Oswaldo Páez-Pumar: De casta le viene al galgo
El refrán nos muestra ante una conducta determinada de una persona también determinada, que por tratarse de quien se trata no podía esperarse un comportamiento diferente. Lo hecho, lo dicho o lo actuado tratándose de quien se trata era la conducta esperada. No podía ser de otro modo.
Me pregunto si así ocurrió con el presidente de Chile cuando desatendió el ritual protocolar previsto para recibir las cartas credenciales de los embajadores; y optó por no recibir las del embajador de Israel acreditado ante su gobierno. No tengo elementos que me puedan ayudar a formarme un juicio, aunque desde luego infiero que no se trata de algo particular dirigido a la persona misma del embajador designado, que pudiera haber sido evitada al no otorgársele el “placet”, o con más propiedad diplomática, al anunciarse la intención del gobierno de Israel de designarlo, advertir que no sería esa persona a la cual el gobierno del presidente Boric recibiría de buen grado, lo que hubiera evitado que se produjera el incidente y que el presidente no fuera colocado en esa incómoda situación.
El presidente Boric según lo reseña la prensa es de origen croata y desde luego Croacia no se cuenta entre los países que reconocieron al estado de Israel, dando lugar a su reconocimiento y admisión en las Naciones Unidas para lo cual contó con el voto favorable de Venezuela, pero no hay que olvidar que entonces Croacia formaba parte de Yugoslavia dirigida por la férrea mano del Mariscal Josip Broz Tito, pero apenas se produjo su desintegración y Croacia adquirió autonomía y entró a formar parte de la Naciones Unidas, reconoció al estado de Israel.
De esa pequeñísima narrativa infiero que de parte de los croatas no existe una reserva ni frente al estado de Israel, ni frente al pueblo judío, de lo cual deduzco que en la cultura familiar que envolvió al presidente Boric tampoco existió, aunque desde luego lo que digo, más bien lo que escribo, no tiene otro sustento que la de un observador de datos aislados que reúno para afirmar que la actuación del presidente debe haber respondido a un algo diferente a lo que puede ser considerado una predisposición en contra del Estado de Israel, o en contra de los “judíos”.
Cierto es que aunque podamos hacer afirmaciones como la contenida en el párrafo anterior acerca de la actitud de Croacia como nación y de los croatas como pueblo, frente al estado de Israel y a los judíos como nación, como comunidad humana, no podemos ignorar que cada ser humano adopta su propia posición que puede ser convergente o divergente de la que asume la comunidad a la cual pertenece; y que en el caso del presidente Boric no tenemos -al menos yo carezco de ellos- elementos de peso para explicar el porqué de esa reacción ante la presencia del embajador de Israel, en un acto estrictamente protocolar, que aparte de la irritabilidad que pueda haber producido en contra de su persona por parte del estado de Israel, ciertamente minúscula al lado de la que debe haber producido el estúpido grito del teniente coronel Chávez Frías maldiciéndolo, no tuvo desde el punto de vista de la “realpolitik”, al menos aparentemente ninguna consecuencia.
Sin embargo, yo me atrevo a aventurar una opinión que ustedes mis lectores considerarán acertada o errada, o quizá mitad y mitad, pero Dios me perdone si ofendo al presidente Boric y afirmo que la derrota, o más bien el rechazo multitudinario de la reforma constitucional, le causó tal enojo, que olvidando la cortesía indispensable entre las naciones, y la representatividad que ejerce de su país, dirigió su ira contra el estado de Israel, contra los judíos y contra el embajador designado y aceptado por Chile, que ciertamente es más grande que los que votaron en contra del proyecto de constitución y desde luego que cualquiera de sus ciudadanos, aunque ejerza la presidencia, que Dios mediante es temporal.