Democracia y Política

Caballos para despertar el alma

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Liberto, con hiperactividad, cepilla a su caballo que le ayuda a relajarse. SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL

Los caballos logran nuevos estímulos en niños y personas que tienen una discapacidad física o intelectual

Silvia acaba de cumplir 15 años pero apenas se la entiende al hablar. Sufre disartria, un trastorno neurológico asociado a la parálisis cerebral que le impide controlar los músculos de la fonación, y le cuesta moverse. Pero que no domine su cuerpo no significa que no se entere de lo que ocurre fuera de él. Por eso cuando Olivia, la terapeuta y monitora, le pregunta dónde está la grupa del caballo, la niña se levanta de la silla y apunta con el rotulador sobre el dibujo de la pizarra. «¡Muy bien!», celebra Olivia. «A ver quién sabe decirme ahora dónde está la crin».

Ésta no es un aula cualquiera de colegio, sino una clase de equinoterapia en plena naturaleza. Aquí no hay libros de lengua ni de matemáticas, pero cada día es una lección de vida. La única historia que se estudia en este centro es la que trae cada niño de casa. Praful, por ejemplo, tiene 13 años y sufre un retraso madurativo que compensa con un desarrolladísimo sentido del humor. «Te presento a Pepe», dice señalando a su amigo Rodrigo, que le sigue la broma con una sonora carcajada. «Yo trabajo en la televisión». Y posa para el fotógrafo. «Gracias, gracias…».

La presencia o la monta del caballo ha sido utilizada a lo largo de la Historia para mejorar la calidad de vida o el estado de salud de las personas. En la actualidad, las terapias ecuestres, en sus diferentes modalidades, se están practicando de forma regulada en casi todos los países del mundo.

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Patricia tiene parálisis cerebral y sufre hemiparesia espástica en el brazo y pierna derechos. S.E.N.

A primera hora de la mañana, en el establo de la Fundación Caballo Amigo de Madrid, Larache, Elvis, Capitán, Pipas y Babar esperan para ser cepillados por un grupo de niños. «La terapia asistida por caballos aprovecha la capacidad afectiva y empática del animal y la pone al servicio de personas con discapacidad», cuenta Mercedes Jiménez Horwitz, presidenta de la Fundación. «El cuidado, el cepillado y el contacto físico con el caballo provocan una gran respuesta emocional en los niños que puede resultar muy beneficiosa para su motivación y aprendizaje».

Aunque el nivel de evidencia de los estudios científicos que analizan estas técnicas y sus posibles beneficios no es concluyente, varios autores han demostrado que la hipoterapia (trabajo del paciente sentado sobre una montura) y la equitación terapéutica (adaptación del deporte ecuestre a personas con discapacidad) mejoran la función motora en niños con diagnósticos relacionados con el retraso psicomotor, debido a una enfermedad neurológica, a una enfermedad crónica no neurológica o a situaciones que hayan provocado una ausencia de estimulación en el entorno.

Hasta esta finca en Villafranca del Castillo llegan chavales con tipo de tipo de patologías: degenerativas, epilépticas, malformadoras, también otras más raras. Hace tiempo, un trauma familiar perjudicó seriamente las habilidades sociales de Alberto. Cuando le preguntamos por su edad, Alberto contesta en un arrebato de timidez apenas audible. «Nací hace 17 años, el último día del último mes…». A Alberto le falta confianza en sí mismo, pero en contacto con el caballo la cosa cambia: sonríe, grita, salta, baila y se abraza a sus compañeros en presencia del animal.

El protocolo de actuación de esta Fundación pionera en el uso de técnicas de equinoterapia en personas con discapacidad física o psíquica comienza con una valoración inicial de cada niño en la que se establecen una serie de objetivos. «El caballo es una herramienta muy valiosa, pero por sí mismo no rehabilita«, aclara Mercedes, que es también codirectora del Curso de Experto en Equitacion Terapeutica de la Universidad Complutense de Madrid. «De ahí la importancia de la formación de los terapeutas, que han de trabajar específicamente con cada niño e ir adaptando las actividades de acuerdo a un proyecto terapéutico individualizado».

La segunda parte de la jornada transcurre en el picadero, con los niños ya montados en los caballos. «Gracias al movimiento del caballo al paso podemos trabajar muchas patologías«, explica Olivia del Rosario. «Este tipo de rehabilitación mejora el área motora y el tono muscular, también el equilibrio, la estabilidad pélvica, la coordinación, el control de tronco o el de la cabeza. Aquí el acento no lo ponemos sobre la discapacidad, sino sobre la capacidad de cada individuo para superar las dificultades. Por eso es muy importante creer en las personas con las que trabajamos y no perder nunca la esperanza».

Para Mercedes, los diez centímetros del obstáculo que los niños rebasan con el caballo pueden marcar la diferencia en muchos aspectos. «He visto con mis propios ojos cómo chavales que apenas pueden desplazarse van recuperando movilidad y autonomía a lo largo de las sesiones», asegura. «El animal les estimula enormemente y les sirve de punto de apoyo en el mundo. Sintiendo al caballo entre sus piernas, los niños aprenden a controlar y a perfeccionar sus propios movimientos. Nuestro objetivo es mejorar su calidad de vida y ayudar a su integración en la sociedad».

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Patricia (12 años) sufre hemiparesia espástica (debilidad motora de brazo y pierna derechos) pero si por algo llama la atención es por su desparpajo e inteligencia. Le gusta pintar, ir al cine y ha cultivado un gusto musical exquisito. «Mi caballo favorito es Elvis», nos informa coqueta mientras acaricia la cabeza del animal. «¿Sabes quién es Elvis, verdad?». Los monitores están muy satisfechos con su evolución. «Lleva viniendo desde los 3 años y ya es capaz de trotar… Ha logrado tal nivel de autonomía que sobre el caballo casi no se le nota la parálisis cerebral«, dice Olivia. «Es nuestra pequeña amazona, una ricura de niña que cuando regañamos a un caballo desobediente siempre está ahí para defenderlo».

Gracias a donaciones privadas y a la financiación de distintas entidades, el centro ecuestre Caballo Amigo lleva casi 20 años realizando actividades dirigidas a personas con discapacidad, tanto con fines terapéuticos como deportivos. Cada verano organiza un campamento de 15 días para niños con hemiparesia, autismo, síndrome de Down, Asperger o trastornos cognitivos y de la personalidad.

Liberto (11 años) tiene rasgos de hiperactividad y padece un trastorno generalizado del desarrollo. En el transcurso de su primera mañana en el campamento ya se ha ganado fama de gamberro entre los monitores, pero en contacto con el caballo se relaja y canaliza su energía. De pronto, Liberto se queda quieto, ensimismado y curioso, con la mirada fija en la inmensa cabeza del equino, que le registra la ropa con el hocico mientras él contiene la risa. «¿Te cuento el truco?», susurra mientras se tapa la boca con una mano. «Tengo una zanahoria en el bolsillo…».

De vuelta a las cuadras, los niños repasan las biografías imaginarias de los caballos. «Capitán iba para teniente pero al final no pudo ser», dice uno con sorna. «Babar antes era un elefante, pero se convirtió en caballo para ayudar a los niños», comenta otra como si tal cosa. «A Pipas le pierden los frutos secos…». Larache es el veterano y favorito de los niños, pero no se aclaran con su procedencia: que si Marruecos, Túnez, Argelia… Rodrigo pone fin a la clase de geografía con un manguerazo de agua que empapa la lente del fotógrafo. Todos se tronchan de risa justo cuando, por los altavoces de la oficina, empieza a sonar A Little Less Conversation. Entonces aparece Patricia, que grita en una graciosa versión equina de Heidi: «¡¡¡Elviiiiis!!!».

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En busca de evidencias científicas

Existen multitud de diagnósticos relacionados con el retraso psicomotor, como el trastorno del espectro autista, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, el retraso cognitivo, los trastornos en el aprendizaje, las alteraciones sensoriales, la parálisis cerebral infantil, el retraso madurativo u otros síndromes, considerados raros, como el síndrome isodicéntrico 15 (IDIC) o el síndrome Dandy Walker. El punto de partida del desarrollo psicomotor es el esquema corporal, es decir, la organización de las sensaciones relativas al propio cuerpo en relación con el entorno. Alrededor de los 2 años de vida, el niño inicia los primeros procesos de conocimiento y relación con el mundo que le rodea. Esta etapa es clave para su futuro, puesto que si hay privación de estímulos, sea por causa externa o por problemas en el sistema nervioso central, afectará a su desarrollo. «En los últimos años hemos observado cambios evidentes en el control motor de los niños que acuden a nuestras clases, por lo que parece que la hipoterapia puede ser una terapia adecuada para la intervención del retraso psicomotor», cuenta Olivia del Rosario, una de las autoras del estudio Efectividad de la terapia ecuestre en niños con retraso psicomotor desarrollado por la Universidad Complutense, la Fundación Caballo Amigo y la Universidad Rey Juan Carlos. «En lo que respecta a la calidad de vida, a pesar de que hemos detectado mejoras en muchos de los participantes, los resultados han sido discretos y no significativos, aunque estamos trabajando en un estudio de mayor calidad metodológica para poder avalar la terapia ecuestre con mayor nivel de evidencia clínica».

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