¿Populista? ¡Tú más!
Regreso de Argentina, patria chica del arquetipo populista, donde me ha interesado confrontar visiones recíprocas sobre las crisis. A un lado (allí), inflación desbordada, intervencionismo económico y escasez de divisas; al otro (aquí), deflación, desendeudamiento y desregulación. A la polarización, allí, entre Gobierno y oposición, que convierte la política en un “¿conmigo o contra mí?”, se contrapone aquí el agrupamiento del centroizquierda y el centroderecha frente a los embates de los extremos.
¿Qué modelo está en crisis? Al decir de los críticos (oficialistas) de allí, el proyecto europeo estaría agotado desde el punto de vista económico, como probarían sus bajas tasas de crecimiento, y como evidenciaría el auge de los partidos xenófobos, también política y moralmente. Dependencia económica, soberanía limitada y populismo xenófobo: con sus altas tasas de desempleo y sus bajas tasas de crecimiento, la vieja España, dicen, se habría convertido en el ejemplo de adónde lleva la inserción de una economía periférica en el modelo de capitalismo financiero dominante. No extraña que, como señaló Ricardo Forster, el recién nombrado Secretario de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional (la secretaría persigue la movilización nacional e internacional de las ideas y visiones que el Gobierno tiene sobre la política nacional e internacional), exista un flujo intenso de ideas entre la izquierda bolivariana y las izquierdas europeas, incluyendo los líderes de Podemos en España.
Sin embargo, para los críticos con el Gobierno argentino lo que estaría agotado es el modelo político y económico kirchnerista, cada vez más hostil a Europa, EE UU y el multilateralismo y cada vez más víctima de la incompetencia de los gestores de su política económica. Hasta Evo Morales, dicen, ha sabido compaginar la redistribución y la inclusión social con la estabilidad presupuestaria. Si Aécio Neves derrota a Dilma Rousseff en Brasil este domingo, predicen (o más bien ansían) no sólo que habrá una visualización del fracaso de los modelos que confían en un Estado interventor y proteccionista, sino un impulso liberal y liberalizador en todo el continente que revelará la marginalidad e inviabilidad programática del Gobierno argentino.
Brasil y Argentina, como el resto de América Latina, necesitan una Europa más cercana e implicada que pueda abrirse comercialmente y con la que puedan hablar de redistribución y cohesión social. Pero esa Europa no comparece para romper la caricatura que de ella se hace como un proyecto moribundo. En la Argentina de hoy quienes aparecen de la mano del Gobierno son Vladímir Putin, que acaba de inaugurar las emisiones del canal de noticias ruso en español, Russia Today, y el presidente chino, Xi Jinping, que ha lanzado un salvavidas de 10.000 millones de dólares a Cristina Fernández de Kirchner. No se trata tanto de que Europa esté o no en crisis, sino de que sólo está presente en un segundo plano, como una referencia, pero no como un actor.