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Policrisis

El mundo sometido a la policrisis no es estático, está vivo: su crisis modifica su entorno, y su entorno modifica los términos de la crisis

 

 

Reciente término y muy de moda, en las actuales estudios y reflexiones de las relaciones internacionales, está produciendo un debate no sólo intelectual, sino político con ramificaciones en otras dimensiones o esferas del conocimiento, como las ciencias económicas, la sociología y los estudios internacionales.

Fue efectivamente, acuñado por primera vez por Edgar Morin, en 1993 y desde hace unos años, está en el tapete de los debates de los círculos económicos, políticos, quién palabras menos palabras más lo definía en su obra terre patrie “…Morin define la policrisis como una situación en la que «crisis interconectadas y superpuestas» adoptan la forma de un «complejo interdependiente de problemas, antagonismos, crisis y procesos incontrolables» que forman «la crisis general del planeta». Esta visión es muy distinta de lo que en economía se conoce como «crisis sistémica», es decir, una crisis que desestabiliza todo un sistema, pero cuyo punto de partida es un choque único e identificable. En este último caso, la espiral de crisis puede detenerse si se logra contener el contagio. Esta es la lógica que ha regido la gestión de crisis desde 2008, sin éxito.

En cambio, en una crisis múltiple, este tipo de contención no es posible, porque la crisis forma parte de una cadena de acontecimientos tan compleja que resulta imposible detenerla. Más aún, como hemos dicho, porque las soluciones propuestas dan lugar a nuevos problemas que extienden el contagio a otras zonas. El mundo sometido a la policrisis no es estático, está vivo: su crisis modifica su entorno, y su entorno modifica los términos de la crisis.

Aunque en su momento no se describió como una policrisis, la crisis financiera de 2008 ilustra cómo las «soluciones» pueden convertirse en «problemas». Esta crisis desencadenó una sobreinversión en China que salvó a la economía mundial del desastre, pero condujo a una sobreproducción de acero y hormigón, en particular, que agravó la crisis climática. Al mismo tiempo, esta recuperación china provocó una reacción en Estados Unidos, llevando al poder a Donald Trump, pero también una crisis de sobreproducción de la que China solo pudo salir a costa de una burbuja inmobiliaria que estalló en 2021. Cada solución abría una nueva crisis, provocando una desestabilización global. Nos encontramos pues, en un contexto y ante un reordenamiento de las relaciones internacionales tan significativo como el de 1989, 1945 o 1919.

El pensamiento de la complejidad se desarrolló mucho en el mundo anglosajón en las décadas de 2000 y 2010, sobre todo en el campo de la historia. Las interacciones e interdependencias adquirieron tal importancia que el más pequeño grano de arena podría perturbarlo todo y provocar un colapso generalizado, a través de una serie de crisis que se alimentaban unas a otras. «Cuanto más complejo es un sistema, más probabilidades tiene de colapsar», resume el historiador Brandon Drake…”

En efecto, la policrisis es, además, la conceptualización de que la sociedad internacional, la estructura internacional, de nuestros días se enfrenta a una serie de crisis interconectadas que amenazan el orden, la estabilidad y el bienestar en múltiples niveles ( crisis climática, pandemia, invasión de Rusia contra Ucrania, la emergente guerra comercial, iniciada por la política aislacionista y proteccionista de Trump, el incierto cambio político América Latina inacabado que se debate entre un autoritarismo marxista cavernario y una democracia más fluida y participativa de verdad y no de discurso manipulador, en el siglo XXI, después del proceso de redemocratización de los años 80, donde países como Venezuela fue líder, hoy teniendo una democracia en crisis y sin rumbo democratizador en el porvenir, sino todo lo contrario, el robustecimiento de una autocracia cada vez más cerrada y no una democracia competitiva, pluralista y abierta, las limitaciones de las tregua entre Rusia y Ucrania y el impacto en la economía mundial de la errática política de aranceles de Trump).

El concepto de policrisis pues, se refiere precisamente a esta realidad. Incide en una conjunción de riesgos globales que incluyen el cambio climático, las pandemias, la inestabilidad económica, los conflictos geopolíticos y los desplazamientos masivos, entre otros. Estas crisis no son fenómenos aislados, son interdependientes, articulados y ocasionan impactos que se amplifican y retroalimentan de manera impredecible, reflejando la intrincada red de causas y efectos, que caracteriza a un mundo interconectado aún más por la revolución tecnológica en la Tics y la evolución del modo de crecimiento del capitalismo entrando casi en la tercera década de este siglo XXI.

Sostenemos pues, desde este artículo que es una aproximación desde la lógica de la complejidad, como debe verse la totalidad y el sistema internacional con articulaciones e interconexiones complicadas cada vez un enfoque valioso para analizar y comprender la naturaleza de la policrisis e invito a un enfoque a considerar la dinámica no lineal, sino de múltiples conexiones de los distintos riesgos globales, la capacidad adaptativa del sistema internacional y las interacciones entre las partes y el todo. Ello implica en última instancia abandonar las visiones teóricas reduccionistas del orden internacional ancladas en el racionalismo en Relaciones Internacionales, esto impactará en el debate de la teoría de las relaciones internacionales, como abordar los próximos debates en esta teoría que, como podemos observar se ampliará a nuevos temas que van más allá de los tradicionales, lo que ameritará del analista aguda capacidad de observación, desde el punto de vista estratégico y la puesta en la mesa de soluciones con visión a esos problemas complejos, en fin los retos que tiene un analista simbólica ante la nueva realidad cambiante y movible.

Por ejemplo, el Foro de Davos que, desde hace unos años, se dedica a analizar esta problemática, entre los diversos temas de la agenda de la reunión de esta cumbre. Hace, en ese sentido, un análisis de estos desafíos a largo plazo. Entre sus predicciones, señala que el coste de vida dominará los riesgos globales en los próximos dos años, mientras que el fracaso de la acción climática marcará la próxima década, la crisis demográfica vinculada al tema de la migración y su aporte no sólo al crecimiento vegetativo de la población, el aporte de nueva base laboral y el impacto en el freno del envejecimiento de la algunas sociedades.

Además, predice que las crisis de alimentos, combustibles y costes exacerbarán las vulnerabilidades sociales y que empeorarán los conflictos y los riesgos asociados a la ciberseguridad.

¿Y cuál será el colectivo más afectado? La infancia, como advierte el informe Prospects for Children in the Polycrisis de UNICEF. Un ejemplo lo encontramos en el aumento de precios, que impacta dramáticamente en las familias más vulnerables; otro, en el cambio climático, cuyos efectos vivirán más intensamente las generaciones futuras. Sin embargo, aún podemos dar la vuelta a esta década que se presenta sombría, cambiando la forma de gestionar sus desafíos internacionales.

El informe de UNICEF propone, en primer lugar, invertir en la previsión y la gobernanza anticipada de riesgos futuros. En segundo lugar, llevar a cabo cambios sistémicos en la gobernanza de los bienes públicos y las instituciones internacionales, por ejemplo, en la infraestructura sanitaria, los sistemas alimentarios y energéticos, la arquitectura financiera global y la tecnología digital, por ello la propuesta de la ONU de pensar el futuro, en el caso de América Latina los dilemas del desarrollo qué modelo aplicar, que sea productivo, eficiente e inclusivo, menudo reto a la élites políticas, económicas, intelectuales, también de los organismos trasnacionales gubernamentales y no gubernamentales, estamos en una encrucijada.

Venezuela, bien gracias, ajena y alejada de estos debates y temas tan cruciales de nuestro tiempo, metida en una encrucijada en la que se debate el futuro del estado de salud de su democracia y perspectiva y no se inserta en estos debates y temas, gobernada por una kakistocracia, que desea hacerse eterna en el ejercicio del gobierno del estado venezolano y sin alternancia política superponiendo el estado al partido y produciendo una perniciosa mutación.

En esta policrisis, nuestros países deben dejar socios necesarios y ser aliados estratégicos, como lo es el debate que se está dando en Europa en diferentes círculos, en este momento con la llegada de Trump al Gobierno y se está planteando una reimaginación de las relaciones de estos, con los Estados Unidos, por ejemplo. Vivimos un crepúsculo, de la interdependencia, de la cooperación internacional.

Finalmente, como diría Joseph Nye, en reciente artículo ”…De hecho, todos los países se verán afectados, porque las relaciones entre los Estados y otros actores transnacionales importantes están interconectadas. Un orden internacional se basa en una distribución estable del poder entre los Estados, normas que influyen en la conducta y la legitiman, e instituciones compartidas. Un orden internacional determinado puede evolucionar gradualmente sin que ello conduzca a un cambio paradigmático claro, pero si la política interna de la potencia preeminente cambia demasiado radicalmente, todo está perdido. Como las relaciones entre los estados varían naturalmente con el tiempo, el orden es una cuestión de grado…”

jesusmazzei@gmail.com

 

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