Médicos cubanos que escaparon de misiones en el exterior impulsan un proceso legal contra el régimen
Médicos cubanos que abandonaron misiones en el exterior y forman parte del grupo «No somos desertores. Somos cubanos libres«, se reunieron este domingo en Miami para denunciar la violación de sus derechos por parte del régimen y protestar contra la prohibición de entrar a Cuba en al menos ocho años, reportó Martí Noticias.
Esa medida coercitiva es el castigo del Gobierno a aquellos profesionales de la salud que, habiendo salido de la Isla como parte de los contingentes de galenos que el régimen cubano exporta, deciden tomar otro rumbo y rehacer su vida fuera del país.
El colectivo, que tiene un grupo del mismo nombre en Facebook, reúne a más de 13.000 profesionales de la salud cubanos, dispersos por varios continentes.
El encuentro en Miami sirvió para que un puñado de ellos se conociera personalmente, «compartir testimonios, trazar líneas de acción concretas y abordar con mayor profundidad el tema del proceso legal contra el Gobierno de Cuba», dijo Annarella O’Mahony, periodista cubana que administra el grupo de Facebook.
En noviembre pasado, el grupo presentó una demanda ante la Corte Interamericana de los Derechos Humanos, la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos, el papa Francisco, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, la Organización de Estados Americanos y la Organización de Naciones Unidas.
La denuncia subraya que estos profesionales han sido objeto de «esclavitud» por parte del Gobierno de Cuba, «condenándonos al denominarnos desertores; castigándonos por ocho años sin tener contacto con nuestros familiares y adjudicarse nuestro salario depositado en Cuba».
El texto denuncia la «ultrajante situación a la que somos sometidos los profesionales de la salud y otras áreas en las mal llamadas misiones del Gobierno cubano y su supuesta solidaridad con otros países».
El lema del grupo es «Cubanos por la unidad familiar» y entre sus objetivos plantean el de unirse como profesionales en el exterior y exigir se hagan valer sus derechos fundamentales como cubanos, «los cuáles han sido burlados, ultrajados y pisoteados.»
«Decidimos una vez ser libres por voluntad propia, con la única convicción de salir adelante, ampliar horizontes, romper las cadenas que nos sometían, vivir dignamente y, lo más importante, ayudar a nuestras queridas familias en Cuba», concluye el documento, que instituye las premisas de la agrupación, la cual aspiran convertir en una ONG sin fines de lucro.
María Eugenia Lagomasino, que cumplió misión en Venezuela entre 2007 y 2011 y más tarde en Brasil, donde permaneció desde el 2013 hasta 2015, afirma: «Si en Cuba veíamos que las cosas no eran como nos decían y no nos sentíamos felices, cuando salimos al exterior es cuando de verdad vemos las cosas con claridad y nos damos cuenta de las mentiras, de todo lo que dicen y no cumplen y de la manera en que actúan las autoridades, que están muy lejos de ser humanitarios como dicen ser.»
Lagomasino estuvo en Cuba por última vez para el entierro de su padre. «La oncóloga que lo atendía me avisó que él ya estaba mal y que si yo quería verlo con vida debía ir en ese momento. Así que solicité permiso a los jefes de la misión médica. Estuve como 10 días esperando a que hubiera vuelos disponibles para algo que era, como ellos me decían, un ‘problema personal'».
La condición para dejarla viajar fue «firmar un documento donde yo me comprometía a que a mi regreso me iban a descontar el precio del pasaje a Cuba de mi salario (unos 200 dólares mensuales). De lo contrario no podía ir. Y eso mismo le hicieron a otras personas. Después de 10 días esperando para ir a ver a mi padre, finalmente no logré verlo vivo. Llegué al día siguiente en que había fallecido. En mi caso, eso fue lo que le puso la tapa al pomo, me hizo abrir los ojos y al regresar abandoné la misión. Uno tiene mucho miedo, pero hay cosas que te hacen saltar las barreras del temor».
La historia de Mercedes Williams no es muy diferente. Escapó de Venezuela rumbo a Colombia. Allí se presentó a la embajada de Estados Unidos, donde consiguió un parole para entrar a territorio estadounidense. Jamás volvió a ver a sus padres con vida.
Sobre la prohibición de viajar a su país, señala: «Pueden alegar que es una ley o una regulación, que nadie ha visto publicada, por cierto, o lo que quieran decir, pero la realidad es que es una condena por habernos escapado y no seguir sirviéndoles de esclavos», añadió.
Gissel Herrera, quien también estaba en Venezuela, confiesa que sufrió acoso por parte de las autoridades de la misión: «Por un domingo, un día que no era laborable para mí, que salí sin pedir permiso de Miranda a Caracas, me hicieron un acto de repudio frente a todos mis compañeros, algo realmente vergonzoso, horrible. Y entonces uno de los jefes que yo tenía, luego de ese acto desagradable, se me acercó y me dijo: ‘Tú sabes que estoy interesado en ti, y si tú haces lo que tienes que hacer, entonces no va a haber ningún problema.’ Yo por supuesto no hice nada. Por suerte logré salir de allí», cuenta la joven de 28 años, quien reside actualmente en Miami.
César García, doctor en Estomatología, señala que la frase «No somos desertores» es una «manera con la que al comienzo, quienes crearon el grupo, intentaron decirle a nuestros familiares en Cuba, sobre todo a los niños, que son quienes están más expuestos a la tergiversación de la realidad, que nosotros no somos traidores a la patria, que es lo que les dicen allá a ellos. De lo que desertamos fue de una misión que es un gran engaño. De eso sí somos desertores, pero no somos desertores de la patria ni de nuestros familiares, que son a los que no nos dejan ver.»
Agrega: «Este es el castigo por desertar de una misión médica en la que el régimen nos usaba también con fines políticos. A eso nos oponemos, y a que nos impidan ver a nuestros hijos, a nuestras madres, por lo menos ocho años, pero en verdad son los años que ellos quieran. Así que los verdaderos traidores son los que nos niegan la libertad de entrar a nuestro país, ni siquiera por una causa humanitaria, porque muchos de los padres de mis compañeros han muerto y no los han dejado ir verlos. Esas son las razones por las que queremos entrar a nuestro país. No es para hacer turismo. Pero el Gobierno, para castigarnos y enviar un mensaje de escarmiento a otros médicos que están en misiones, no nos deja entrar.»