Ética y MoralPolítica

Casabón: ¿Posmarxistas o envidiosos?

Nosotros sabemos que el presidente no cree en la empresa y que el marxismo es muy complicado

 

La historia del PSOE marxista queda superada cuando Felipe González tira el crucifijo de Marx por la ventana y marca una nueva orientación: la ruptura con el poderoso PCE de los 70 y la aproximación a la mayoría sociológica española. Promete a los españoles justamente lo que el pueblo espera; una clase media pujante, entrar en mercado europeo y todo con un ‘touche’ de justicia social y libertad para ver cine europeo. Pero las ojeras de González… Las ojeras, ay, delataban preocupación por las constantes históricas del partido. El otro día oía a Sánchez demonizar a las empresas en Davos por evadir impuestos y pregunto inocentemente si son posmarxistas o simplemente envidiosos, como intuía Agustín de Foxá. Puede que solo hayan enloquecido. Estamos ante un fenómeno de geología política y corrimiento ideológico.

Hay una clase media que, estilizada por la democracia, exhibe esa ‘touche’ de justicia social y busca libertad para emprender, un mercado libre y moderno. Ambas cosas no son excluyentes si a uno le rueda bien la cabeza. A los españoles un marxista ya no nos engaña, pienso yo. Nadie quiere ver a Manolis de Podemos señalizando a empresarios con nombre y apellidos. Tampoco queremos ver a las Marotos patrocinando Madrid como la alta capital de Satán y sus acólitos. Ellos sabrán si es por la ideología o la envidia, pero cuando están en plena forma atacan a empresarios y el modelo de Madrid, lo cual desincentiva la inversión extranjera y la riqueza. ¿Quizás Sánchez engañe a un público de analfabetos financieros y envidiosos? Creyendo que hace una cosa muy progresista, nuestro presidente critica los beneficios de las multinacionales bajo los focos de Davos. No parece mostrar claridad en su discurso, así que habrá que buscarla en sus políticas intervencionistas y en las ojeras de los empresarios españoles.

Después de renunciar al marxismo como ideología de partido los españoles le dieron la mayoría absoluta a Felipe González, ese príncipe ojeroso. El PSOE hizo aquí el tránsito de la ideología al pragmatismo y algún día habrá que evaluar lo que Felipe le debe al antimarxismo español, esa herencia de las clases medias trabajadas ideológicamente durante el franquismo. El fino instinto le hace comprender que el error de llorar el fin de las utopías es seguir buscándolas en Marx, cuando ahora nacen en el mercado. Parecía que la vida del español iba a ser confortable, aburrida y tranquila como un largo fin de semana en Suiza. Parecía que todo iba bien hasta que Sánchez empezó a criticar a la banca, las energéticas y los empresarios. Nosotros sabemos que el presidente no cree en la empresa y que el marxismo es muy complicado. Es decir, que odian la desigualdad, pero la vicepresidenta que hizo el prólogo cursi al ‘Manifiesto comunista’ vive en un ático de 442m². Así de complicados son los marxistas. Foxá lo explica todo: «No odiaban a los señoritos, sino que querían ser ellos los señoritos: en realidad no eran marxistas sino envidiosos».

 

 

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