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Congreso del Partido: Ni más de lo mismo ni novedades sorprendentes

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El Palacio de las Convenciones durante el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba. (EFE)

Ruperto, el personaje humorístico de Vivir del cuento, despertó tras 28 años en estado de coma y aún no comprende la dualidad monetaria ni el fin del campo socialista. En este asunto, son muchos los rupertos que al analizar el próximo VII Congreso del Partido Comunista de Cuba creen que todo seguirá como antes y los inmovilistas se saldrán con la suya. Para ellos no ha pasado nada en la última década, después que Fidel Castro se apartara del poder y lo cediera a su hermano menor.

Si realmente no hubiera pasado nada, la magna cita de los comunistas cubanos sería un remake de los congresos anteriores. Aquellos que no han permanecido en estado de coma desde 2006 han visto que los ejes sobre los que giraba la política cubana ya no son los mismos. La galopante marcha atrás del paternalismo, la preponderancia de lo económico sobre lo ideológico a la hora de tomar decisiones, la quiebra del monopolio de los medios de información y de consumo cultural y una larga lista de reformas, calificadas por unos de tímidas y por otros de taimadas, conforman un panorama totalmente diferente. A eso habría que sumar un cambio en la correlación de influencias en la arena internacional y un creciente descontento popular, cada vez más manifiesto.

La mayor parte de los delegados de este Congreso ni siquiera tienen un recuerdo de aquel primero de enero de 1959, cuando «luminosamente surgía la mañana«, como decía el poeta Indio Naborí. Por primera vez, cuando se elija al nuevo Comité Central y especialmente al Buró Político, la mayor parte de sus integrantes carecerán de responsabilidad en los fusilamientos de los primeros años y probablemente ni siquiera gritaron la consigna «¡Paredón! ¡Paredón!«. No intervinieron ninguna propiedad. Los nacidos después de 1960 ni siquiera tenían edad para votar cuando se aprobó la primera constitución socialista de 1976.

Por primera vez, cuando se elija al nuevo Comité Central y especialmente al Buró Político, la mayor parte de sus integrantes carecerán de responsabilidad en los fusilamientos de los primeros años

Estos delegados ya no son aquellos homofóbicos ateos que se ufanaban de su machismo y de no superar el 9º grado porque eran de origen humilde. Se han formado políticamente, conscientes de que el sistema no es invulnerable y que la teoría que lo sustenta es discutible. Se han conectado a internet, han estudiado técnicas de marketing y, aunque parezca una frivolidad, llevan una década sin escuchar los discursos de Fidel Castro y le prestaron atención al que hizo Barack Obama en el Gran Teatro de La Habana.

Por eso la cita partidista no podrá ser más de lo mismo.

Sin embargo, esto no quiere decir que Maceo se va a sentar a conversar con Martínez Campos, ni que le van a quitar el nombre de «comunista» al Partido. El núcleo duro impondrá su autoridad a golpe de intimidación contra los indóciles y de oferta de prebendas a los oportunistas. También es cierto que la mayoría de los delegados a este congreso debe haber participado en más de un mitin de repudio y es probable que muchos hayan delatado a un compañero de trabajo o a un vecino y que las más de las veces en las asambleas en que hayan participado habrán levantado la mano disciplinadamente por lo que a juicio de la nomenclatura es políticamente correcto.

No habrá novedades sorprendentes como abrir la puerta al pluripartidismo o lanzar un programa de privatizaciones. Nadie hablará en este evento de reconciliación entre cubanos ni de diálogo con los opositores. No se decretará una amnistía a los presos políticos ni se le reconocerá legitimidad a la sociedad civil alternativa, ni libertad de expresión a la prensa independiente.

El secretismo con que se han manejado los documentos a discutir solo puede indicar que se preparan para dar un golpe de timón y habrá que esperar al discurso de clausura para enterarse del rumbo

No obstante, los que mandan en Cuba saben que están obligados a cambiar algo o al menos a dar la impresión de que están dispuestos a hacerlo. Tienen sus cartas ocultas, pero deberán ponerlas sobre la mesa. El secretismo con que se han manejado los documentos a discutir solo puede indicar que se preparan para dar un golpe de timón y habrá que esperar al discurso de clausura para enterarse del rumbo.

Por lo que realmente se ha caracterizado el PCC es por no tener una base teórica propia y, sobre todo, por no respetar la letra de sus propios acuerdos. Han prevalecido las decisiones tomadas de manera personal y casuística por una o dos personas. Justamente esa podría ser la imprevisible esencia a modificar. ¿Dejarán al marxismo-leninismo solo como una fuente secundaria, a tener en cuenta? En los ocultos deseos que yacen en las cabezas de esos hombres y mujeres reales está la clave de lo que se puede esperar del VII Congreso.

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