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Bukele, tan previsible

Cada vez suena más redundante hablar de lo que Bukele hizo. Cada vez es más posible hablar de lo que Bukele hará.

El presidente salvadoreño Nayib Bukele saluda a militares durante un desfile del ejército de su país, en el marco de su toma de posesión en 2024.
El presidente salvadoreño Nayib Bukele saluda a militares durante un desfile del ejército de su país, en el marco de su toma de posesión en 2024 .Imagen: Marvin Recinos/AFP

 

Hace unos días, la Asamblea Legislativa plenamente controlada por el dictador salvadoreño Nayib Bukele aprobó de forma exprés reformas constitucionales que le permiten perpetuarse en el poder: aprobaron la reelección indefinida en el cargo de presidente, como ya lo había hecho Chávez en Venezuela u Ortega en Nicaragua. Aprobaron que el periodo pase de cinco a seis años y que ya no se necesite la mitad de los votos más uno para ser electo, sino que un solo voto y ya está. Pero también votaron por adelantar solo por esta vez las próximas elecciones y que, en lugar de que ocurran en 2029, como debería ser, sean en 2027.

Es muy obvia la jugada: quieren que las elecciones sean lo más pronto posible para que ninguna oposición pueda reagruparse, para que los índices de popularidad de Bukele sigan altos, para que Donald Trump siga en la presidencia de Estados Unidos y aquel país no castigue al bukelismo como ya lo hicieron los demócratas con sanciones por corruptos y antidemocráticos a varios funcionarios del todopoderoso salvadoreño. Pero también lo hace por una razón que debería avergonzar a los que apretaron los botones para destruir de una vez cualquier recuerdo del proceso democrático imperfecto que El Salvador ha tenido desde la firma de los Acuerdos de Paz en 1992: porque los diputados de Bukele saben que sin él no son nada. En 2027 hay elecciones legislativas y la aprobación de esos diputados es mucho menor que la de Bukele y sigue en franca caída. Necesitan el manto protector de la figura de su líder para conservar su escaño y seguir apretando el botón cuando el dictador lo ordene.

Podría darles algunas pinceladas más de lo que ha ocurrido, ahondar en las falacias de Bukele para defender la medida o recordar todas las veces que Bukele y sus fieles mintieron al decir que no, que de ninguna manera, que bajo ninguna circunstancia pretendían avalar la reelección indefinida, que la Constitución protegía el proceso garantizando que, en un sistema presidencial, ningún presidente pudiera ocupar su poder para reelegirse. ¿Pero ya qué sentido tiene? Ya lo hicieron, la jugada fue obvia, estaba anunciada.

Lo que para mí tiene sentido es augurar lo que viene, presagiar lo que Bukele hará. Es diferente augurar que adivinar. El primer verbo implica leer señales, mientras que adivinar implica unir conjeturas. Y Bukele ya dejó tantas señales.

El hombre que se decía ingenioso, que solía vender sus movimientos políticos publicando en sus redes una pieza de ajedrez a menudo acompañada de la frase «jugada maestra”, ha perdido todos sus bríos, ha desgastado todos sus trucos de distracción, y lo que le quedan son los movimientos de manual escritos por los dictadores latinoamericanos viejos, arrugados o muertos que lo preceden.

Tras años de cubrir su ascenso al poder total y autoritario, tras años de verlo despojarse del maquillaje de demócrata, me atrevo a augurar lo que se viene en el camino de Bukele.

Una muy obvia predicción: se va a reelegir en el poder.

Las condenas de la comunidad internacional (Unión Europea, países latinoamericanos) serán contundentes como nunca antes, pero llegarán muy tarde.

Los Estados Unidos de Trump, que ya vendieron a Bukele como el amigo que les prestó su megacárcel, no dirán ni pío.

A Bukele, como ya hemos visto, le importará un pepino lo que digan los demás y seguirá su proceso autoritario cómodo de la mano del silencio estadounidense al menos hasta que en 2028 Trump salga del poder.

 

 

La opositora Claudia Ortiz muestra un mensaje de protesta durante la plenaria del pasado 31 de julio en el Congreso de El Salvador.
La opositora Claudia Ortiz muestra un mensaje de protesta durante la plenaria del pasado 31 de julio en el Congreso de El Salvador.Imagen: Marvin Recinos/AFP

 

Bukele entiende que, en caso de volver los demócratas a la Casa Blanca en 2028, él, que se ha ganado muchas enemistades en ese partido, tiene que estar plenamente consolidado en el poder absoluto, sin ningún obstáculo dentro de El Salvador, para poder soportar el embate desde el Norte. Pero también sabe, como ya lo demostró la administración Biden, que si aguanta un poco los Gobiernos estadounidenses no tiene como prioridad al paisito centroamericano, y terminan moderando sus críticas públicas si El Salvador se somete en los dos únicos campos que le interesan realmente a Estados Unidos: migración y geopolítica (que, en el caso salvadoreño, puede resumirse en no hacer más caso a Rusia ni a China que a Estados Unidos).

Para llegar a la farsa electoral de 2027 menos incómodo, Bukele, que ya logró expulsar del país a decenas de periodistas y defensores de derechos humanos, ocupará lo que queda de 2025 y todo 2026 para terminar de exiliar o encarcelar a quienes aún quedan en el país plantando valientemente sus críticas ante la dictadura. Pero también habrá purgas internas, para que solo queden aquellos que tienen suficiente miedo y ninguna duda: lealtad total.

Bukele ocupará su Ley de Agentes Extranjeros para cerrar formalmente las pocas instituciones que dentro del país aún le disgustan. Vendrá la congelación de cuentas bancarias y la expropiación de inmuebles.

Poco a poco, periodistas internacionales también dejarán de ser admitidos a su entrada a El Salvador, bajo acusaciones de ser parte de una campaña internacional contra El Salvador.

Este 2025 y 2026 serán años de una arremetida furiosa de propaganda. Bukele sabe que aún cuenta con enorme popularidad en muchos países del mundo, y combatirá la información sobre su dictadura con campañas poderosas de mentiras. Vendrán muchas inauguraciones de estadios de fútbol, más conciertos de artistas famosos, algunos subsidios.

Y este es el augurio más terrible: la represión Estatal que vendrá será cada vez mayor. Si los salvadoreños creen que en mayo y junio de este 2025 han visto al dictador enfurecido encadenando encarcelamientos y leyes y exilios para dejar claro su talante, pueden esperar algo mucho peor. Bukele recortó fondos de Educación y Salud para 2025, mientras que aumentó el del Ejército. Bukele no se prepara para ninguna guerra contra otro país, sino para reprimir a lo que ya bautizó, sin un ápice de creatividad, como «el enemigo interno”.

Ojalá me equivoque totalmente, ojalá yo esté leyendo mal y ande completamente perdido. Ojalá no acierte en ninguna. Pero no lo creo.

 

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