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Oswaldo Páez-Pumar: Después de mucho cavilar

 

Cualquiera que haya prestado atención a lo ocurrido en nuestro globo terráqueo después de terminar la Segunda Guerra Mundial y el surgimiento de las Naciones Unidas hasta la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión Soviética, debe haber percibido que eso que se llamó la “guerra fría”, desde luego no fue fría. Comenzó con la guerra de Corea que se produjo casi sin solución de continuidad a la Segunda Guerra Mundial y pudiera considerarse como el preámbulo al que seguirían otras muchas, como fueron en el Asia las de Vietnam y Camboya y tantísimas en el África tanto nor como subsahariana vinculadas todas, tanto en Asia como en África, con la independencia de las colonias europeas, casi siglo y medio después de las hispanoamericanas, teniendo por “contrincantes” las potencias aliadas de los Estados Unidos en su enfrentamiento al nazismo hitleriano, que al término de la guerra se convertirían en la alianza contenedora de la expansión soviética en Europa.

Inglaterra se mantuvo al margen, ya había perdido casi 170 años antes la más importante de sus colonias que se convirtió en su aliado y sostén frente a Alemania y el nazismo, pero más importante aún fue lo que aprendió en lo que conocemos como Afganistán, una lección que  dio origen con su derrota a esa magnífica obra musical que es “la carga de la caballería ligera”; y asumió una nueva política que hizo de ese extenso territorio que fue su virreinato, espacio para dos inmensos países en territorio y población: India y Pakistán, cada uno de ellos dotado mayoritariamente de una religión, que es como decir de una doctrina política que apunta a hacerlos irreconciliables, a menos que China portadora de esa doctrina política importada de occidente que es el marxismo o el comunismo, incurra en el mismo error en que incurrieron las potencias occidentales cuando aspiraron a hacerse dueñas del mundo.

Quince años después, para sorpresa y beneficio de la URSS, se produciría el triunfo de Castro que agregaría a la llamada “guerra fría” contingentes armados para combatir en África con poco éxito y desde luego, el respaldo en hombres y entrenamiento a los guerrilleros que comenzando en Venezuela se extendieron por toda Suramérica hasta el cono sur, agregando en su paso un nuevo matiz ideológico a la guerrilla colombiana, que bajo la imagen de Gaitán antecedió   al castrismo.

Quizá por ser nosotros en América lo que se llamó el “Nuevo Mundo”, somos noveleros; y por noveleros seremos quizá los últimos en deslastrarnos de esa religión sin Dios que es el comunismo, el cual genera entre nosotros desde Méjico a la Patagonia, movimientos que asumen y predican la existencia del “paraíso” en la tierra durante nuestra vida y no “en el cielo después de la muerte”.

Pudiéramos decir que es ahora, en este siglo XXI cuando asistimos a una “guerra fría”. Desde luego eso no significa que no haya conflictos armados, sino que al corazón se le llega no por la razón sino por el estómago. Ya en el siglo pasado en la propia China comunista se definió la economía al enunciarla así: “lo que importa no es que el gato sea blanco o negro, sino que cace ratones”.

Los hermanos Gustavo y Eduardo Machado y el doctor Ernesto Silva Tellería y otros más en Venezuela abrazaron el marxismo para luchar por los pobres, ellos no lo eran, pero son muchos los que  no solo en Venezuela, sino en el mundo entero, se cobijan en el marxismo para ofrecerle a los  pobres lo que solo genera el trabajo a cambio de que les den el poder. Esta oferta, o intercambio, quizá hasta con la expresión latina un “quid pro quo”, les ofrece un “paraíso” a cambio del poder para siempre. Eso lo evidencia, no tanto lo que ocurre en China que es más complejo, sino lo que ocurre en Rusia y Bielorrusia regida por los jefes de la KGB, Putin y Lukashenko, que se proclaman democráticos para servirse a ellos mismos, mientras que la pléyade de “sus seguidores” los ven como defensores de sus pequeñas satrapías. Los seguirán viendo así, porque los dioses, como ya lo advirtieron al tiempo cuando los griegos regían en el mundo, ciegan a los que quieren perder.

 

 

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