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El misterio turco: uno de los países con más casos de covid-19 y menos muertes

Los registros municipales indican que la cifra de fallecidos podría ser el doble de la oficial, pero, aun así, la letalidad sigue siendo muy baja. Los expertos lo atribuyen a la juventud de la población y a las recientes inversiones en Sanidad

Cuando, a inicios de febrero, le preguntaron al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, por las medidas que su Gobierno tenía previstas de cara a la pandemia de coronavirus que entonces estaba extendiéndose por Asia, respondió recomendando a los ciudadanos tomar dut pekmez, un arrope de moras típico de Turquía: “Yo tomo una cucharada cada mañana, fortalece la sangre y el organismo”.

El primer positivo en Turquía fue anunciado el 11 de marzo. Un mes y medio después, es el séptimo país del mundo con más enfermos de Covid-19 (más de 110.000) y uno de los lugares donde más rápido se extiende la epidemia. Sin embargo, es también uno de los Estados que, proporcionalmente, tiene menos víctimas mortales: 2.805, es decir, unas 33 por millón de habitantes, según los datos oficiales. Y eso pese a haber decretado medidas menos severas que otros países europeos —excepto en fines de semana y festivos, cuando el confinamiento es total— con el objetivo de mantener la economía a flote.

“El Gobierno no está siendo transparente con los datos. No informa sobre si los fallecidos tenían patologías previas, cuál era su edad o su distribución geográfica. Solo se computa como casos de covid-19 a quienes dan positivo en el análisis, pero los test que utilizamos tienen un margen de error de hasta el 40%”, se queja Bülent Nazim Yilmaz, secretario general de la Unión de Doctores Turcos (TTB). El secretario del Sindicato de Trabajadores Sanitarios (SES) en la provincia de Izmir, Ümit Dogan, confirma este punto: “Nuestros compañeros nos dicen que está muriendo gente que, por la tomografía, ven que están afectados por neumonías graves, pero dan negativo en los test”. TTB y otras asociaciones médicas llevan semanas exigiendo mayor transparencia y un recuento más fiable de las víctimas, pues han detectado un incremento notable de la mortalidad en varias provincias. El ministro de Sanidad, Fahrettin Koca, se ha defendido de las acusaciones alegando que se ofrecen los datos “de acuerdo a las normas de la Organización Mundial de la Salud”.

EL PAÍS ha examinado la lista de defunciones y entierros de los 12 ayuntamientos metropolitanos que ofrecen los registros públicamente (representan el 40% de la población del país y, aproximadamente, el 75% de los casos de covid-19). En siete de ellos, los fallecimientos se han elevado sensiblemente respecto a años anteriores. En Estambul, donde se concentran cerca de dos tercios de los casos y las muertes registrados, la desviación es un 30% superior. Entre el 16 de marzo y el 19 de abril se produjeron hasta 2.500 muertes más que en el mismo periodo de años anteriores. En otras provincias vecinas a Estambul, como Tekirdag, Sakarya y Kocaeli, el exceso de mortalidad es del 47%, 48% y 7%, respectivamente. En el interior de Turquía, en cambio, no ha habido cambios demasiado bruscos. El economista de la Universidad de Bentley Onur Altindag advierte de que no se puede atribuir todo este exceso de mortalidad a la covid-19, ya que podría deberse a otras afecciones y a que, debido a las restricciones al movimiento entre provincias, se entierra en estas ciudades a fallecidos que, en otra situación, serían trasladados a sus pueblos de origen en el interior.

Con todo, incluso teniendo en cuenta el exceso de mortalidad, las víctimas reales de covid-19 en Turquía no superarían con mucho las 5.000, un nivel similar a las cifras oficiales de Alemania. El catedrático de enfermedades infecciosas de la Universidad de Hacettepe Mehmet Ceyhan apunta como causa la edad media de la población: 31,5 años en Turquía, diez años menos que en España o Italia. “También la media de edad de nuestros enfermos por covid-19 es más baja que en otros países europeos y, como sabemos, la mortalidad es superior cuanto mayor es la edad del enfermo. En Turquía se ha aplicado un confinamiento estricto para los mayores de 65 años y grupos de riesgo”, asegura.

“Turquía ha sido uno de los países donde el virus ha llegado más tarde y hemos podido utilizar ese periodo para prepararnos viendo las experiencias de otros países. Antes de que se extendiese la epidemia, enviamos a todos los hospitales y doctores un protocolo sobre cómo reaccionar ante el virus y qué tratamiento seguir”, explica el epidemiólogo Alpay Azap, que forma parte del consejo científico que asesora al Ministerio de Sanidad. En Turquía se suministra a los pacientes antivirales como el favipiravir y antimaláricos como la hidroxicloroquina —pese a que algunos expertos han advertido de que puede tener graves efectos adversos—. “Estamos tratando a los enfermos con estos medicamentos desde que tienen los primeros síntomas, antes de que se compliquen y, probablemente por eso, el número de quienes han precisado respiradores es muy bajo, apenas un 3% de los enfermos”, añade Azap.

Desde finales de febrero, el Ministerio de Sanidad ha puesto en funcionamiento 4.600 equipos que rastrean a todas las personas con quienes los nuevos positivos pudieran haber tenido contacto para someterlos a análisis y, en su caso, a cuarentenas. Pero, sobre todo, subraya Ceyhan, una razón importante de la baja mortalidad es que en Turquía no se han saturado las UCI: “La ocupación actual ronda el 60%-70%. En otros países se han disparado las muertes cuando las UCI han llegado al límite”. En los últimos 20 años, el sistema sanitario público ha doblado su capacidad y se ha modernizado, además de que ha promovido la inversión en el sector privado con la idea de atraer al “turismo sanitario”. El número de UCI —entre camas privadas y públicas— supera las 25.000 en todo el país, ampliables a 40.000 en caso de necesidad. Pero, por si acaso, en Estambul se están reconvirtiendo dos aeropuertos abandonados en hospitales de campaña con capacidad para 3.000 personas en total —que también serán utilizados para eventuales futuras catástrofes, como los terremotos— y se ha abierto parcialmente un nuevo macrohospital que todavía estaba en fase de construcción. Igualmente se ha hecho acopio de test, mascarillas y respiradores, prohibiendo la exportación salvo excepciones autorizadas por el Gobierno.

El ministro Koca considera que la epidemia está “controlada” y, si se cumplen las medidas de protección, el número de casos diarios comenzará a descender lentamente en mayo. De hecho, ha cambiado ligeramente el protocolo: si antes pedía que los posibles enfermos llamasen a un teléfono especial, ahora insta a que acudan directamente al hospital. “Si tienen síntomas, vayan al hospital. No estamos sobrecargados”, dijo jactancioso: “Nosotros no somos Estados Unidos, Reino Unido o Alemania”.

 

 

 

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