Yoani Sánchez – Día 5 de la emergencia por el Covid-19
Mientras las largas colas para comprar alimentos no cesan en muchas tiendas cubanas, los hogares optan por el "cero visitas" y "mayor higiene"
Ni los pisos son de madera ni está nevando afuera, pero frente a la puerta de Chucho hay una hilera de zapatos. El jubilado y su familia han tomado medidas extremas para evitar el contagio con coronavirus y ahora, para entrar a su apartamento -unos pisos debajo del nuestro- hay que dejar en el pasillo chancletas, botas, sandalias y todo tipo de calzado.
Con el paso de las horas, tratamos de tomar medidas más estrictas en el espacio doméstico para impedir el contagio, en un país donde las cifras oficiales, actualizadas este miércoles, dan 57 casos positivos por coronavirus y casi 1.500 personas aisladas. Mientras las largas colas para comprar alimentos no cesan en muchas tiendas cubanas, los hogares optan por el «cero visitas» y «mayor higiene».
El vendedor de tarjetas de recargas para móviles de nuestro barrio ahora atiende a los clientes detrás de un trozo de acrílico para protegerse. «Algunos vienen porque quieren comprarme una tarjeta y otros porque están más solos que la campanada de la una y necesitan conversar», me advierte con una sonrisa cómplice este comerciante devenido confesor y psicoterapeuta.
Las comunicaciones se vuelven un punto vital para los que optamos por estar cada vez más horas encerrados en casa
Las comunicaciones se vuelven un punto vital para los que optamos por estar cada vez más horas encerrados en casa. «Estos últimos días han pasado muchos usuarios preguntando si hay rebajas para conectarse a internet, pero nada de nada», me cuenta el trabajador por cuenta propia. Dada la emergencia y la obligada cuarentena, se han reavivado las ilusiones de una disminución en los costos de los paquetes de navegación web.
Sin embargo, este miércoles la prensa oficial repitió que quienes piden una rebaja son solo «mercenarios» y para que no queden dudas, el perfil oficial de Etecsa en Twitter compartió el texto. O sea, que hay cosas que nunca cambian: pueden surgir virus, extinguirse especies, nacer y morir seres humanos, pero el monopolio estatal de telecomunicaciones de Cuba parece más enfocado en hacer política que en brindar un buen servicio.
Así que ahorrando cada megabyte, me he asomado a las redes para saber de los amigos a los que la cuarentena no me permite ver. Así, supe que uno de ellos ha compuesto una nueva canción aguijoneado por el encierro; al bebé de otro le salió un diente; la abuela de una gran amiga cosió mascarillas de tela para todo su barrio y el hermano de una antigua vecina murió de una neumonía y solo una persona asistió a la funeraria por temor a que fuera Covid-19.
Desde la terminal de ómnibus, un colega periodista me preguntó desesperado si conocía de alguien que alquile un cuarto por largo tiempo y a un precio barato. El joven se quedó varado en la capital tras la cancelación del transporte interprovincial y ahora intenta buscar un techo donde pasar la espera. «Estoy deseando que la policía me pare y me deporte por no estar legal en La Habana a ver si así logro llegar a Camagüey», me escribió.
Entre esas historias los días van pasando. Los alimentos que algunos habían guardado empiezan a menguar, las salidas a la calle se vuelven obligatorias pero cada vez más esporádicas y los vendedores que hasta hace unas jornadas gritaban su mercancía en nuestro barrio han dejado -poco a poco- de oírse. De la avenida Rancho Boyeros llega un raro silencio desde que pasan menos vehículos.
En vista de que la crisis de alimentos puede agravarse, hoy sembré algunas semillas de tomate, pimiento y lechuga
En vista de que la crisis de alimentos puede agravarse, hoy sembré algunas semillas de tomate, pimiento y lechuga. Tardarán en dar sus primeros frutos pero en casa nos estamos preparando para una crisis de «largo aliento», porque el coronavirus ha venido a asediarnos en un momento en que las arcas nacionales estaban vacías y el emprendimiento local estancado por los excesivos controles.
Corté el pedazo de calabaza que me quedaba para echárselo a los últimos frijoles colorados que pude comprar antes de que el suministro disminuyera en los mercados de nuestro barrio. Me quedan también unos boniatos, que a la nueva perrita que recogimos el viernes le han encantando cuando se los hago hervidos, pero que mi gata mira como si pusiera en el plato un zapato como los que están a las afueras de casa de Chucho.
Amén de las estrecheces, en nuestra familia estamos todos bien: otro día sin tos ni fiebre, y ya es bastante.