se da entre los “gradualistas” –impulsores fundamentales de la participación electoral- y  los “finalistas” –muy activos en 2019-20, cuando la llegada de los marines se anunciaba como inminente. Hoy, claramente, ambos grupos están de capa caída. Antes, coincidían en el diagnóstico, y diferían en el tratamiento. Hoy, ya ni eso. No coinciden en casi nada. Por ello lo difícil no es hablar de «unidad», sino llevarla a la práctica. Encima hay que incluir los egos desbocados de los caciques principales.  

-La asistencia a los sucesos electorales del 21N fue decidida por los liderazgos locales y regionales de los partidos del llamado G4, y luego asumida sin demasiado entusiasmo inicial por Caracas. Las bases sobrepasaron una inercia y un silencio que eran notorios de parte de sus jefes, especialistas en largas ausencias y brevísimas presencias.

-Entonces se promovió una participación mal organizada, y con aires e ínfulas de parte del liderazgo de que ellos habían llegado para imponer y no para dialogar. Los desastres en Miranda y Caracas-Libertador son ejemplos notorios.

-La otra división de la oposición entre opositores (los reales), los miembros de la mesita de diálogo y los alacranes, se ha visto sobrepasada. Ese ha sido un éxito gubernamental, la profusión y variedad del alacranismo (reunido ahora en torno a una «Alianza Democrática» formada en gran medida por los partidos secuestrados por el régimen).

-El alacranismo es, en esencia, mercenarismo en estado puro. Sus practicantes son auténticos mercenarios, sus amores están claramente definidos, y se concretan en determinadas cantidades de $$$. Discutir sus explicaciones y argumentos tiene tanto sentido como plantearlos: NINGUNO. Su decisión ha sido sencilla: prefieren la ley de la selva chavista a la ética democrática. Todos traidores, en suma. Diferenciar, por ejemplo, a Brito de Timoteo Zambrano, se convierte entonces en un asunto más estético que ético. 

-La desunión, la discordia, forman parte  de una auténtica llamarada que ha incendiado las sabanas auténticamente opositoras, al parecer sin bomberos para apagarla. Debajo del colorete de la unidad al parecer anidan pulsiones arcaicas y poco democráticas.

-Fue una campaña anárquica -cada quien iba por lo suyo- llena, desde una perspectiva del mensaje, de una gran ironía: la oposición, más dividida que nunca, usó prioritariamente la palabra “unidad”. Esa ironía se transformó en burla ante la incapacidad para generar candidaturas opositoras únicas en buena parte del país.

-Debe tenerse claro que el 21N murió toda idea de “normalización” o “cohabitación” con el régimen (sus principales promotores quedaron aplastados). Tan muerta e irreal como la infausta mentira y manipulación de la supuesta invasión gringa.

-¿Y qué pasó con el liderazgo femenino? En las candidaturas prevalecieron candidatos, que no candidatas. Y eso que la mujer venezolana ha sido la que ha liderado en buena medida la lucha de calle, la resistencia masiva ante la tiranía.

-De igual manera: Siendo una ocasión perfecta para dialogar con la sociedad civil y extraer de ella un numeroso contingente de candidatos, el G4 prefirió encerrarse en sí mismo, y el listado candidatural, en casi todo el país, dio pena. Probablemente la cosecha de aspirantes más mediocre de la historia electoral criolla. Nada de liderazgos reales emergentes.  

***

molino de viento, rueda, dañado, oxidado, resistido, viento, clima, cielo, agua, tradicional | Pxfuel

 

A lo largo de los años la dirigencia opositora ha ido de un extremo a otro: desde la promoción a ir a votar, luego a abstenerse, luego la protesta en la calle, luego a negociar cual tic nervioso, luego a soñar con la llegada de los marines, etc.

Una pregunta queda en el aire: ¿si aceptaron participar en el fraude electoral organizado por la dictadura, no será incluso más lógico que impulsen inmediatamente el muy constitucional referendo revocatorio? 

Luego de la rotunda victoria de Manuel Rosales en el Zulia una pregunta queda: ¿dónde están las nuevas promociones, los nuevos liderazgos? ¿o es que todos deben ser sacrificados como Roberto Patiño, el joven dirigente local caraqueño (33 años), a quien el G4 le impuso un “outsider” que había sido de todo menos dirigente regional caraqueño. En política, como en la vida, quien cree poder hacerlo todo termina haciendo nada. El resultado del candidato de la MUD en Libertador fue vergonzoso, por decir lo menos.

¿Cómo queda por cierto, el resultado electoral y el trabajo del CNE? ¿El régimen genera ventajismo, violencia y fraude antes del proceso, pero no el día del mismo? ¿Se dan cuenta acaso que así legitiman la narrativa gubernamental de unas elecciones supuestamente pulcras con un CNE honesto?

Los venezolanos demostramos el 21N que estamos más unidos que nunca, pero solo en el rechazo a la tiranía y a un liderazgo opositor que debe ser reemplazado con urgencia. Los López, Machado, Capriles, etc. deben irse, ¿no entienden que el país los rechaza, ya no los aguanta más?

El único liderazgo a duras penas sobreviviente -porque todavía goza del apoyo internacional democrático- es el de Juan Guaidó; pero él debe estar sintiendo su hundimiento en arenas cada vez movedizas.

No pareciera haber futuro mientras se mantenga el actual liderazgo acartonado, romo, dividido, estragado y anquilosado, dragones de papel, protagonistas de viejos naufragios repetidos, campeones de gastadas rutinas castradoras, faltos de ideas nuevas y originales, por ello finalmente plagiadores de sí mismos; y un problema de los plagios en política es que se copian los defectos, nunca las virtudes.

Quijotescos hasta el final, decían ser gigantes, y no han pasado de ser molinos de viento averiados.

 

 

Botón volver arriba