Yoani Sánchez: Un periodista oficial pide justicia
El periodista José Ramírez Pantoja. (Facebook)
En el aula universitaria aquella estudiante era de las más combativas en los años noventa, hasta que logró una beca en España y hoy me escribe preguntándome: «¿Por qué aguantan tanto y no se rebelan?«. De furibunda militante de la Unión de Jóvenes de Comunistas (UJC) pasó a labrarse una historia de luchadora clandestina por la democracia que debió escapar porque en esta Isla ya «poco podía hacerse«.
He evocado por estos días la historia de esta colega que trastocó a toda velocidad su ideología al leer la intensa polémica suscitada por la sanción laboral contra el periodista José Ramírez Pantoja de la emisora Radio Holguín. El joven reportero publicó en su bitácora digital una intervención de la subdirectora de Granma, Karina Marrón, donde definía las condiciones económicas y sociales actuales como la base para una «tormenta perfecta».
Junto a la medida disciplinaria consistente en la separación definitiva de su cargo en la emisora, Pantoja ha debido padecer un proceso de descalificación pública que alcanzó su clímax en un texto firmado por Aixa Hevia, vicepresidenta primera de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec). La funcionaria lo acusa de querer «buscarse un historial que le permita cruzar hacia los medios de Miami». Quizás una proyección de lo que ella misma podría hacer si se le presentara la oportunidad.
No será la primera vez que un rostro muy conocido del periodismo oficial termina «cruzando el charco» y aclarando del lado de allá que lo que hizo fue porque «en ese momento creía, pero ya no». Los mayores extremistas que he conocido en mi vida han terminado así: enterrando sus atuendos rojo o verde olivo, sin entonar la autocrítica que aliviaría en algo a las víctimas que causaron con sus arranques.
Con el tiempo, si acaso, los instrumentos de la censura como Aixa Hevia sufren un proceso de amnesia selectiva y olvidan todo el daño que hicieron a quienes se mostraron más honestos y consecuentes
Con el tiempo, si acaso, los instrumentos de la censura como Aixa Hevia sufren un proceso de amnesia selectiva y olvidan todo el daño que hicieron a quienes se mostraron más honestos y consecuentes. Dejan tras de sí una estela de colegas a los que han delatado y ayudado a defenestrar, sin siquiera enviarles una escueta nota de disculpa o condolencia.
Pantoja no es, en este caso, quien se está labrando un «historial», sino los sectarios como la vicepresidenta de la Upec, que es capaz de emprenderla justo contra quien debería defender. Como representante del gremio periodístico, tendría que proteger a su compañero, en lugar de ayudar a hundirlo. Pero ha preferido actuar en sintonía con la censura antes que solidarizarse con un profesional que solo defendió la libertad de prensa, la transparencia informativa y el derecho a que los lectores estuvieran enterados de lo que opinan los periodistas.
No se trata de especular si Pantoja ejercerá su soberano derecho de desempeñarse como periodista en otro país, porque en el suyo se lo prohíben. Parece más probable que algún día sea Aixa Hevia la que trastoque su camaleónica piel para ajustarla al color de turno, a los dictámenes del próximo poder del que quiera comportarse como mero instrumento.