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Oliver Stone, entrevistador de tiranos

“Mi arma es la verdad”.

Oriana Fallaci

I

 

Hubo una vez, hace mucho, mucho tiempo, un cineasta norteamericano, nacido en New York, que hizo muy buenas películas, como “Platoon”, “Wall Street”, “JFK”, o “Nacido el 4 de julio”. Incluso llegó a ganar tres premios Oscar, dos como director y uno como guionista. ¿Su nombre? Oliver Stone.

Uno podría pensar que semejante palmarés daría tiempo para el reposo,  para el merecido descanso del guerrero cinematográfico. De ninguna manera. El hombre, que siempre había sido miembro de la “izquierda caviar” gringa, progresista de la Quinta avenida, revolucionario de los cafés de Beverly Hills, decidió meterse a documentalista. Así, hizo tres bio-documentales sobre Fidel Castro (“Comandante”, en 2003; “Looking for Fidel”, en 2005; y “Castro in Winter”, en 2012). Más recientemente, en 2009, el hombre hizo un documental –“South of the Border”, (Al Sur de la Frontera)- donde elogiaba a los gobiernos de izquierda en América Latina, en ese entonces en boga, liderados por Hugo Chávez, a quien Stone consideraba su amigo personal, al punto de que le dedicó un bio-documental titulado “Mi amigo Hugo” (2014).

¿Cuáles han sido sus opiniones sobre estos señores? Sobre Castro, destaca que lo conoció en 1987 y que ese primer encuentro tuvo “una gran influencia” en su carrera. Pero la admiración rápidamente se convirtió en embeleso, en arrobo; Stone casi se confiesa hechizado:  “Me impresionó su moral, su elegancia, sus convicciones. Y eso que tiene una vida llena de problemas, no es fácil. Me recuerda a Don Quijote”.

Pobrecito Castro, el moralista elegante. Tener que lidiar con la cárcel más grande del mundo, con los dolores de cabeza que dan tantos ciudadanos que piden libertad, unas condiciones económicas humanas, o pluralismo social debe haber sido un trabajo muy arduo; menos mal que allí estaba su hermanito Raúl para heredar la labor.

Lo que sí ha tenido claro Stone desde sus comienzos como entrevistador-documentalista es que debía de portarse bien con sus muy seductores entrevistados; todo un hagiógrafo, ni más ni menos. Cuando en el Festival de Berlín se le reprochó no haberle preguntado a Castro por la situación de los derechos humanos en la isla, el cineasta contestó con un rotundo “si lo hubiera hecho, no existiría Comandante”. 

En el fondo no había ningún problema, porque el affaire de Stone con estos tiranos ha sido siempre un verdadero amor a primera vista.

Luego de filmar “Comandante”, Stone regresó a La Habana, y además de reunirse con Castro también lo hizo con varios disidentes y con las esposas de algunos opositores encarcelados. La entrevista entre Stone y el opositor, hoy lamentablemente fallecido, Oswaldo Payá, duró 45 minutos y según reseñó en su momento la prensa, fue ríspida. «Él se interesó sobre todo por la figura de Fidel Castro y su diferendo con Estados Unidos y menos por los derechos de todos los cubanos que son conculcados cada día en nuestro país. En ocasiones actuó como un fiscal», declaró Payá.

Al cumplirse un año de la muerte de Hugo Chávez, Stone declaró a Telesur: «extraño a Hugo Chávez, extraño su espíritu y su presencia. Cuando entraba a una habitación se sabía que el jefe estaba ahí, pero en el buen sentido y no en un sentido dictatorial”. Declaraciones que dio cuando estaba por estrenarse en 2014 el ya mencionado documental sobre el tirano venezolano, según Stone “un adiós a un soldado y a un amigo”.

Para la revista “Foreign Policy” (mayo 13, 2014) este documental pro-chavista es una “auténtica desgracia”, mostrando a un Stone que posee una gran creatividad a la hora de “manipular la verdad”. Una vez más, Stone luce “embriagado, enamorado” de su personaje”, permitiendo que su entrevistado “pontificara egomaníacamente”, afirmando, por ejemplo, que “cada día soy más Chávez…Chávez no es solo un ser humano, Chávez es un gran colectivo, el corazón de la gente, y la gente está en el corazón de Chávez”.

Según el columnista de Foreign Policy (Jeffrey Tayler), Stone es culpable de “mala praxis cinematográfica”, convirtiéndose sencillamente en un “tonto útil” al servicio de la tiranía chavista.

 

II

Oliver Stone está hoy en gira promocional de sus recientes encuentros con Vladimir Putin (“The Putin Interviews”). Al parecer, la misma no marcha muy bien. En el programa del canal CBS “This Morning” señaló (recordando su reunión con el ruso): “¿por qué tendría razones para mentirme?” En el diario británico “The Guardian” afirmó que “el pueblo ruso nunca ha estado mejor”. Muchas de sus preguntas hubieran sin duda disgustado a un inquisidor: “A usted se le acreditan muchos y estupendos logros en su primer gobierno, usted es un verdadero hijo de Rusia”, o “¿le gustan sus nietos?”

Uno entiende entonces que algunos críticos hayan llamado dicha entrevista una “irresponsable carta de amor por el ruso”.

Hace un par de lunes Stone tuvo el infortunio de ir al programa de Stephen Colbert (“The Late Show”). Nada de las necedades y tonterías de un Jimmy Fallon, o sus similares. Colbert disfruta con la controversia política, habiendo convertido al impresentable e innombrable presidente gringo en uno de sus objetivos favoritos. Veamos cómo fue el encuentro con el cineasta:

 

“Hablemos de Putin. Pasó 20 horas con este tipo, y ha sido criticado. Se dice que fue demasiado amable con él, con un dictador brutal”. La respuesta de Stone: “hay que ser amable en estos casos, era un contrato de dos años, con cuatro entrevistas”. (…) “Pienso que me respetó a mí y a mi trabajo, ya que él sabía que lo trataría con imparcialidad”.

Después de mostrar una parte de la entrevista (donde a la pregunta de si había interferido con las últimas elecciones gringas, el ruso simplemente dijo que no, y Stone no contrapreguntó), Colbert le reclama que “esto no parece una entrevista, sino una oportunidad perfecta para que el ruso se hiciera propaganda”.

Luego de que Colbert insistiera varias veces con la pregunta “¿luego de pasar 20 horas con él, confía en Putin?” , Stone respondió –casi babeándose-: “lo respeto, es un gran nacionalista, defensor de su país”; “nunca lo he oído criticar a los EEUU, y en realidad desea cooperar con nosotros”.

¿Cuál parte de la entrevista podría sorprender más a quienes la vean? “pienso que es un devoto de su país, me sorprende su calma, y su cortesía. No criticó a nadie, y ello a pesar de que ha pasado tiempos difíciles, lo han insultado y maltratado mucho” (algo parecido, ya veíamos, a lo que decía del dictador Castro). En ese momento, se produjeron abucheos y rechiflas de la audiencia.

Putin maltratado. Quizá no tanto como todos los periodistas que el tirano ha mandado asesinar o golpear. Pero Stone, ya lo sabemos, no se fija nunca en esas cosas.

Colbert no suelta su presa: “¿Algo negativo del personaje?” (aplausos de la audiencia, en perfecta sincronía con el entrevistador-de-verdad), “¿O será acaso que Putin tiene a su perro secuestrado y encerrado en alguna jaula?” (risas). 

Ya en modo defensivo, Stone replicó: “¿No entiendo esta mentalidad tuya. Quizá se deba a que tú odias a Trump”.

Respuesta de Colbert: “Más que odiarlo, no confío en él. (…) No entiendo por qué nuestro presidente nunca dice algo negativo de Putin, dado que el señor es un opresor de su país, que rechaza la prensa libre, y que arresta a sus enemigos. Ello es algo que como ciudadano norteamericano y periodista no puedo respetar. Y me sorprende que usted sí lo haga” (más y mayores aplausos).

Así es, Señor Stone, como se conduce una entrevista. Y una entrevistadora legendaria, Oriana Fallaci, donde sea que se encuentre, debe haberse divertido mucho viéndola.

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