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Miss Venezuela enseña las piernas de una economía que camina como Bambi

La noche del Miss Venezuela también nos ofrece un imperdible asomo a la situación de la economía venezolana y al negocio del espectáculo y los sueños de grandeza

Miss Venezuela, una lección de economía

 

Un animador con blanca sonrisa inmóvil, como sacada del forro de una vieja cajita de chicles Adam’s, proclama con fervor: «¡Por si les quedaban dudas de que Venezuela está espectacular, una de ellas va a ser coronada como Miss Venezuela 2022!», mientras un ramillete de bellas mujeres completaban unos de los desfiles de la noche más linda que en el pasado era un termómetro del ánimo, del orgullo y de la economía nacional.

El Poliedro de Caracas volvió a ser la sede de la noche final del certamen y ya eso supuso un cambio. Este es un enorme espacio para grandes eventos musicales, deportivos y políticos, (y más recientemente hospital de campaña para enfermos de covid).

Inaugurado en 1974, en la Venezuela rica del primer gran auge petrolero, en la era democrática bipartidista, el Poliedro de Caracas es también una especie de monitor de cama de hospital, que mide los signos vitales de la microeconomía y su reflejo en el mundo del espectáculo, la farándula y la cultura popular.

También de la política, pues en estos 23 años de eterno chavismo su principal función ha sido ser sede de eventos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y de sus máximos sacerdotes del culto a una mezcla de ideologías de izquierda trasnochada y a figuras de la Independencia frente a España, junto con conceptos y mantras contradictorios que pretenden ser una redención del más fracasado socialismo.

«Desde la joya arquitectónica más importante de Latinoamérica, el Poliedro de Caracas», dice un presentador (no anotamos si el mismo del adjetivo «espectacular»), en otro dechado de hipérboles y mentiras chauvinistas a destacar, como aquella de que en Venezuela «están las mujeres más bellas del mundo».

La organización Miss Venezuela además se trajo de vuelta a la cotizada y sólida Maite Delgado, una presentadora de mucha clase y ella misma ex miss que en los últimos 10 años había estado alejada del evento anual por ciertas desavenencias.

«Buenas noches Poliedrooooo!», es una de sus frases emblemáticas que significa, además, que el evento había regresado a una sede multitudinaria, donde en días normales de espectáculos caben 20.000 personas de pie, o 13.500 si están sentadas.

La producción, según los entendidos, mejoró mucho y se ve que tuvo su platica, si se compara con los montajes de los últimos años en desteñidos estudios de la planta Venevisión. El caché de los artistas invitados también sirve para medir el presupuesto en tiempos de vacas flacas.

La frase de Maite también es un grito de guerra, que busca despertar la hoy menguada popularidad del Miss Venezuela. Es un apelo a los viejos tiempos, cuando los hogares se galvanizaban para ver el concurso, como ocurre en otro país suramericano con un partido de su selección nacional de fútbol.

La anoréxica economía

Una feroz depresión económica que por siete años atravesó a Venezuela, junto con la hiperinflación, que duró cuatro años, han dejado estrías difíciles de borrar.

En estos años se acumularon la quiebra de la otrora poderosa industria petrolera, en medio de la corrupción, incompetencia, imposiciones del populismo y más tarde, sanciones de Estados Unidos. Todavía vivimos el efecto de los exacerbados controles de precios y cambiarios (apenas flexibilizados por razones pragmáticas); la caída de la industria manufacturera y la parálisis de la construcción. Niveles de pobreza entre los tres peores de América, el colapso de los sistemas públicos de salud y educación, y los estragos persistentes de la pandemia de covid completan la coreografía más reciente del escenario venezolano, uno de los peores de su historia.

Este es un drama histórico que lamentablemente no se ha acabado, por más que «en una noche tan linda como esta» los animadores y la empresa organizadora quieren hacer ver de alguna manera que la edición 2022 del espectáculo de la belleza venezolana marca un cambio en las tendencias.

La narrativa del Miss Venezuela este año quiere ir a tono con el discursillo agotado de que «esto se arregló», solo porque en Caracas abren restaurantes de lujo como si de puestos de empanadas en Carnaval se tratara; porque cada vez circulan más camionetas de lujo; porque algunas calles están decoradas con adornos anticipados de Navidad y porque en Las Mercedes, sureste de Caracas, unas cuatro nuevas torres forradas de vidrios se exhiben como símbolo de la nueva era nacional del chavismo pragmático y crematístico.

Pero en realidad la industria de la construcción acusa una caída de 90%, y más allá de las luces de Navidad, Caracas es una las capitales más sucias de América Latina. Más allá de los linderos de ciertas vías principales, sus calles, avenidas y autopistas siguen a oscuras;. Mientras, la ausencia de crédito hace que el consumidor promedio clase media y baja asalariada formal tenga que vivir encadenado siempre al salario de fin de mes.

Es que sin crédito ni confianza en las políticas oficiales y en la legalidad no hay reactivación económica que se sostenga. Y sin inversiones en infraestructura y servicios, en educación y salud, ningún despegue es real. No es por azar que Venezuela sea hoy uno de los países más desiguales del mundo.

La anoréxica economía venezolana perdió el 80 por ciento de su peso en esta era del chavismo sin Chávez, y el consenso de economistas apunta a que crecerá en torno a 10% este 2022 del regreso del gran Miss Venezuela.

El Observatorio Venezolano de Finanzas, un centro de estudios antes vinculado a la oposición, calcula que en 2021 la economía creció 6,8%.

Sumando los dos años tenemos cerca de un 17% de crecimiento, que no es malo y ojalá se mantenga. Pero, poniendo las cosas en perspectiva y contexto, eso es como si esa economía anoréxica y bulímica, recuperara unos kilitos, hasta digamos 23 kilos de peso…está todavía muy lejos de su patrón de belleza saludable y activa.

Todos los países, todas las sociedades tienen que soñar con la esperanza y el optimismo. En efecto los presentadores tienen que estar afinados con este discurso, no van a hablar de ninguna crisis, de ninguna realidad, mientras venden bambalinas y desfiles de mujeres hermosas en trajes de baño, y de gala como para fiestas de cuentos de hadas.

Pero la noche del Miss Venezuela también se parece a las páginas sociales de los periódicos del mundo antiguo: en cada cobertura de cada matrimonio, bautizo o comunión, en cada evento o agasajo, se podía ver quienes eran los protagonistas reales del mundo de la economía y los negocios.

 

 

En el caso de los patrocinantes del Miss Venezuela este 2022, ese dato sirve para ilustrar toda una época.

Esta noche tan linda del 16 de noviembre de 2022, solo destacaban uno grande: cotizada marca trasnacional de electrodomésticos y teléfonos celulares; una mediana, ensambladora nacional de motocicletas populares; una marca de zapatos, una de champú y unas cuatro distintas de los consabidos cosméticos y un consultorio de diseño de sonrisas.

Nunca se sabrá si el aporte solo de esos patrocinantes alcanza para pagar el espectáculo, o si la Organización Cisneros tuvo que completar la inversión.

En medio del concurso hubo tiempo para hablar de sus 70 años de historia y de los personajes que hicieron posible su calado en la cultura popular, también de las misses emblemáticas, ganadoras en otros años, así como las que ya no están porque «se fueron a otro plano», justamente como aquella Venezuela que exportaba misses y patrones de belleza, además de petróleo.

Muchas de estas mujeres, como las provenientes de otras áreas donde la belleza física no es el principal requisito, también han sido triunfadoras después en el mundo del espectáculo, el cine y la televisión, los negocios y hasta la política.

La gran mayoría de ellas están hoy regadas por el mundo, haciendo sus vidas en otras latitudes pues hace ya décadas que Venezuela dejó de ser un polo magnético y un crisol de nacionalidades que atraía migrantes y despertaba nuevas esperanzas, para convertirse en una gran terminal de embarque hacia otras condiciones de vida.

Los premios están lejos de ser algo que le cambie la vida a una persona después de tamaña inversión de cada participante. Una motocicleta barata para las dos finalistas y un carro (en la rápida toma de TV parecía de factura iraní) para la reina Miss Venezuela. Algunos cosméticos también cuentan.

En todo caso, en esa noche tan linda queda el esfuerzo personal, el ejemplo del trabajo constante y la determinación que llevan a esa chicas a invertir horas y horas de intensa preparación física y mental en el sueño de ser coronadas.

También invierten mucho dinero en ropa, cirugías estéticas, prótesis dentales y de senos, en gimnasios y dietas. Se esfuerzan esas candidatas en crecer personalmente, en educarse y formarse, para debutar en sociedad en ese espectáculo de dos o tres horas y muchos días de producción, que tampoco las define como personas, como ese show tampoco define a todo un país en trance y en perpetua crisis.

 

 

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