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Karina Sainz Borgo: El derecho de los tigres

La verdad forzada no puede ser en modo alguno cierta

Cómo Voltaire y sus amigos aprovecharon los defectos de la primera lotería de Francia para ganar una fortuna - BBC News Mundo

 

Se puede dejar a oscuras a una nación entera. Se puede prohibir la voz humana. Incluso inventar un mundo aboliendo el anterior. También derribar un puente para aislar una ciudad. Asesinar a doce personas por dibujar a Mahoma. Exterminar a seis millones por su religión, su procedencia, su aspecto físico o su nacionalidad. Y lapidar, claroSe puede lapidar. En nombre de una idea, un origen, una lengua, una patria o un metal —el oro— se han cometido las más ilustres tropelías.

El ‘Tratado sobre la tolerancia’ fue escrito poVoltaire en 1763, casi setenta años después de que Luis XIV revocara en 1685 el Edicto de Nantes, un documento que permitía la libertad de culto en Francia y cuya desaparición desató una ola de tensión religiosa que se propagó en todos los estamentos. Uno de sus principales símbolos fue Jean Calas, un comerciante protestante de Toulousse que fue acusado de asesinar a sus hijos por convertirse al catolicismo, sometido a juicio, condenado a muerte y finalmente ejecutado en 1762. Para lograr la revisión del proceso, Voltaire publicó ‘Traité sur la tolérance à l’occasion de la mort de Jean Calas’, un alegato a favor de la lucidez y contra la coacción o persecución religiosa. Tras un proceso legal que llegó hasta París, el 9 de marzo de 1765, se reconoció la inocencia de Jean Calas, cuya memoria y la de su familia fue rehabilitada. Desde entonces, ‘Tratado sobre la tolerancia’ es una lectura tan importante como la vacuna contra la polio, aunque en este caso bastaría con decir que su lectura inmuniza contra cualquier fundamentalismo, incluida la estupidez. «La razón puede más que el fanatismo, por grande que este pueda ser», escribe Voltaire.

La religión forzada no es religión, según el francés, así como la verdad forzada no puede en modo alguno ser cierta. En ‘Tratado sobre la tolerancia’ relata Voltaire cómo hubo un tiempo en que se creyó́ obligatorio promulgar decretos contra los que enseñaban una doctrina contraria a las categorías de Aristóteles, también señala la jurisprudencia sobre la brujería o la costumbre de excomunión de los saltamontes y de los insectos nocivos para las cosechas. Los ejemplos de esas graves locuras, en otros tiempos tan importantes, son incontables. Existen hordas de personas tolerantes o gobiernos que encarcelan a sus ciudadanos para proteger la voluntad popular.

El derecho humano no puede estar basado en algo distinto del derecho natural, dice Voltaire. No hagas a los demás lo que no deseas para ti. De ahí que un ser humano no pueda decir a otro «cree lo que yo creo o perecerás». Para Voltaire el derecho de la intolerancia era absurdo y bárbaro. Por eso lo llama el derecho de los tigres y señala en su naturaleza algo mucho peor que la depredación: «Porque los tigres sólo matan para comer, y nosotros nos hemos exterminado por unos párrafos». «Cree lo que yo creo» se parece a «piensa lo que yo pienso». No importa quién o cómo lo diga, está rugiendo.

 

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