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Entre la soberanía y la innovación: el enfrentamiento entre el Tribunal Supremo brasileño y Elon Musk

Elon Musk usó Starlink para eludir el bloqueo judicial de X en Brasil: 48  horas después ha dado marcha atrás

 

Elon Musk está siendo investigado en Brasil por presuntos delitos de obstrucción a la justicia e incitación al crimen. El empresario tecnológico acusó a un juez de la Corte Suprema de censurar su plataforma X, llamándolo “dictador” y amenazando con desobedecer las órdenes judiciales de bloquear cuentas vinculadas a la desinformación.

Esta crisis entre el Tribunal Supremo de Brasil y Elon Musk ha captado la atención internacional, marcando un punto de fricción significativo entre el poder judicial brasileño y el empresario estadounidense. La disputa se ha intensificado debido a las acciones y declaraciones de Musk, que han sido percibidas como una amenaza a la soberanía y autonomía judicial de Brasil. Es relevante señalar que la discusión sobre el papel de las redes sociales en el fortalecimiento o debilitamiento de la democracia es un tema candente a nivel global.

Este conflicto no solo destaca las tensiones entre la influencia de las grandes corporaciones tecnológicas y los sistemas legales nacionales, sino que también plantea preguntas cruciales sobre el equilibrio entre el poder corporativo privado y el ordenamiento jurídico de los países.

La tensión comenzó el 8 de enero de 2023, cuando una multitud de partidarios del expresidente Jair Bolsonaro invadió el Tribunal Supremo Federal y el Congreso Nacional, destrozando símbolos patrios, enojados por la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva. A partir de ahí, el juez del Supremo Tribunal Federal de Brasil, Alexandre de Moraes, inició investigaciones sobre la difusión de contenidos falsos en las redes sociales y la posible financiación de grupos que buscarían amenazar la democracia brasileña. Así mismo ordenó el bloqueo de varios perfiles en redes sociales, incluido el del senador Marcos do Val, acusado de obstruir las investigaciones relacionadas con la invasión a la Corte Suprema y el Parlamento de Brasil.

El magistrado de Moraes advirtió que la actuación de X podría “crear un ambiente de total impunidad, una ‘tierra sin ley’” que facilite la acción de grupos extremistas y milicias digitales mediante la “masiva divulgación de discursos nazis, racistas, fascistas, de odio y antidemocráticos”. La acusación concreta es que Elon Musk, con su red de intereses globales, intenta influir en la política brasileña de manera que podría socavar la autonomía del sistema judicial del país. Musk respondió que no bloquearía ninguna cuenta, lo que intensificó la tensión.

Este enfrentamiento revela un conflicto más amplio sobre la influencia de las corporaciones en la política y la legalidad de los países, y muestra una creciente preocupación sobre el papel de los conglomerados tecnológicos en la gobernanza global. Musk, al igual que otros líderes de grandes corporaciones, tiene una influencia que trasciende las fronteras nacionales, planteando desafíos para los sistemas legales que intentan regular sus acciones.

El caso subraya las dificultades de las instituciones nacionales para manejar conflictos con actores globales poderosos y resalta la necesidad de establecer normas internacionales más claras para la interacción entre tecnología y legislación.

La crisis entre el Tribunal Supremo de Brasil y Elon Musk destaca en un momento crucial en la evolución de las relaciones internacionales en la era tecnológica. Mientras las empresas tecnológicas continúan expandiendo su alcance global, las naciones deben encontrar formas efectivas de proteger sus intereses y mantener la integridad de sus sistemas judiciales. Este contencioso entre el poder judicial brasileño y el magnate tecnológico no es solo una batalla legal, sino una cuestión que podría redefinir el equilibrio entre el poder corporativo y la justicia global en el siglo XXI.

Las dos investigaciones en las que De Moraes ha incluido a Musk son: una relacionada con un proceso abierto en Brasil desde 2021 contra las llamadas milicias digitales, y la otra, abierta esta semana, que investiga el papel del empresario en delitos de obstrucción a la justicia, organización criminal e incitación al crimen. En caso de que Musk sea condenado por el Tribunal Supremo brasileño, sin la cooperación de las autoridades de EE.UU., es poco probable que la sentencia conduzca a su detención.

La pregunta que surge es si el precio de esta disputa acabará siendo pagado por la sociedad civil, que en seis meses acudirá a las urnas para las elecciones municipales. De hecho, según encuestas brasileñas, el tira y afloja desencadenado por Musk y el magistrado De Moraes está acelerando la polarización política que ya existía y que el país no necesita, pues aún se está recuperando del intento de golpe de Estado del 8 de enero de 2023 y de sus pesadas secuelas judiciales.

Según un sondeo realizado por la empresa brasileña Quaest, la polémica ha enardecido a los brasileños. El 68% de las opiniones fueron contrarias al STF, mientras que solo el 32% criticaron a Musk. Cabe destacar que la polémica fue inmediatamente utilizada por Bolsonaro, quien, aunque inelegible hasta 2030, mantiene un peso político casi intacto según las encuestas. El expresidente calificó a Musk en X como “mito de nuestra libertad”.

Por su parte, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva se sumó al debate señalando: “Debemos decidir si queremos un mundo democrático” o “si vamos a permitir la convivencia con xenofobia y extremismo de extrema derecha, que ahora se da el lujo de que un empresario extranjero hable mal de la justicia brasileña”, dijo en un acto público.

Es importante recordar que hace un año, el Congreso estuvo a punto de votar el llamado proyecto de ley de las fake news, que proponía responsabilizar a las plataformas por la difusión masiva de noticias falsas a través de bots y les daba un plazo de 24 horas para eliminar contenido identificado como ilícito por la justicia. Las empresas hicieron una fuerte campaña en contra de la ley, que no llegó a votarse.

Quedan muchas preguntas sin respuesta:

  • ¿Se vuelven las democracias más polarizadas y menos sanas con las redes sociales?
  • ¿Han creado las redes sociales cámaras de eco perjudiciales?
  • ¿Por qué se han debilitado las democracias?
  • ¿Cómo podrían las redes sociales haber hecho las democracias más fragmentadas y menos estables?

Por ahora, todo parece indicar que el caso de las redes sociales y la democracia es un problema sin solución aparente. El profesor Jonathan Haidt de la Stern School of Business de la New York University señaló recientemente en un artículo publicado por la revista Letras Libres lo siguiente: «Las redes sociales han cambiado la vida en el mundo de mil maneras, y casi dos de cada tres ciudadanos creen que esos cambios han sido para peor. Pero los investigadores académicos todavía no han llegado a un consenso sobre si las redes sociales son perjudiciales. Eso ha sido una bendición para compañías de redes sociales como Meta, que sostiene, como hacían las tabacaleras, que la ciencia no está ‘asentada’».

 

Luis Velásquez

  Embajador

 

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